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~ituación y
funciones actuales
de la Filosofía de la Ciencia
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Apartado de Cuadernos
Uruguayos de Fllo1offa, Tomo 111
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501
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ANIDADES Y CIENCIAS
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S1tuac1on ) funciones actuales
FHCEJ05386
1111111111111111111111111111
SITUACION Y FU:r~CIONES .'-\CTUALES DE
LA FILOSOFIA DE LA CIENCIA(*)
l. a.
-os corresponde l1ahlar l1oy de la situación de la filo ofía de la
ci,e ncia y de st1 fun~ión en nuestra cultura
es decir en el amplio
ámbito de la cultura contemporánea-, y más en especial acerca de
la función de una cátedra de filosofía ele las ciencias en nuestro
•
•
•
marco un1,?ers1tar10.
Sería absurdo proponerse dar en este momento una definición
estricta de cultura. Pero es de todos n1odos con,rcnie11te señalar que
de ningún modo ese término presupone 11o)r para nosotro un co11torno que deslinde el mundo llamallo corriente111ente culto
el de
las obras intelectuales y sus con"ecuencias clirectas: ta1nl1ién intelectuales , del mundo humano en su totalidad. Por el contrario.• e
este mt1ndo l1umano en todo -l1 ¡>olifacetisn10, con toda st1 cou1¡ll ji dad
y ,,.aria,d os ni,·eles, lo que co11-tilU}"e propian1cnte cultura. Por lo
menos éste es el significatlo con el qtte deberá enten«.ler e la ¡1alahra
en el presente contexto. El aspecto sociopolítico }" el econó111ico no
menos que el intelectual pt1ro co11fig11ran pt1es nt1e tro n1t1ndo de
cultura. Y pertenecen a esa c11ltt1ra, co1no nu "tros.. tanto lo ª"pectas de lo contemporáneo uni,· rsal )" del ascendie11te l1islórico co1110
las circunstancias locales de11tro de lns ct1al ~~ no ~ 1nove111os. 110 ele
los escorzos de esta idea urge de Jas palabra- de imonc de Bcau,,oir
en La larga marclia cuando dice: ·•ct1ltt1ra ~ el 11ombre misn10 cunndo l1abla de sí }. del mu11do cp1e es s11}·0: aunqt1e {la ct1ltt1ra) ex ..
presa la condición l1umana dellc co11tribuir 110 obstante a can1lliarla;
el hecl10 de que la re,~olución indu trial 110 e té terminada 11ace (le
la cultura el instrumento pri,·ilegiado de un }lrogreso del ct1al será
a la , ..ez culminación~'.
1
Ese diálogo del hombre que es j11stamente la cult11ra, e expresará pues no menos en una opción política, en un 11erfec ionnmieuto
tecnológico, en un l1allazgo material, en u11 tttensillo cotidia110, n
una reoO\'ación de la educación de las masas, que en el n1t1ndo de
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sus libros y de sus pinturas, vale decir en el mundo de su h acer
intelectual estricto. Es por otra parte una noción de este tipo la que
determina la conducta de las llamadas ciencias de la cttlturn; su
mundo de objetos es el cp1e rest11ta del actuar humano en todas sus
ma11ifestaciones.
h.
En el año 1948, a poco de fundada nuestra Facultad, figuraba ya
en su Syllabus un curso de Epistemología que dictaba el Dr. C. E.
Prélat. No nos interesa hoy trazar su l1istoria. Nos interesa sí seña·
lar de qué modo la función de tal asignatura --sea en una Facultad,
sea en el mundo de la cultura actual-, l1a variado fundamentalmente
en el curso de pocos -16- años por la transformación de su ámbito
propio, local y t1niversal.
Para situarnos, para señalar algt1nas condiciones así como algu·
nas co11secuencias de relie'\'e del l1accr científico, es decir para tener
ciertos puntos de referencia -en n11estro mundo uni,·ersitario y na·
cional y en la escena más am¡,lia en q11e el pensamiento científico
asume en nuestro tie111po ¡)apel protagónico- no será ocioso recordar
que en ese momento el Parlamento acababa de ''otar la ley de crea·
ción ,J,c u11a Facultaf] extraña para el país, que la Uni\'crsiclad como
unidad, n1ás allá de alb'l.1nos importa11tcs trozos de s11 11istoria no ee·
crita, era ¡>oco más ~fllC Ja l1er1nosa sala clel Co11sejo Ce11tral, el es·
critorio 1Jcl Rector )" algnnos, poqt1ísin1os, J1on1bres insistentes qt1e
tratnhan de s1J¡1e1·ar el aislamic11to; no será tan1¡loco i11 útil i·ecordar
<J1t1e con1c11zaba ]a g\1crra fría, que at1nquc Ja ho1nl>a ~tó1nica venía
de rnatar a un ct1arto ele inillón ele seres l1t1manos en pocos minutos,
no se ,c onocía n1í111 la 1>0111lla de l1icll'ógc110; es útil tener presente
tambié11 que ln Cl1ina era todn,'Ía 1111 país feudal y que, al decir de
I:lu tcl1i11s ( c11 sta Jillro sol>1·e la enseñanza superior en los Estados
Unido ) , ''la ge11te en los países i11d11strialcs ª''anzados todavía creía
que la tecnologí.a 110 po<lía afectar ni st1 s11hsistencia ni su vida''.
S11cedín t ,o do eso, antes ele qlte tu,riéra111os ltna clara y ví,,ida idea de
lo que })Odrían llegar a ser en s11 n101ncnto 11na rotación de los partidos en el gol>ierno, una Ley Orgá11icn, 1111a uni,rc1·sidnd en vías de
integración (con SlJ corro}Jicrno, co11 st1 a111e11udo <lenostacla y no me·
nos in1¡>rcsci11di})]e bt1r,o cracin) y qt1 ~ n. . pcclo to111aría una enseñanza
111edia ql1e alcanzara ef "cti,·a111e11tc ]as 1nasns; 110 snl>ía1nos del uso
cotidia110 e ÍtlbÍStcntc de x¡1re io11c tale?!) co1110 clesarrollo, talrre-off
y ca111llio de e tructt11·a , lo qtie sería una Facttltnd de If 111ua11i(lades
co11 edificio 1>ro¡1io., co11 1,Jun ~s~ co11 lnl1oratorios, con egresados, con
t!icrta o11ra l1ccl1a )', J>Or qué no t3et•irlo, co11 enfermedades infantiles
a los 18 año ; c11t ,011<·c - 11,0 l1abínn10 ,,j, i(lo la te]c,·isió11 y sus pro·
grall11a , ni e] rclatÍ\'O auge ec]i't orial (le l1oy·, no l1al>ía111os co11ocido
y 211frido atí11 las crisis ll l pní , 110 salJían10~ q11iéncs eran Benedetti
o Mnggi; no 11os in1ngi11ál>n1uos ,q ue llegarían pronto el Spz,tnik y la
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otra cara de la luna, el despertar de los nue,·os países, la lucha en
la escena mundial entre dos clases de naciones, ltnas po~cecloras, otras
poseedoras sólo de hambre y de futuro, ni sabíamos con claridad tam·
poco cómo llegaría el comienzo del desl1ielo, es decir el conticnzo de
la esperanza.
