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PUBLICACIONES DEL DEPARTAMENTO DE LITERATURA IBEROAMERICANA
DE
LA
FACULTAD
DE
HUMANIDADES
MIGUEL
Y
CIENCIAS
DE
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ANGEL CALCAGNO
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EL PENSAMIENTO
DE
GONZALEZ PRADA ·
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El pensamiento de Gonzá lez P1a
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LA PROBLEMATICA Pli'.RUANA
Lima, la capital de la América del Sur, l& zumbona, garuante y veleidosa primera dama de las ''tandas'' revolucionarias, l1abría de provocar
con sus tapadas, encapados, beatas,
hojald1·e1·os, picanteras, y su clericalisino, espíritu de casta y
mentalidad afásica
la ado1·ación y la repulsa de dos de sus
hijos más preclaros: Palma y González Prada.
Su importancia rectora se mide por la influencia pertinaz
y proit1nda que su espíritu reticente y muelle ejerce, l1asta bie11
avanzado el siglo XVIII, en el meridión de nuestro continente
sureño. Era éste un paraíso ye1·mo e ilímite con escasos núcleos
urbanos entre los que brillaba incompetible la soberana del
Rimac, que para los inicios del 1800 contaba con 52.627 habitantes, según censo del Virrey Gil de Taboada. No disminuyamos la importancia de su índice demográfico y recordemos
que Madrid
la imperial villa que uniera ambos mundos no alcanzaba a albergar, en la época, 200.000 almas.
El brillo social de Lima excedía los previsibles límites coloniales, ostentando una heráldica de cantería, un escalafón nobiliario de trasplante emigratorio y una afanosa seudo-cortesanía
que hallaba favorable acogida bajo el solio virreinal. Hasta la
mancebía del caduco Amat contribuía a patinar la vida colonial con el tono y el módulo del perricl1olismo metropolitano.
Cierto que bajo las plantas de los 20.000 hispanos ociosos
y regalados yace el pueblo indígena, africano o zambo que sin suponerlo
trabaja para sus amos y para el advenimiento
de un nuevo orden.
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Pero Lima no es el Perú, ni sus características responden
a los rasgos configurativos de la incipiente nación. Lima es el
lado muelle, el aporte emoliente que la Conquista incrusta en
la raza viril y sufrida del lncario. Ni siquiera geográficamente
se ubica en una razonable equidistancia, lo que la inhabilita
l1asta materialmente para unificar un ter1·itorio estrangulado
por dos indimensionahles cadenas montañosas. En el largo capítulo que de la Colonia llega l1asta la campaña sanma1·tiniana
marcha al compás de las charangas l1ispanas, siendo la sierra
la que la sacude de su entorcl1ado letargo.
Mientras prevaleció la influencia capitalina, el Perú ejerció en los países meridionales, inflamados por los ideales libertarios, vigilancia represiva semejante a la que desplegó España
en el norte de nuestro continente. Era necesario al1ogar a la
ciudad reaccionaria, y la única ,·ía para lograrlo radicaba en
aislarla del resto del territorio serrano; éste fue el mayor acierto
de Bolívar en su campaña y el mayor error de San Martín el
no advertirlo. Mutilada de su tronco orgánico la urbe desvalida
,
.
,
entro en consunc1on.
Con la declaratoria de independencia, pese a las dificultades derivadas de la desorganización gubernativa y de la anemia económica, el Perú se orienta en hase a las dos fuentes
naturales del salitre y del guano; es así que mediada la centuria
se le ve florecer materialmente ''aunque devorado por las facciones''. Esta holgura, sin embargo, no sirvió para conjurar el
serio pelig1·0 de una desintegración política que hará sumamente inestable el panorama nacional hasta entrado este siglo.