Aludidos así, rápidamente, e11tre1nezclados" esos l1ecl1os son al·
gu11os de los importantes que bastan pa1·a confi gurar el can1bio de
la circunstancia cultural del pensa111iento científico -circunstancia
sociopolítica e intelectual, l1ni,·ersnl o aldea11a, p ero ct1ltt1ral al finy esa trasmutación determina en eran medida la co11sid eració11 de la
función de la filosofía de la ciencia en la l1ora actt1al.
Es precisamente porqt1e todos estos l1erhos (y a1 gt111os otroe no
menos notorios) condicionan toclo quel1acer iutelectt1al 11oy·, en es·
pecial el qt1el1acer científico y n1ás en esp ecial aún el e11i st emoló ~i co ,
que son de primera importa11cia en la co11sicleració11 de la f t111 ión
de la filosofía de la ciencia en ntte tros clías. N o 1u ~11o s qt1c los i11, a·
riantes (es decir que el ámbito de s 1l problemática p e r111an ente) ,
aqt1ellas transformaciones d eter111innn el clin1a en qt1e to111a sc11tido
el estudio de la epistemología.
1
c. La filosofía de la ciencia, con10 111edit a ' iÓn fil osófica nccr ca del
pensamiento científico, con10 disci¡)]i11a l1nificad orn el e totl o t111 l1nz
de reflexiones, de técnica s intelectt1alcs, de siste11,as el no11oci1111cnto:
debe tomar pues como hecl10 h ásjco de 1111 cstrn é¡locn ln tra11 forin a ..
ción radical, revolucionaria, realizada l' ºr la ic11cia e 1 el 1111111<10 d 1
hombre. No se trata de aconteci111i en1 0.,, del or•lcn (Je] cle... c11bri1nic11to.
En cierto sentido la trnsccnllc11 ia ele los a)>Ort c_ el E t1 lid es o <le
Galileo, de Newton o de Pla11r.k c lo qt1e dn ' ' alor nl co11oci111ic11to
científico. Pero no se trata de eso. La t ra 11 s f orn1nció n qlt ' ' Í\"i1110 ·
pc1·tenece a otra dimensión.
Así como se 11a dicl10 de Sócrat e que ·'f t1 e el J>ri111c ro c¡ttc l1izo
bajar a la filosofía del ciclo )" la l1izo r e -irlir 11 la
ittclncles y la
introdujo l1asta en las ca as y la forzó a Jlr egt111tar i1or lu ,,ida ) r
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por las cost11mbres y por las cosas bltena )' 111alns·', e ¡>o<lr ia clecir
que nuestro tiempo fue el pl'in1ero que J1a ]1 cl10 clel co11 ocimicnto
científico y de su transfor1nación ininterrt1mpicla t1n ]1i e 11 de tl o co ..
tidiano, qtte nuestro ticn1po con10 11ing11110 l1a p11csto ele r eli ' 'e, por
medio ele la investigación científica ) r r1or la cliftl ión Jllabi,ra de loresultados de ésta, la urge11cia ele Jos conflicto qt1e -e ¡>re >11 t a11 c11
el quehacer h11mano y ha comcnzaclo a 1lrindar lo - i11cdios de enf rc11·
tarlos con éxito. Ni el ad, cni1niento de las socie(lades cic11tíficn , 11i
el auge de ciertas técnicas qt1e, conco1nita11te1nente on circt1n::,tancin ~
sociales, produjo la revolución inclt1strial ( co11 toda Ja i1n¡lortancia
que ésta tiene), ni siquiera la n11eva física en el priu1cr C\1a1·to del
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s
siglo XX, pueden compararse en influjo con la difusión actual del
conocimiento científico~ del bien cultural (en sentido estricto) , de la
..
educación.
Para extraer ejemplos de un plano quizás limitado de experien·
cia y acción humanas, pero muy actuante sobre la vida de todos,
bastaría recordar cómo Kennedy recurrió al equipo intelectual de
Harvard para dirigir la política de su país, cómo la Unión Soviética
impulsó la cultura de masas y la investigación científica y tecnológica, cómo Harold Wilson, puesto en la alternativa de elegir tema
para su má~ importante discurso político, enfocó como asunto capital
el pensamiento científico y la revolución tecnológica -en especial la
automatización- con sus consecuencias sociales y humanas trascen·
dentes, y cómo alguien llamado l\1onsieur X, para enfrentar hoy en
F1·ancia a un candidato, digamos ''imbatible'', apela a lo que llama'
horizonte 80 es decir a lo que la ht1manidad aspira lograr para 1980
en su perspectiva justamente científica, técnica, educacional.
Por otra parte la eclosión bibliográfica que significa el creci·
miento segt1n una ley exponencial del nlímero de artículos publica·
dos en revistas científicas, con su fantástico mecanismo de feed-back
(sólo en psicología científica -para tomar un caso que no se cita
corrientemente
en los últimos sesenta años se han publicado más
de 300. 000 artículos y casos similares aumentados se presentan en
física, en matemáticas, en biología) , y el hecho repetidamente señalado de que viven en nuestros días el noventa por ciento de todos los
científicos que han existido en todos los tiempos, son elementos cuya
tremenda magnitud no es mayor sin embargo que la que adquirieron
algunos problemas políticos planteados en forma exacerbada por el
desarrollo científico. Recordemos sólo a modo de ejemplo la necesidad que dicho desarrollo y sus consecuencias extracientfficas impu·
sieron de un teletipo rojo entre Washin~ton y Moscú. Hoy no sería
demasiado arriesgado decir que el desarrollo científico impuso la paz;
lo menos que se podría afirmar es que la convirtió en urgencia ineludible.
Más allá de todas las actitudes apocalípticas muy en boga hoy,
la transformación científico-tecnológica que vivimos impone pues una
1neditación y una consideración filosóficas concretas que incumben
a la filosofía general pero muy especialmente a la filosofía de la
•
•
c1enc1a.
2. Veamos al1ora en qué situación se encuentran la epistemología
Y los estudios metacientíficos relacionados con ella, para poder considerar luego cómo esta función concreta, la más concreta y la más
general -la de esclarecer nuestra circunstancia-, se halla indisolublemente unida a otras tareas y funciones más particulares en la for·
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mación del investigador y en el análisis del proceso y de los funda·
mentos del quehacer científico.
Antes que nada es conveniente señalar que 11ay en uso tres sentidos conexos de la palabra epistemología. En nt1cstros planes de
estt1dio figura como sinónimo de filosofía de la ciencia en stt significado más corriente; por st1s orígenes griegos toma aden1á el sentido
de teoría del conocimiento (el sentido de epistenzology en i11glés), en
general de todo conocimiento, aún del no-científico, at1nqt1e es más
usual llamar a ese campo de estudios gnoseología; en tercer lt1gar
epistemología como teoría de la ciencia, como logos aceren de la
ciencia (es decir discurso sobre la ciencia) abarca el can1po mt1cl10
más amplio de disciplinas que tratan de la ciencia e11 tl ~ di, ersa
perspectivas no necesariamente filosóficas. Dejando de lado el segt111do de los significados referidos y para no confundir la epistemología
en sentido estricto (la filosofía de la ciencia) con t1na epistemología
en sentido amplio, es preferible dar a ésta el nombre de e tudios
meta científicos. Estudios metacientíficos o meta teóricos serán por
tanto aquellos que desde fuera de la teoría y del teorizar de tina
determinada ciencia o de todas, los toman como ol)jcto de in,restigación; constituyen una temática y un conjt1nto de disciplinas en u mayor parte no filosóficas qt1e son pues de primera importancia para la
epistemología en su sentido filosófico.
1
Para no nombrar sino algttn<.>s de esos centros clel i11t rés 111etateórico, del interés que despiertan la teoría científica y u~ deri,·a·
ciones y que hacen hablar de ellas, recorden1os la l1i,toria el 1 penqa- ·
miento científico, la sociología del conocin1icnto, la psico]ogía el l
descubrimiento y de la in,·estigación cie11tíficos. la no aú11 desarrollada
filosofía de la tecnología, la economía de la in,•e tigación .. la ¡>r oct1paciones que enfocan los problemas u citadoq por las rela iones 11tre ciencia y política y que no se pt1ede incluir sin má "' c11 la sociología de la ciencia. Se pueden recordnr a este reqpecto los e tt1clios
realizados en Harvard (1) acerca ele las relaciones 1núltiples de la
ciencia con la nación y con las corporaciones indu tria)eR. 011 te1nas
que tocan, en lo vivo, algunos de los problemas i11trnt111i,•crsitarios
•
más importantes
el de la libertacl ar.adémica por ejen111lo-, y ad más problemas extrauniversitarios co1110 ]ns C'onclicio11c de dec:nrro]lo
de la democracia en el mu11clo actual. Entre otras, las con-..iclcraciones de índole económica sobre el conocin1iento científico on notoriamente relevantes por ejemplo, para la fijación de t1na política de
desarrollo de las universidades, en especial de las nuestras, )r n dcf i-
Ver, por ejemplo, Stcfan Dupré }' Lanford Lakoff. 5cicnca ancl t he unlion.
Policy and politics, Englc\vood Cliffs, Prcnlicc-llall, 1962.
(1)
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nitiva, para la determinación de las prioridades y en general de la
di!trihución de los recursos a destinar a la investigación científica
especialmente en los países que no han entrado a1ín en la etapa de
desarrollo. Para dar brevemente, al pasar, un ejemplo concreto de
estt1dios metacientíficos tomemos el caso de la psicología. Ellos coin·
ciden con la teoría de la psicología. Esta no puede confundirse de
ningún modo con la psicología general y menos aún con una relación
de la historia de la disciplina. No puede confundirse con la psicología gene1·al po1·quc ésta está constituida poi· un conjunto de teorías
-sistemas de conocimiento, redes nomológicas y por sus coniirmacio·
nes- mientras que la teo1·ía de la psicología es una metateoría cuyo
objeto no es lo psicológico mismo sino la teoría psicológica. Sus
estudios serán de ca1·ácter filosófico en algunos casos, sociológico en
otxos, estadístico o matemático en otros, en otros aún de carácter
propiamente psicológico. Así los análisis de Hempel acerca de los
fundamentos de la psicología o de Bergman o Hilgard acerca del uso
de variables intermediarias en esta ciencia son lógico-epistemológicos,
los estudios que Moscovici presenta en su tesis en torno a la influencia social del psicoanálisis son sociológicos; la investigación acerca de
la psicología de los psicólogos es propiamente psicológica, la compa·
ración que lleva a cabo Meehl entre la predicción clínica y la pre·
dicción en hase a tests es estadística y así sucesivamente. No se pue·
den separar tan1poco de la temática de las meditaciones metapsico·
lógicas ciertos enfoqt1es de orden ético o político sobre la actividad
del psicólogo.
Son tam.lJién meditaciones de un tipo metateórico mt1y especial
las que reúnen a hombres de b11ena volt1ntad de varias naciones para
cstudia1·, por ejemplo, los efectos de una posible guerra termonu·
clear; lo son tamhié11 las que reúnen a físicos y sociólogos para en·
carar de modo iluminado las transformaciones que t1·ae consigo la
automatización de un número cada vez mayor de f áhricas, por ahora
en los países alta1nente industrializados. Como fácilmente se puede
ver, son estudios de variado tipo que tienen también distinto status;
algunos de ellos configuran estudios empú·icos que tienden a consti·
tuirse como ciencias o cuasi - ciencias fácticas, que a su vez exigen
medios de investigación bastante refinados (son los casos de la socio·
logia, de la psicología o de la econo1nía del conocimiento científico) ;
otros llevan a 1neditaciones de tipo ético; otros constituyen tema de
filosofía general . Otros aspectos de la ciencia en marcha dan lugar
a los constantes ayes agore1·os de toda una pseudofilosofía qtle erige
a lo irracional como ideal y que ha fomentado ya varios fascismos.
Son los ayes agoreros de un pensamiento que, renunciando a sus po·
sihi!idades más pro¡Jias lleva a cerrai· los ojos y a identificar constan·
ten1ente ciencia y mal y a opone1· conocimiento y 11umanismo. La
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tarea que siempre está presente es justamente encarar los problemas
que plantea el conociminto científico en nuestra época, que ha sido y
es, más que ninguna otra, moldeada por la ciencia. Se trata pues de
llevar a cabo estudios y meditaciones que tienen como principio el
enfrentar, el no rehuir, los problemas de nuestra cultura.
3.
Ahora bien, esos estt1dios y esas meditaciones metacientíficos
apuntan a una teoría general de todo quehacer humano y ésta coin·
cide en gran medida con la filosofía. Sin embargo sería errónr-o iden·
tificar sin más un estudio concrPto del pensami~nto <'ientífico, aún
encarado en el horizonte f!eneral de las preocupaciones hl11nanas, c-on
Ja filosofía misma. Si bien todo pensamiento científico y 1o<ln merlitación metacientífica apuntan en e~a dirección, no SP conf\1nd('n ron
ella. Tener como mira la di1l1cidación del telo.ft ctel p~n"amiPnto cirn·
tífico es la tarea fi11al que debe sE>r emprendida solamente n ln luz
de investi(.?:acioncs particularizadas que enfom1en los ' Tariados asn°c·
tos del conocimiento cif>ntífico concreto. El enfonl1e i1lvel·so Pll~dc
parecer muy ''profundo'' (2) pero condt1ce ineludiblen1f>nt<" a la varuedad, a la especulación desenfr~nada, cuando no a la cl1nrla sol1r~
la ciencia con mavúscula. El método más arlecuaoo n1r:-1 Plt1d1r tanto
ese nebuloso enfoaue como un opt1esto pedf'stre cient1fici6n10 natti·
cttlarizante ee el de proceder a esn1dioq ele crecientti' rrPn~r~ litl ad QltC
aferren en cada eta11a., mediante una 1·econstn1cción rar;onal~ E>l ac·
tuar y el teorizar científicos. Esto es nrecisamcnt~ lo OlJ<' tr:itn de
hacer la filosofía de la cie11cia. Por ello, como tod~ taren f1loqófica
concreta, parece muy abstrusa a Jo~ oio~ del ci&>ntífico corriP.nte y
t1111y J>OCO prof11ncla a los ojos del ''filósofo'' que a1>11nta ''hondo''.
No ee Duede hahlar de la filo~ofía de ]a <'ÍPnc1a ron10 di sr.inl1na
unitaria. Por filosofía de la ciencia o no1· PPistPmolo"Í;l P.n se11tido
estricto debe entenderse un haz de mPdit'lcionPS v de P-~tu<lins -no
de tendPncias, at1nm.te ést;¡s (fl1e-den inclt1ídAq en nm1éllns-, m1e to·
man al pensamiento ciPntifico conto obieto. Su ca1·áctPr ~s f>n al211no~
caeos lórico, en oti·os p:noeeolóp:ico, en otros onto]óPico'I attnotte m11chaP veces poseen un aspecto que combina varios de esos carflcteres.