Culturalmente, desde las primeras épocas de la República
llegan los hálitos del romanticismo francés y de s11 deri,·ación
peninsular. El estro sentimental y plorante hallaría sus principales adalides en Carlos Augusto Salaverry, Clemente Altl1aus,
Nicolás Corpancho, Fernanclo Velarde (de gran pri,ranza en
Palma) y Nicanor Roca de Vergallo (quien escribió en francés y condujo el exotisn10 in(ligenista l1asta el público e111·opeo) .
Est?s escritores experimentaron, como la sociedad peruana
toda, la oprimente agresividad del gamonalismo territorial aliado al clericalismo intransigente, los que mantenían la pre''ªlencia de una minoría todopoderosa que marcl1aba a lomos de
la masa informe, pri\ ada ele derecl1os y reclamos. Lejos de
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reaccionar contra un régi1nen que legalizaba el l1áhito de las
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�castas coloniales, los poetas románticos se confinaron en l~
exaltación exorbitante de una sensibilidad so1·da para la situación circundante. Sólo el sentimentalismo pío tuvo cabida para
el n11n1en de la época, alentado por los asperges del on1nín1odo
Convictorio Carolino.
El advenimiento republicano no alteró en un ápice la
l:1xit11d del estilo de ,,ida costero; prosiguiendo Li1na con la
férula gubernativa intentó t1·ansar 01ninosamente con el enemigo español {ocupación de las Islas Cl1incl1a, 1864; rescate
of1·ecido por e) gobierno) y saldó con pérdida irrestañable la
ocupación cl1ilena {T1·atado de Ancón, 1883). En el primer
caso la p11janza de la sie1·1·a evitó la consumación de una ignon1inia; en el último, fue estéril la i·esistencia cobijada en los
contraf11ertes andinos. ·
No dio el n1ovi1niento romántico frutos de mayor entidad,
siendo evidente la ramplona imitación que sobre los modelos
l1ispanos y galos se practicaba. De los otros factores que coadyuvaban en el moldeamiento de las 1nanifestaciones estéticas
l1asta la
poco puede decirse, ya que el elemento indígena
revaloración llevada a cabo por Valdelomar y Ma1·iátegui
fue desplazado a un desdeñado ámbito, y el apo1·te africano
se vio confinado a variaciones f olklóricas en las danzas y a la
incorporación de resabios teúrgicos en el culto católico.
El deficie11te sistema económico, basado en la extracción
de los i·ecursos nat11rales, unido a la instabilidad política que
singulariza a la naciente república, conspira contra la plasmación de los talentos naturales que demuest1·an los elementos
como
jóvenes, siendo esta no conc1·eción, caracte1·ística que
homologa a las
lo obser,'aran Jorge Juan y Antonio Ulloa
generaciones hispanoamericanas. Es evidente q11e la ~'supe1·
fluidad literaria'' no medra en medio de las dificultades materiales y los ramalazos del desarrollo nacional sólo fac11ltan para
una ''faena de cultura'' que se despunta a p1·isa, antes de la
treintena. La especulación filosófica bordea el linde del i·esumen o la glosa, siendo en cambio proclive el ambiente a la
exteriorización poética. ''Tiranos y poetas l1a producido la
An1érica 11ispana con prodigalidad''. 1 Cultura de ''loina'' o
( 1) BASADRE JoncE, Chile, Perú r Bolivia Independientes, Tomo XXV
de la Historia de América, dirigida por Antonio Ballesteros, Salvat Editores S. A.,
Barcelona-Buenos Aires, 1948, p. 177.
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�de ''garúa'' es, pues, la peruan~, que exhala ~u. verbo intermitente y liróforo entre los traquidos de las agon1cas lucl1as fratricidas. El primero en enjuiciar este período fue Riva Agüero 2
quien, con visión civiljsta y dominante espíritu de casta, disP.ña un cuadro de vivos matices. Su apreciación se caracteriza
por un españolismo aristocrático que no cede ni aun cuando
admite la existencia de alguna auténtica aportación vernácula
(como ocurre con su tardía revaloración de O llantay). Destaca
con acierto la indisimuhle filiación española de toda la producción colonial, la que huérfana de apoyo indigenista {el quechua llegó a la forma escrita por manos conquistadoras) estructuró sus rasgos según modelos importados. Este remedo imitativo no es monopolio peruano sino que dicho proceso cubrió
paralelamente la faz entera del Nuevo Mundo, aunque en rigor
verista se debe admitir que la patria de Garcilaso demostró
una adhesión excepcional al modo hispánico, siendo quizá el
lugar en que el criollismo luchó más largamente para hacer
•
Olr SU VOZ.