El quehacer científico
y sn reelaboración i·acional pt1c<lcn Rer
descriptos de modos mnv variados, pero tanto s11s conceptos tf'óriros
como sus nnntos de partida, tanto ~llS hipótesis como ~11 1·ecl ron~tr11c·
tiva, pueden ser encarados desde 11na triple perspectiva: ln <lP. ~11s
presupuE>stoe, la de sus consec11encias, la de su estruch1ra ~1stemáti~a.
Podría dech·se que esos aspectos están a tal p11nto entrelazados <JllC
(2) Ver como ejemplo W. Szilasi, ¿Qué es la ciencia?, f\Iéxico, Fondo de Cultura Económica, 1949.
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no se los puede separar. Sin embargo es posible llevar a cabo un enfoque especial sobre cada uno de ellos, enfoque que deberá ser a la
vez, como se ha dicho, aunque en grados distintos, lógico, gnoseológico,
ontológico.
Es en este sentido que se dice que no existe la filosofía de la
ciencia como unidad. No se trata pues de la ya conocida diversificación en filosofías de las ciencias particulares (filosofía de la física,
filosofía de las matemáticas, etc.) -que también tienen su lt1gar aunque limitado , sino de una polarización mayor que aumenta a medida que los resultados del análisis epistemológico se hacen más es·
pecializados, particularmente en sus perspectivas lógica y gnoseológica.
En muchas de las grandes obras de la filosofía occidental se en·
cuentran observaciones que constituyen de un modo u otro una teoría
a veces explícita, casi siempre implícita, de la ciencia. Podríamos
decir que allí se delinea una primera etapa del pensamiento episte·
mológico, con todas sus variaciones y el germen de todas sus tenden·
cias generales. Es cierto que el estado de la ciencia misma condiciona
en cada época la manera de hacer filosofía de la ciencia y que ade·
más, ~n rigor, no hay una corriente continua de pensamiento que
atraviese las opiniones de los distintos filósofos sobre la ciencia. Pero
sin duda hay en Aristóteles y en Santo Tomás, en Descartes y en
Leibniz, observaciones mtty importantes en torno a los problemas que
suscita el pensamiento científico en cada uno de esos momentos.
Ellos no constituyen sin embargo nada que pueda abarcarse todavía
con el nombre de filosofía de la ciencia en el sentido en que usamos
esta denominación hoy. Pero dentro de esta línea de meditación sobre la ciencia deben destacarse dos nombres -Httme y Kant- por·
que en ellos se da toda una problemática que determina, en gran me·
dida, el ámbito, aunque no el estilo, de los estudios epistemológicos
actuales. A grandes rasgos las soluciones que se dan a los más gran·
des problemas filosóficos que genera el pensamiento científico, son
respttestas a los planteos hechos por <lichos pensadores. Y aquí se
ve bien que es justamente una meditación apoyada en el desarrollo
científico -ambos autores escriben en el ámbito creado por la apa·
rición de la ciencia natu1 al exacta moderna-, y no la especulación
sobre la ciencia en cuanto posibilidad, lo que hace factible un adecuado planteo de cuestiones epistemológicas. H11me y Kant son pues
estrictamente filósofos de la ciencia, además de filósofos que hablan
sobre la ciencia, en cuanto su pensamiento toma como punto de par·
tida la ciencia misma en su quehacer concreto. Las soluciones por
ellos planteadas pueden haber sido superadas hoy pero sus planteos
determinan todavía el nivel mínimo a pa1·tir del cual es posible tra·
bajar en filosofía de la ciencia. Poi· otro lado, existen todavía en
nuestros días quienes p1·etenden discurrir sobre la ciencia en forma
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totalmente especulativa sin tomar en cuenta los elementos del pro·
ceder científico concreto; si tal cosa fue pensable en algún momento
--en el momento en que ciencia y filosofía constituían precisamente
una unidad especulativa-, dejó de tener sentido a pa1·tir de Hume
y Kant.
Las etapas del pensamiento episten1ológico siguen paso a paso el
desarrollo del pensamiento científico, sus consecuencias y Sll estilo.
El siglo XIX ve aparecer filosofías como el positivismo y el empirio·
criticismo que deben su auge al auge del pensamiento científico mis·
mo y de sus aplicaciones generalizadas. Pero aunque surgen pensa·
dores cuyo aporte es de significación para la filosofía de la ciencia
en sentido estricto -Mach por ejemplo- muchas obras que se suele
incluir dentro de la filoso{ ía de la ciencia exceden el campo episte·
mológico para pertenecer estrictamente o bien a la filosofía general
-4>.en sus tendencias materialistas o idealistas- o bien a una vaga divulgación de conocimientos científicos.
•
El nacimiento de nuestro siglo asiste a la renovación qt1e en física
se expresa en la formulación de la mecánica relativista y de la me·
cánica cuántica que van a tener decisiva influencia en el curso del
pensamiento científico posterior y en los trabajos de filosofía de la
ciencia. Aparecen notables estudios sobre esa transformación que
sufre la física, pero abundan también innumerables trabajos de di·
vulgación -alguna buena, otra no-, que se suele incluir indiscriminadamente dentro de los estudios epistemoló~cos. Toda esa prolife·
rante literatura puede tener su importancia propia, pero es al@'; o to·
talmente distinto a la filosofía de la ciencia; en algunos aspectos su
importancia puede ser mayor, por ejemplo para el ho1nbre común
que quiere comprender su época, pero se trata de otra cosa. Sin em·
bargo, esta acumulación de material sobre un aspecto del conocimien·
to científico -aún en las obras que pertenecen estrictamente a la
epistemología-, llevó a muchos a creer que la filosofía de la ciencia
debía dedicarse a estudiar, en forma exclusiva, los aspectos de detalle
de dicha transformación de ciertas ramas de las ciencias físicas. Tal
criterio, imperante en muchos ámbitos durante el primer cuarto del
siglo, excluía de hecho a algunos de los estudios más fértiles dentro
de la filosofía de la ciencia.
Hemos señalado pues hasta ahora la existencia de varias etapas
en el pensamiento epistemológico: l) la de la filosofía de la ciencia
implícita en lae grandes obras de la filosofía clásica (etapa pertene·
ciente a la pre-historia de la filosofía de la ciencia propiamente dicha), 2) la etapa de las obras de filo~ofía que, al nacer en las circunstancias de aparición y consolidación de la ciencia natural exacta,
diseñan la problemática vigente aún hoy (Hume, Kant), 3) la de las
�14
obras nacidas en el auge del desarrollo científico • tecnológico del si·
glo XIX, que esbozan soluciones de conjt1nto a aquella problemática
y, en último lugar, 4) la etapa del análisis detallado de lae implicaciones filosóficas de la transforJnación introducidas por las nuevas
mecánicos. Con ellas llegamos al umbral de lo qtte llamamos actualmente filosofía de la ciencia.
Porque a pa11it· de comienzos de siglo, hasta hoy, se puede decir
que coexisten do!I modos de l1acer filosofía de la ciencia que no se
.
,
oponen necesariamente entre s1 .