José Gálvez reconoce que ''la época de la colonia no produjo sino imitadores serviles e inferiores de la literatura española'' los que vivieron desar1·aigados y ajenos al medio, ''exceptuando a Garcilaso, que sintió la naturaleza, y a Caviedes,
que fue personalísimo en sus agudezas y que en cie1·tos aspectos de la vida nacional, en la malicia criolla, puede y debe ser
considerado como el lejano antepasado de Segura, de Pardo,
de Palma y de Paz Soldán''. 3
El trasplante peninsular trajo consigo su propia etapa de
desarrollo épico que tendía ya a la novela, y precisamente la
estancia épica halló en las nuevas tierras el ámbito más apropiado para polifurcar sus posibilidades. Aquí fue que el Inca
Garcilaso tomó el hilo para enl1eb1·ar sus Comentarios y ºtinto
con él los cronistas de Indias tejie1·on el canevá de la producción colonial.
Si bien la importación europea suministró a · los americanos la técnica y el molde a adoptar no pudo, en cambio,
insuflar el energético impulso que validara las creaciones haciéndoles transvolar los circunstanciales límites de la efimeCarácter de la Literatura del Perú Independiente, Imprenta América, Lima, 1905.
(3) GÁLVEZ, JosÉ, Posibilidad de u11a Genuina Literatura Nacional Edj.
tora de la Unión, Lima, s/ f., p. 7.
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{2)
R1vA ÁCÜERO, JosÉ DE LA,
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�ridad colonial. La precaria virtualidad de esta literatura, su
clorotismo, su ficta inmanencia, derivan del desarraigo vital
frente a una pujante realidad en plasmación; el pasado incaico,
el insustituíble ancestro kollásico que pudo transvasarle su palingenésico l1álito, le permaneció ignorado, no fue abordado
ni aquilatado porque no respondía al ideal estilista asimilado.
Riva Agüero comparte e intenta justifica1· este desarraigo telú1·ico expresando: ''El sistema que para americanizar la lite1·atura se remonta hasta los tiempos anteriores a la conquista, y
trata de hacer vivir poéticamente las civilizaciones quechua
y azteca, y las ideas y los sentimientos de los abo1·ígenes, me
parece el más estrecho e infecundo. No debe llamársele americanismo sino exotismo. Y a lo han dicho Menéndez Pelayo, Rubio y Juan V a lera: aquellas civilizaciones o semicivilizaciones
murieron, se extinguieron, y no hay modo de reanudar su tradición puesto que no dejaron literatura''. 4 A pesar de las académicas opiniones respaldatorias el legado colonial 11a caducado, declinando dentro de su propio ámbito la vigencia previsible, debido p1·ecisamente a la i·uptura con una tradición viva
que estaba golpeando a las puertas del Virreinato y de la que
podía haber recibido el etnos y el etos vivificadores.
En cuanto a la vinculación con el dintorno popular
otro elemento incuestionable y de infinitas posibilidades
tampoco se p1·odujo, siendo menostenida por el esc1·ito1· peruano
la sabrosa y abigar1·ada tipología nacional que ofrecía a la
contemplación acuciosa inagotables ejemplares. La a11sencia de
un derivado étnico prevalente cooperó en la permanencia de
la impermeabilidad hacia los i·asgos demóticos, situación que
no pudo perdurar en otras partes de América por el empuje
insofrenable de un estrato en marcha; así en el Río de la Plata
la pujanza avasallante del elemento gaucho contrarrestó los
embites de un estamento elitista que manipulaba un anémico
europeísmo, sobreviniendo la vital gravitación de los aedos
pampeanos cuya cristalización se matriza con Santos Vega,
Martín Fierro y Anastasio el Pollo.