El primero de ellos se ejemplifica en Poincaré, Duhem, Meyer~011, Wl1iteheacl, Bachelard, entre otros pensadores no menos impor·
1antes, ct1yas obras responden a los problemas que plantea el pensa·
miento científico por medio de sistemas r~lativamente aislados de
pensamiento que, aunque realizan aportes fundamenta les para la elucidación de cuestio11es básicas, llegan hasta hoy como hitos de t1n
pensamiento no integrado ni e11 sus puntos de partida ni en su f or·
1nl1lación.
'
El segundo modo de hacer filosofía de la ciencia a que nos re·
f Primos es el que se ori~ina en el manifiesto del Círc11lo de Viena
(1929) .. y en general en Jos trabajos de los filósofos neopositivistas.
Entiéndase bien qtte no se trata de las tesis del empiris1no lóp.ico propiamente dichas. No se trata en especial del rechazo de toda metaf ísica como discurso sin sentido co~oscitivo; 110 se trata tampoco ele
las tesis qtte implican una dicotomía absolttta e11tre los enunciado"
analítico3 y sintéticos; no se trata en fin del movimiento de unidad
rlr las ciencias (Jlle, co11 un renovaflo sentido enciclonedista., se efectúa
eohre la base de p1incipios bien definidos y estrechamente ligados a las
tesis antes i11dicadas. Se trata por el contrario del modo mismo de
11a.cer filosofía de la ciencia en base al diálotxo y a Ja crítica; se trata
rl el modo colectivo de hacer filo~ofía. A pa1~tir de ese momento los
ron~esos, los coloquios, las pt1blicaciones periódicas y en éstas los
articttlos, las reseñas, las discusiones sobre la base de artículos publi·
cados antes, constitt1yen el medio básico de intercomunicación. A
nuestro entender es precisamente el uso de estos medios de comuni·
cación y de diálo;?:O filosófico, m11chas veces pasados por alto, lo qtte
constit11ye el elemento fundamental y cararterístico de los estudio~
ele filosofía de la ciencia hoy.
Es cierto que con anterioridad a la fundación del CírCltlo de
Viena existían revistas filosóficas, pero ellas no constitt1ían el vel1íc11·
lo de un nuevo modo de hacer filosofía; publicaban a1·tículos sin
conexión y sin crítica, salvo en casos excepcionales; a1ín 11oy algunas
revistas de filosofía pura mantienen ese carácter, sobre todo en nues·
ti·o continente pero también en los centros filosóficos europeos; sin
�ló
embargo, muchas han cambiado su estilo y han acercaclo la prodttc·
ción f iloeóf ica al diálogo fértil.
De todas maneras, aunque en cierta medida arbitrn1·io, con10 to·
do jalón que separa épocas, el que se indica nqt1í, separa t1n mo,,¡.
miento epistemológico dominado por las obras aisladas de pe11sadores importantes, que continúa hoy, de otro cuyo pt1nto de partida pa·
rece ser el seminario de Schlick y que adquiere u11a amplitud sin precedentes en cantidad de prodt1cción, en calidad, en resultn dos, e 11
interacción con la filosofía pura y con las ciencias. Este modo de
11acer y de comt1nicar filosofía de la ciencia se aproxima pt1es al modo
de l1acer y de comunicar ciencia y ee poilría decir que lo ton1a por
modelo.
Y jttstamente este movimie11to en filoso{ ía de la cie11cia se ve
acompañado por un mo,rimiento similar que tiene lugar en t1na ciencia en sentido estricto: Ja lógica. Esta ciencia posee un a lar ga prehistoria de dos mil trescientos años y una corta 1listoria de cien y
pocos, si tomamos a Boo1e como jalón .. o de apenas cincuenta si to·
mamOB los Principia 1llatl1ematic<t de Russell y Whitehead como co·
mienzo de la etapa propiamente científica. Precisamente In i11flt1c11·
cía de la lógica for1nal sobre la fi]osof ía de la ciencia, e11 un ¡>rinler
momento a través del neopositivismo o a través de trabajos Jlaralelos
como Jos de Nicod por ejemplo, co11stituye t1na confirmación <le lo
<¡ue llamamos nue,-n época en Jos estl1<lios episten1ológicoe. Porque
justamente esa n11eva lógica se expresa Ítandamentaln1ente n trnvés
ele pulllicaciones periódicas y en general usa los inismos n1edios d e
dilt1sión y de díálogo qt1e la renovada filosofía de la ciencia. A<lemás, es la aplicación de slts técnicas y de algunos <le sus rcst1ltados
a la episte1nología, en la forma de una lógica de la ciencia, lo cp.te
da una nueva tónica al análisis del pe11~amiento científico. E s pt1es el
entrelazamiento de t1na disciplina da carácter científico --lógica fo1·mal-, con una disciplina de carácter filosófico, pero con t en(lencia
a usar métodos de análisis propios del conociu1ie11to científico y a.
encarar el detalle de éste -la filosofía de la ciencia- , a través de
t1n nuevo estilo de comunicación, lo qt1e constitt1yc t1na no, ecla<l raclical frente a la filosofía de Ja ciencia como obra de pensadores aislados, y especialmente íre11te a la m etafísica de la cie11cia, es decir
la libre clttcubración sobre ''la ciencia en sí'' o sol>re '' toda ciencia
¡losi1lle''.
1
Sin embargo, ese cambio radical e11 el estt1dio ele la e¡>isten1ología 11a pasado prácticamente desapercihi(lo c11tre 11osotroc; . Casi l1a tn
hoy, nuestras bibliotecas públicas l1an estatlo ¡lro,·i~ tas de algunas de
las obras importantes - pero no suficientes a esta altura del deS'Grrollo epistemológico- de los Poincnré, loa l\feyereon )" los Bnl llclard
,
,
•
�16
-a qttienes se debe reconocer sin embargo todo su valor. Pero asimismo han estado provistas de un conjunto de obras sobre la ciencia
que por el hecho de ser ''sobre la ciencia'', de ningún modo consti·
tuyen aportes a la filosofía de la ciencia -en sus diversas ramasº a las disciplinas empíricas -historia, psicología, sociología, economís de la ciencia-, sino que son en su mayor parte especulaciones
híbridas, carentes del rigor necesario. Es fácil ver pues que son
escasas, escasísimas, las obras que figuran en los anaqueles de nuestras bibliotecas que respondan al amplio y fecundo movimiento e pis·
temológico que ya lleva por lo menos un tercio de siglo y que comen·
zó, como dijimos, con el seminario de Schlick; y si se dan excepcio·
nes, éstas se deben al interés que pusieron algunos científicos con
miras amplias, concientes de la importancia que habían adquirido
los estudios epistemológicos en ese lapso. La explicación de este fenómeno podría muy bien referirse al hecho de que el afán de ne·
gar las tesis básicas del neopositivismo -que enfrentan a las ten·
dencias irracionalistas dominantes- impidió ver que ese movimiento
había desencadenado una corriente de pensamiento importantísima
que trascendía esas mismas tesis. La ausencia hasta hace muy poco
de las obras de Popper, de Godel, de Goodman, de Quine, todos au·
toree no neopositivistas, es una muestra de la ceguera frente a un
movimiento intelectual que va mucho más allá de la tendencia filo·
sófica que lo originó y que conduce a un campo amplísimo de estu·
dios metacientíficos.