Triste tributo sacrifican los escritores coloniales al desarraigo etno-telúrico, corriendo en pos de una substancia vital
que les rehuye y torna sus producciones irrelevantes y despersonalizadas. Ventura García Calderón observa una similar au(4)
R1vA AcÜERO, JosÉ DE LA, op. cit., p. 43.
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sencia de ,,.igor y originalidad entre los hombres más represen.
tati"·os. así se pregunta qué es lo que faltó a Pedro Paz Soldán
(Juan 'de Arona) para ser un gran literato, pese a contar con
un espíritu admirablemente dotado. De Clemente Althaus y
Manuel A. García estima que la i·igurosa imitación importada
ceuó
el cauce de la genesíaca surgente original.
0
Sólo algún exponente aislado y ocasional encontrará ' ralidez vertebrando sus formas en la gea ambiental y dando así
los primeros pasos en el camino de un costumbrismo que rematará en las Tradiciones. Juan del Valle Caviedes, con malicia
zamba y pi1·ueta huachafa, ab1·e la brecha a un t1·adicionismo
de g1·uesa cepa popular que chi1·ría su validez en la cl1apada
tiesura virreinal. Esta vena es retomada, ya en el período independiente, por Manuel Ascensio Segura, ''criollo, tuerto y plebeyo., enamorado de su tierra, sin humos de moralista ni de
estadista'' quien ha alentado la jugosa imaginería del ''medio
pelo'' con sus comedias costumbristas, culminando su docente
sátira con la entronización de Ñ a Ca tita, la beata. chismosa por
antonomasia. A la misma línea típica y ambiental pertenece
aunque tenido a menos por ia apreciación
Melgar, quien
académica
vivirá siempre en la resonancia de sus espontáneos yaravíes. Diferenciado de los anterio1·es por su espíritu
de casta, cultura y aspiraciones i·efinadas, pe1·0 también asimilado al tipismo local, hallamos a Felipe Pardo y Aliaga; sus
comedias son atisbos f1·agmentarios, irónicos y moralizantes que
reproducen una realidad inmediata.
Este abandono de la estereotipada imitación academicista
para succionar la vital energía circundante nos lleva directamente
con Palma
a la culminación de un estilo casi hecho
escuela que responde, por primera vez, a las incitaciones de
una nacionalidad ya definida. Palma, incluso, pudo haber comenzado su obra sin premeditada 01·ientación nacionalista puesto que la misma detenta el estilo comunitario y sintomático del
acólito hispanizante, pe1·0 era tal la potencialidad subyacente
en el habitat limeño que, rebasando las proyecciones creativas.,
el tradicionismo asciende a una categoría cuya inmanencia resultará imprevisible. Fue logro americano lo que quizá pretendió
virreinal.,
,,ser remedo
,
. accediendo desde 1869 al surgimiento de
u,n ?ene1·0 mestizo, producto del cruce entre la leyenda ro·
~a~~1~a Y el .artículo de costumh1·es''. La sospecha de la indefinicion local1sta de Palma es corroborada por el calco indisi-
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�inulable que en Sll prodt1cción poética se trasunta de los modelos aportados por la corriente europea: Zorrilla, Bécquer,
Espronceda, Larra, el Duque de Rivas, J ovellanos, Lamartine,
Hugo. El arribo a Lima del andariego Fernando Velarde y la
publicación de su libro Las Flores del Desierto dan al joven
Palma la pauta de un universo ignorado que se ofrecía íntegro
en sus posibilidades; así nos lo dice: '' [Fernando Vela1·de]
Gran capitán de la bohemia limeña, despertó el virus adormecido en los salones, . . . nos dábamos un hartazgo de Hugo y
Byron, Esp1·onceda, Ga1·cía Tassara y Enrique Gil. Márquez
se sabía de coro a Lamartine; Corpancl10 no equivocaba letra
de Zorrilla; para Adolfo Ga1·cía más allá de A1·olas no había
poeta; Llona se entusiasmaba con Leopardi; F ernández hasta
en sueños recitaba las Doloras de Campoamor ... '' 5 Tal el ámbito de la ''bohemia de su tiempo'' normada por la didascalia
de la 1·utilante galaxia ext1·atlántica, de la que se destacaban
esp1 endentes dos astros máximos: Lar1·a y Lamartine.