A esta altura bien se me podría decir que el neopositivismo no
originó todo ese movimiento. No me interesa sino señalar que la aparición de aquél, marca justamente el comienzo de un nuevo estilo
epistemológico. La Logik der Forschung de Karl Popper, los artícu·
los de Godel, las series de trabajos incluídos en Philosophy o/ Scien·
ce o en el British Journal for Philosophy o/ Science o en Synthese, las
antologías de Feigl y Sellare, de Feigl y Brodheck, de Wiener,
los modelos de aplicación de la lógica a problemas epistemológicos o
propiamente filosóficos como From a logical point of view de Quine
o Structure o/ appearance de Nelson Goodman son ejemplos del desa·
rrollo constante del haz de estudios qt1e constituye la filosofía de la
ciencia hoy. Por eso, y porque el pensamiento científico que esos es·
tudios analizan, es uno de los polos de la cultura de nuestro tiempo,
es ineludible enfocar esta nueva etapa de la filosofía de la ciencia.
4
Porque la filosofía de la ciencia encara, aparte de sus problemas
constantes, otros nuevos, frutos del desarrollo del pensamiento cien·
tífico en marcha, porque la filosofía de la ciencia ha adquirido un
nuevo estilo, ha hecho suyos nuevos métodos, y, sobre todo, un rigor
inusual, su estudio no puede ser solamente histórico sino especialmen·
te actual, con todo lo que esto importa; material bibliográfico ade·
�17
cuado, ct1idadoso análisis de temas de detalle, publicaciones de índole colectiva, una nueva actitud por parte de científicos y filósofos.
4 . Solamente en estas condiciones y en la perspectiva intelectual que
venimos de esbozar podrá pues la filosofía de la ciencia cumplir sus
funciones en la cultura de nuestra época.
Las dos funciones primordiales a qt1e nos hemos referido, a saber, primeramente el análisis teórico de los problemas lógicos y gnoseológicos que plantea el pensamiento científico en sus diferentes ramas y en su creciente complejidad y sistematización y, en segundo
lugar, el análisis del sentido de la ciencia en la cultura de nuestro
tiempo, se ven complementadas por otras funciones qt1e no por derivadas eon menos impo1·tantes. Mientras que aquéllas arraigan en el nivel teórico del pensamiento filosófico y científico, las funciones a las
que nos referiremos brevemente a continuación tiene lugar al nivel
de la educación, en la formación del científico y del estudioso de
los problemas filosóficos.
a . En primer lugar se ha señalado mucl1as veces hasta qtté pl1nto el
quehacer concreto del científico está influído por prejuicios pro,·enientes de una formación extracientífica basada en ideas caducas.
Quien ha expresado esto de la forma más neta ha sido Wl1itel1ead
cuando en La ciencia y el mundo n1oder110 nos dice cp.1e el científico
ha llegado frecuentemente a ser ''víctima de lo.. prejt1icios filosóficos adquiridos casualmente de una niñera, de un mae tro de escuela o de las formas de expresión en uso''. A este re pecto Pl1ilipp
Frank nos recuerda de qué modo ''los estudiantes de ciencia l1an adquirido una doble personalidad, una especie de esqi.1izof rcnia, debida
al contraste entre su pensamiento científico y su fj}o ofía infantil''.
Este que parece ser un mal genel'alizado de la educación se encue11tra acentuado entre nosotros por una en eñanza meclia qt1e frecuentemente no pone de relieve en las ciencias físicas más que aspectos
muy limitados por las aplicaciones inmediatas, en las ciencias l1istór icas un anecdotismo pueril y en la filosofía un anticicntis1110 que es
m oda intelectual. Si bien no corresponde a los estudios cpisten1ológicos en el nivel universitario, suplir directamente la:; deficiencias de
la enseñanza preuniversitaria en los sentidos inaicados, sin embargo
ellos pueaen servir (por
irreverencia ante los Brejuicios, por el entido critico que deben contribuir a formar, y por un análisis cuidadoso de los problemas que plantean las ciencias): ara <lar al estudiante en el nivel superior una amplitud ele miras, u11 cnfoqt1e más
amplio Cle los problemas, un sentido de racionalidad, que Euedcn ser
del mayor provecho tanto al futuro científico como al futuro in\'CS·
tigador de P-roblemas filosóficos. En concreto, para el estudia11te, el
análisis de algunos problemas metodológicos de la discipli11a <we estudi a (sea biología, física, matemáticas, psicología o filosofía) así
-
�18
como el descubrimiento de los elementos implícitos en el pensamiento, o la inteligencia de los fundamentos en su senti<lo más amplio
(que son tareas epistemológicas), pueden cumplir esa función de re·
move<lor que es tan necesaria para un ~ehacer intelectual rigl:troso
y por tanto fructífero.
h. En segundo lugar, la especialización, cada día más acentuada, en
las tareas científicas, oculta frecuentemente algunos de los aspectos
más propios de éstas. Así se pretende a veces reducir las fttnciones
del científico a las de observador de caracteres disti11tivos, a las de
lector de instrumentos de medición, como si esas tareas no requirie·
ran a la vez, para rendir resultados con sentido científico trascenden·
te, aptitudes que tienen mucho q11e ver con el análisis epistemológico.
Por ello el estudio de los problemas de filosofía de la ciencia unido
a trabajos que pongan el acento en los aspectos conceptuales de la
investigación científica pueden i·edundar en provecho de esta misma.
c. En tercer lugar, para considerar t1n aspecto partic11lar de la for·
mación del hombre de ciencia, se ha señalado que ciertas deficienciás
en la exposición (especialmente en la redacción) y en la presenta·
ción de las comunicaciones científicas, que proviene entre otras causas de una dedicación exclusiva y prematura a tareas muy especializadas, así como la ausencia de adecuada valo1·ación de ]os resultados
particulares dentro del conjunto de cada disciplina, qtle proviene más
de la carencia de formación general que de un desconocimiento de
aquélla, son disto1·siones que podrían ser combatidas de modo más
propio por quienes hayan cumplido estudios epistemológicos.
Estas, que parecen funciones demasiado ambiciosas, lo son en el
mal sentido si se pretende que un curso de filo~ofía de la ciencia de·
be sustituir una formación general que debe ser ineludiblemente me·
joráda so riesgo de deformar estudiantes en lugar de formarlos. Pero
aquelJa afirmación alcanza su justo sentido si apunta a lograr en
el estudiante una disposición intelectual an1plia, una exigencia de ri·
gor, un sentido crítico en el análisis de los problemas generales de
la ciencia.
5. Consideradas así, muy brevemente, algunas funciones de la filosofía de la ciencia en relación con la ciencia misma y con quienes
la forjan, es conveniente esbozar qué otros propósitos puede cum·
plir además entre nosotros, cuál es el sentido más particula1· que adquiere en nuestra situación intelectual.
a.• Indudablemente
ello depende del grado de desarrollo local de la
•
c1enc1a -tanto en el plano de la investigación como en el de la docencia- y muy especialmente del concepto vulgar, imperante acerca
<le lf.l importancia del cultivo del pensamiento científico. Este con·
�19
cepto ee degrada frecuentemente como consecuencia de una filoso·
fía difusa que tiene motivaciones tanto intelectuales puras como so·
cio·cconómicas. Refiriéndose a las causas del atraso de la epistemo·
logia y del estudio de las ciencias en Latinoamérica }!ario Buuge
nos dice: ''Durante el último medio siglo han proliferado en Europa,
y se han exportado a Latinoamérica, las corrientes irracionalistas. Al
negarse la razón y exaltarse en su lugar la intuición, al i·echazarse el
dato fundado y abrazarse el mito, se niega la ciencia, que es un en·
foque racional del mundo; y por consiguiente se niega la epistemo·
logia, que es la teoría de ese eníoque i·acional de los hecl1os materia·
les y espirituales. En algunos países, el irracionalismo iuoderno pue ..