Palma, retomando el esbozo trazado poi· Caviedes y Segura, asienta la mano en la pintoresca autoctonía y se burla
con bonl1omía y aleatorio humor del canon colonial, en un
alarde de flexibilidad y punzante reprobación. En ello radica
su innegable contribución al despertar de una ado1·mecida conciencia social, p1·ime1· escaño a salva1· hasta el advenimiento,
poco después, de la voz mesiánica de González Prada. Sin embargo, el colonialismo, atento únicamente a la formalidad superficial y sordo al camaleonismo intencionado del patriarca,
intenta asi1nilar su producción para vanagloriarse con títulos que exreden s11s anémicos rangos. En parte contriht1yero11
a esta indebida expropiación los gonzalezp1·adistas quienes, por
manifiesta l1ostilidad, relegaron a Palma al desván de las prescindibles antiguallas.
Mariátegui, en cambio, avala la divergencia antipodal que
niedia ent1·e Palma y los auténticos colonialistas: ''Las Tradiciones no p11eden se1· identificadas con una literat11ra de I"everente y apologética exaltación de la Colonia y sus fastos, absolutamente peculiar y característica, en su totalidad y en su espíritu, de la académica clientela de la casta feudal. Don Felipe
Pardo y don José Antonio de Lavalle, conservadores convictos
La Bohemia de mi Tiempo y Recuerdos de España,
Imprenta La Industria, Lima, 1899, p. 5.
(5)
PALl\IA RICARDO,
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y confesos, evocaban la Colonia con nostalgia y con unción.
Ricardo Palma, en tanto, la reconstruía con un realismo burlón
y una fantasía irre,Terente y satírica''. 6 ~l. mi.smo ,,Riva Agüero
no puede dejar de reconocer que el trad1c1on1sta, al l1ablar de
la Iglesia, de los jesuítas, de la nobleza, se sonr1e y hace sonreir al lector''. 7 ¿No fue acaso un gesto harto l1eterodoxo para
la época su ataque al seudo historiógrafo Ricardo Cappa?, que
culmina1·a en 1886 con la expulsión de los jesuítas del territorio nacional.
Haya de la Torre corrobora la insurrección hispanoclasta
al afirmar: ''Personalmente creo que Palma fue tradicionista
pero no tradicionalista. Creo que Palma hundió la pluma en
el pasado para luego hlandirla en alto y 1·eirse de él. Ninguna
institución u hombre de la Colonia y aun de la República escapó a la mordedura tantas veces tan certera de la ironía, el sarcasmo y siempre el ridículo de la jocosa crítica de Palma''. 8
Las Tradiciones implican: políticamente, el reconocimiento cívico de los sub-estratos callejeros; socialmente, la incorporación oficial del medio pelo criollo al núcleo ciudadano; y
culturalmente, el accésit de la mesoc1·acia republicana ( ex-aristarquía colonial) a un aceptable status estético. Son el primer
escarceo protestativo que se yergue contra el dirigismo rígido
y austero de una edad apenas superada; es el grito de rebeldía
que eleva Lima contra el colonialismo costeño que prescinde
de una auténtica vertebración nacional relegando la yacente
potencialidad serrana a un inerme y grávido mutismo.
Nuevamente se hará sentir la capital
esta vez a frente
descubierta y con resonancias ilímites
en el est1·0 de González Prada, quien ratifica y desemboza la reacción inaugurada.
Con él se desprende el limeñismo de su exclusivismo categorizante y res11me en su fraternal amplexo al criollismo costero,
al mestizaje valluno y al indigenismo montañés. El perricholismo capitalino se ve vulnerado en su más secreta complacencia localista.
De Lima, pues, surge la nueva conciencia nacional, la
nueva peruanidad, y lo que con Palma es reacción anticolonial
( 6)
l\1ARIÁTEGUI, JosÉ
C., Siete ensayos de Interpretación de la Realidad
Peruana, Editorial .. Universi~aria, Santiago de Chile, s/f., p. 7.
( 7) RIVA AGUERO, JosE DE LA, op. cit., p. 63.
(8) HAYA DE LA TORRE, Luis, Por la Emancipación de la América Latina.
Buenos Aires, 1927, p. 139.
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�en agraz deviene con González Prada logro en sazón; ambos
integran la díada insurgente que cumple el periplo reversivo
en la captación de los valores psico-ambientales .
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GONZALEZ PRADA: IDEOCLAST A
La contienda peruano-chilena puso la nota de sangrante
dramatismo en la muelle vida costeña; lo que se inició con el
litigio de diez centavos por quintal de salitre, epilogó
en
aras de la Confederación
con las hogueras de Chorrillos y
Miraflores, y la ocupación de Lima. De la desintegración general sólo se salvaron dos arquetipos, Gran y Bolognesi, legendarios recuerdos que ejemplificarían la reacción nacionalista
•
posterior.
La derrota padecida propició el análisis introversivo de
los cánones vigentes, arribándose a la exaltación de directrices
hasta entonces desconocidas por el medio, de entre las cuales
se debe destacar: federalismo naciente contra Lima, indigenismo, americanismo (que nnplica su réplica antihispanista) y
radicalismo religioso-político. En el nuevo panorama descubierto ocupa sitial de preferencia la prosa verboferente y fustigante de González Prada quien encarna, a partir de la desocupación chilena, la rectoría resurrente de una nación que procura reencontrarse con sus genuinas realidades. En el discurso
del Politeama (1888) expresó: ''No forman el verdadero Perú
las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la faja
de tierra situada entre el Pacífico y los Andes; la nación está
formada por las muchedumbres de indios diseminadas en la
banda oriental de la cordillera''. 9 En el Ateneo dijo: '' ... recordemos constantemente que la dependencia intelectual de España significaría para nosotros la indefinida prolongación de la
niñez''. 10 En Las Esclavas de la Iglesia: ''Si la ortodoxia católica merece llamarse una religión de estancamiento y ruina,
díganlo España, Irlanda, Polonia y algunos estados de Sudamérica''. 11 De la política opina: ''¿La política? A más de fundarse
en la astucia y la fuerza, representa los intereses y preocupa( 9) GoNZÁLEZ PnADA, 1\ilANUEL, Páginas Libres, Biblioteca Andrés _Bello,
1\iiadrid, s/ f.• p. 78.
(10) G. P., M., Páginas Libres, p. 28.
( 11) G. P., 1\1., Horas de Lucha, Biblioteca de Cultura Social, Editorial
Americalee, Buenos Aires, s/ f., p. 59.
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ciones de la clase don1inadora''. 12 ' .. Política qt1ie1·e decir traición, hipocresía, mala fe, podre con guante ~la~co; y al 1notejarse de mal político a un l1om~re de co~'?1cc1ones, en lugar
de inferir le una ofensa, se le extiende un diploma de l1onradez
y humanidad''. 13
Hemos sintetizado mínimamente el itinerario de su peruanidad para confir1nar la voluntaria escisión que tajó frente a
la concepción hispanizante tradicional, con lo que libera a la
nueva mentalidad del oprimente peso muerto de la ganga 11ispánica. La independencia política no había traído como lógica
consecuencia una emancipación ideológica y cultural, imperando la ,·igencia del neoclasicis1no ibé1·ico al que
a diferencia
de lo ocurrido en el resto de América
muy poco se l1abía
incorporado del Enciclopedismo y la Ilustración; entre los modelos que despertaban mayor admiración podemos citar a Pi y
Margal], Giner de los Ríos, Unamuno, Bécq11er, Núñez de Arce, Larra y Campoamor.