de interpretai·se como síntoma de decadencia social; en nuestra An1é·
rica, tan necesitada de razón, esa mercancía importada goza de gran
consumo porque es el complemento intelectual del analfabetismo y
del atraso técnico y científico. El irracionalismo europeo puede tolerar la ciencia a condición de que no dé forma a la '\'-Ísión del mun·
do: la W eltanschauung ha de segttir siendo mítica y no científica, pues
quien conoce algo acerca del reloj del mt1ndo., puede pretender corre·
gir su atraso. Entre nosotros, la prédica irracionalista es menos comple·
ja: es el complemento filosófico de las pretensiones por retor11ar a la co·
Jonia, a la economía pastoril, a la cultura tradicional de corte predo·
minantemente histórico-lite1·ario. No ea dable esperar estímt1los a la
investigación epistemológica en un medio donde las corrientes oscurantistas gozan de mayor prestigio y poder que las illtministas, en
nn medio donde se habla más de la pretendida crisis de la ciencia
que de sus éxitos''. (Clase inaugural al hacerse cargo de la cátedra
de filosofía de la ciencia de la Universidad de Buenos Aires).
b. A estos motivos generales, acentuados en la situación argentina,
ee agregan otros de carácter local que inciden en la opinión vulgar
acerca del conocimiento científico. La estructura de nuestra univer..
sidad con su dispersión en l1arto nt1merosas facultades aisladas, de·
di cadas a la formación de profesionales, y la enorme proporción
(o desproporción) de estudiantes dedicados a dos de ellas, tienen,
como sabemos, orígenes lejanos y constituyen circt1nstancias de difícil aunque necesaria superación. Esa situación conspi1·a contra el
desarrollo de las ciencias básicas y contribuye a moldear en el pÚ·
hlico, -ya sea universitario o no- una idea equi~ocada acerca del
pensamiento científico y de sus funciones en la cultura contempo1·ánea. Por otra parte la universidad lleva a cabo investigación científica pero lo hace con recursos ridículamente ex:igttos, cuya li1nitació11
misma por los poderes públicos está provocada, además de por otras
causas de peso -bien conocidas-, por el desprecio vergonzante que
se tiene por el pensamiento científico y por el temor, que no siempre
1e pone de manifiesto, a las dificultades inherentes a un qttehacer
�20
intelectual que requiere dedicación, rigor, y precisión (a este respec·
to son aplicables las reflexiones generales que hace Carlos Maggi so·
hre la filosofía del matero, en su libro El Uruguay y su gente, Mon·
tevideo, Alfa, 1963, p. 35). En estas condiciones es deber de todo
t1niversitario y de todo científico (y como es lógico incluyo también
en esta categoría a quienes se dedican a la l1istoria, a la lingüística,
a la psicología, etc.) tratar de provocar una transformación que nos
coloque a la altura de nuestro tiempo. Por ello el análisis de la actividad científica que lleva a cabo la filosofía de la ciencia puede
contribuir en cierta medida a hacer conciencia de esta situación y
de las condiciones en que es posible su transformación.
-
c. Se habla en un sentido muy vinculado a lo anterior cuando se
dice con razón que la epistemología debe servir de puente entre las
l1umanidades y las ciencias en nuestra Facultad. Con todo no es permisible un optimismo desmesurado. Si por puente entendemos la dis·
cusión en el plano teórico de los problemas comunes y de los pro·
blemas de fundamento y de método de cada ciencia particular ( exac·
ta, natural, o de la cultura) y, además, la reunión de estudiantes de
diversas disciplinas en torno a una mesa de seminario, con el esfuer·
zo de mutua comprensión que eso importa, indudablemente la ma·
teria constituye un buen sendero hacia un campo fértil. Pero hay que
reconocer a la vez el hecho de que el aislamiento de ambas ramas
se ha dado por motivos distintos cuyo enfoque no puede corresponder al tratamiento de ninguna materia determinada y sí a un en·
frentamiento adecuado de problemas universitarios y personales de
carácter más general. La idea de una Facultad de H11manidades y
Ciencias es, como todos sabemos, buena o mala según cómo se encare
su puesta en marcha; lo que fue sin duda equivocado fue la espe·
ranza de que la integración entre las dos ramas se haría como por
encanto, sin esfuerzo alguno; por ello i·esulta útil hacer conciente
e!l general tal tipo de ilusión. Por otra parte, el estudio de los lími·
tes y posibilidades de aquella integración caen sí, como dijimos, den·
tro del dominio de un curso de filosofía de la ciencia; y le corres·
ponde a ésta muy especialmente el esclarecimiento de los pu.atoe de
contacto entre la actividad del investigador en ciencias exactas o naturales y la del estudioso de las ciencias del hombre para ver cómo,
contra las afirmaciones de cierta concepción aislante ya caduca, surge
un núcleo importante de id~ntidad en todo quehacer científico.
d . Además, sobre lo que hoy ya no queda duda, es sobre la inconve·
niencia de ·una Facultad de Humanidades y Ciencias separada del
resto de las facultades (dejemos de lado el problema de si es pre·
ferible a dos facultades o no) . En este sentido la integración de
nuestra universidad es un proceso necesario, que ya ha comenzado
pero que no es tan rápido como sería deseable. A este respecto los
�21
estudios de filosofía van a tener una función de mayor alcance en
profundidad a medida que vayan desapareciendo los motivos que dificultAn la integración de la universidad y a ésta deben contribuir.
e. Cuando hablo del trabajo en filosofía de la ciencia no hablo exclusivamente del trabajo realizable a través de la cátedra sino espe·
cialmente por la acción de publicaciones que pongan al día en algu11a
medida la bibliografía internacional desbordante en el campo de la
epistemología por la acción del trabajo de difusión, de pre-investigación y dentro de lo posible de investigación, de la Sección de Filo·
sofía de la Ciencia del Instituto de Filosofía, por la acción del re·
cientemente creado Grupo Uruguayo de Lógica y Filosofía de la Cien·
cia en la tarea de vincular a los profesores de las distintas materias
en torno a estudios interdisciplinarios, y en general por la acción
colectiva de quienes tenemos interés en superar el aislamiento que
es provocado ineludiblemente por la especialización y que conduce
a la negación de toda cultura en sentido estricto.
Si se cumplen algunos de esos propósitos estaremos contribuyen·
do indirectamente además a la urgente tarea de iluminar las condiciones y los fines de la investigación científica en nuestro país sin la
pretensión de sustituir a los científicos en los aspectos técnicos de
esta tarea pero tendiendo eso sí a la promoción del progreso cientí·
fico-cultural mediante la comprensión de su necesidad y de sus exi·
•
genc1as.
6. No voy a considerar otras posibilidades de acción extrauniver·
sitaria de los estudios de la filosofía de la ciencia porque ello se1·ía
sin duda un optimismo desmesurado y sin fundamento en nuestras
circunstancias. Sólo quisiera señalar que de poderse cumplir por lo.
menos parte del programa trazado y de comenzarse además en la Facultad, como creo imprescindible, la enseñanza de la lógica en un ni·
vel superior, ello debería tener, como consecuencia indirecta una modificación en las orientaciones de la enseñanza de la f ilo~ofía, de la
lógica y de las ciencias en la enseña11za secundaria. Como se sabe en
lógica prácticamente el total de la enseñanza versa allí sobre teorías caducas ya hace cerca de un siglo (o de varios) y en cuanto a
la temática filosófica sobre el pensamiento científico, como ya se dijo, no se pasa muy frecuentemente de observaciones superficiales
cuando no de afirmaciones totalmente inaplicables a la ciencia en su
sentido contemporáneo.
Creo necesario nuevamente señalar que el tipo de estudio perteneciente a la epistemología no debe eier confundido de ningún modo con ciertos aspectos de la divulgación del conocimiento científico
más reciente que, como se dijo, corresponden a una dimensión die·
tinta. En epistemología, como en las demás disciplinas, la espectacu-
�22
laridad de los ejemplos no es por cierto un correlato del rigor; si
bien la atracción de esos ejemplos es explicable, su uso constante es
inconveniente. La divulgación científica corresponde entre otros orga·
uismos también a la universidad. Aunque, como sabemos, nuestra
universidad no le dedica la atención que merecería, l1a actuado oca·
sionalmente en este sentido. Debería hacerlo constantemente a tra·
vés de publicaciones, de la radio, del cine, de la televisión y de cur·
sos o cu1·sillos especiales para el pít.blico en general o aún para el
público universitario que ignora mucl1as veces lo.s n11evos descubrimientos o se ente1·a de ellos por la prensa en informaciones que con
frecuencia carecen de la seriedad mínima exigible. Si bien ea cierto
que los fondos i·equeridos para cumplir tal función son enormes, la
universidad no debería por eso descuidar totalmente este aspecto de
la cultura de masas.
Hacemos estas precisiones para señalar que si bien un curso de
filosofía de la ciencia extrae sus ejemplos del vivero que constitu·
yen la 11istoria del pensamiento científico y la ciencia en marcha, su
tipo de análisis, teórica1nente, de1le presuponer el conocimiento del
mate1·ial que le sirve de base (lo extraerá muchas veces de las pro·
pias disciplinas de los estudiantes y al nivel en que éstos actúan,
sin perjuicio de agregar otros ejemplos convenientes). Esta, que pa·
i·ecería una precisión de lo obvio, es sin embargo necesaria en vista
de que muchas veces un curso de historia espectacular de las ciencias
(acerca de la teo1·ía atómica o acerca de las teorías sobre la natura·
leza de la luz, o acerca de otros temas igualmente atractivos) l1a
pretendido sustit11ir a un curso de epistemología en sentido estricto,
con lo cual se ha logrado solamente hacer peeudo-epistemología.
Si por ejemplo l1ace cuatro semanas se ha descubierto una nueva
partícula de trascendencia para la explicación de la estructura del
núcleo atómico {la partícula gran omega menos) o si en el correr
de 1964 Hofstadter realiza, en California, en t1n tubo de subterráneo
en desuso de dos kilómetros de extensión, un experimento c1"Ucial
acerca de las partículas elementales de la materia, a tal punto que
se ha dicho que en estos meses se ''ive una veillée d' armes de la
ciencia, corresponde a los órganos de divulgación -de distinto nivel
- el hacer conocer variados aspectos de dichas experiencias. Un curso
de episten1ología los tomará quizás como ejemplos para analizar la
noción de experimento crucial, o la función de los entes hipotéticos
o de los entes observables en una teoría científica {pues se trata de
que el alumno no aprenda hechos aislados) pero de ningún modo
puede centrar su temática en ellas. Si en algún sentido un curso de
filosofía de la ciencia ha de hacer pues divulgación será solamente
<1iVt1lgación de modos de pensar, de métodos de análisis (teniendo
�l
23
buen cuidado al efectuar generalizaciones) y 110 de información particular y momentánea (que servirá, como dijin1os, sólo de ejemplo).
7. Dadas las funciones, acabadas de reseñai·, qt1e cr eemos puede
cumplir la filosofía de las ciencias (con sus comple1nentos, publica·
ciones, investigación, extensión), deben1os manifestar que las cumplí·
remos en la medida en que para ello contemos co11 la colaboración
de los profesores de las distintas disciplinas científicas (por algo se
trata de la filosofía de las ciencias), con la colaboración fundam ental
de los estudiantes y con los medios materiales no excesivos qt1e se n ecesitan para comenzar ese trabajo.
Para terminar quiero insistir pttes e11 cp1e el estudio de nt1estra
materia es una tarea colectiva porqt1e ello es parte de Slt ~entido mis,
,
, .
mo, aun en sus aspectos mas teor1cos.
Debo decir por otra parte que lo que personalmente voy a aportar a ese quel1acer común lo d ebo en lo esen cial a la ayuda que
me brindaron los profesores de la Facl1ltad (en especial los profesores ~fario Silva García, Ál'turo Ardao y Félix Cer1111scl1i) , y los profesores Mario Bunge, Marvin Farller , Williard Q11ine y René Poirier
de las Unive1·sidades de Bl1enos Aire~, de Ne'v York (en Buffalo), de
Harvard y de París, a q"üienes 'Jlliero i11auifee.tar l1oy 111i tnás pro·
fundo reconocimiento.
JJI ario H. Otero
•
��
Dublin Core
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Title
A name given to the resource
Biblioteca Virtual de Humanidades en el Uruguay
Subject
The topic of the resource
Repositorio de ensayos en las Humanidades publicados originalmente en el Uruguay
Description
An account of the resource
<p><span>La Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación se ha propuesto contribuir a rescatar y poner a disposición de los lectores la escritura ensayística del Uruguay a lo largo de su historia. Esta Biblioteca Virtual de Humanidades en el Uruguay pretende reunir en un solo lugar más de dos siglos de textos de reflexión y pensamiento, dentro del amplio campo de las humanidades, producidos en conexión con la universidad. La mayor parte de esos textos han sido originalmente publicados en revistas universitarias o periódicos hoy difícilmente accesibles. A menudo nunca recogidos luego en libro—o recogidos con sustanciales modificaciones—, son textos que pueden contribuir a recuperar y mostrar las dinámicas de pensamiento y representación en el país, tal como se realizaron en tiempos de centralidad de la escritura.<br /><br /></span>La a veces fina y sinuosa línea entre Humanidades y Ciencias Sociales hace que textos de historia económica, de estudios sociales, de ciencia aplicada a la antropología, puedan tener cabida en esta colección, aunque el foco está en el núcleo tradicional de las humanidades. El Derecho (con la excepción de Filosofía del Derecho) queda, por su especificidad técnica y profesional, por el momento fuera de este grupo. </p>
<p>La colección será un trabajo acumulativo, con entregas bimensuales. En el tiempo, los textos se irán organizando de acuerdo a posibles lecturas de la historia de las ideas en la región y el continente. <br /><br />Aldo Mazzucchelli</p>
<p><span>15 de octubre de 2017</span></p>
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Pablo Darriulat
Gonzalo Marín
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Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
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A name given to the resource
Situación y funciones actuales de la filosofía de la ciencia
Subject
The topic of the resource
Epistemologia
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OTERO, Mario H.
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Otero, Mario H
Situación y funciones actuales de la filosofía de la ciencia / Mario H Otero--Montevideo : FHC, 1964; 23 p
Publisher
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Facultad de Humanidades y Ciencias
Date
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1964
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Bach. Gonzalo Marín
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Español
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