Justicia debemos rendir, en el esbozo del despertar de la
conciencia autóctona, al adalid inicial que fue González Vigil
(1792-1875) ; su apostolado constante y heroico lo patentiza
como el primer hito en el p1·oceso adquisitivo de la autointegración ideológica. Varios rasgos comunes conjuncionan su vida
y su obra con las de nt1estro autor: se alza contra el Papado
y la iglesia católica, brega por su separación del Estado,
rlenuncia a los opresores militares, l1uve de la acti,Tidad política y termina sus días como eficiente Director de la Biblioteca
Nacional de Lima; las variantes a señalar entre ambos son de
grados y matices, en función quizá de sus diversas latitudes
temporales. González Prada mismo se enca1·ga de delinear las
coincidencias y las disparidades: ''La actividad en la vida pública de Vigil terminó por 1845., cuando vino por segunda ,~ez
a desempeña1· en Lima el cargo de bibliotecario. Tenía ya concluída la prime1·a parte de su obra De/ensa de la Autoridad
de los Gobiernos contra las Pretensiones de la Curia Romana,
Y de ahí en adelante ' 'ivió exclusivamente consagrado a sus
estudios predilectos y publicación de sus escritos. No quiere
ya mezclarse en la política militante y hasta se esquiva
(12) . G. P., 1\.1., Propaganda y Ataque, El escritor y la ley, Ediciones Imán,
Buenos Aires, 1939, p. 200.
(13) G. P., M., Horas de Lucha, Los partidos y la Unión Nacional, p. 27 .
'
•
.
'
.... . ....
\" r"• ( .,
~
14
�de intervenir en las discusiones parlamentarias, alegando
por excusa el mal estado de su salud''. (¡Cómo recordamos a Palma! ... ) ''Defendió la libertad de conciencia, la
tolerancia de cultos, el matrimonio civil y el divorcio; pero
siempre tuvo la concepción romana del Estado omnipotente''.
''Vigil, en su e,,. o}ución religiosa, se despojó de las creencias
católicas, pero quedó confinado en una especie de cristianismo
liberal o vago teísmo cristiano''. '' ... bajo la apacibilidad del
semblante, ocultaba la fortaleza rtel hombre manso. El supo
encararse con Santa Cruz, Gamarra y Castilla cuando muchos
enmudecían y temblaban''. 14
U na segunda instancia en el proceso está dada por el romanticismo tardío {bohemia reaccionaria) que hacia 1860 afloró, p1·opugnando por el abandono de la corriente neoclásica
y el logro de la libertad política, social e intelectual. Palma
mismo perteneció a este movimiento y en La Bohernia de mi
Tiempo ha dejado sabrosos comentarios sobre sus principales
propulsores; allí desfilan Arnaldo Má1·quez, Nicolás Corpancho, Numa Pompilio Llona, Clemente Althaus, Ca1·los Augusto
Salaverry y una larga lista de voces menores.
Pero los románticos liberales son barridos por la férula
despótica del gobie1·no, debiendo algunos emigrar y otros tornar al clasicismo. ''Romanticismo frustrado'', nos dice Alberto
Sánchez, ya que resultó efímero y estéril, habiendo sumido en
el olvido mucl10 antes del conflicto con Cl1ile.
Es González Prada quien retoma la antorcl1a de la reivin- dicación libertaria: ''Inútil resultaría la e111ancipación política
si en la forma nos sometiéramos al exagerado purismo de Mad1·id''; ''Los literatos de A1nérica y del siglo XIX sea111os clel
siglo XIX y a1nericanos''. Estas ''profesiones'' bastan para deter1ninar su filiación l1ispanicida; se iniciaba así la lucl1a escisípara c111e c11Jminaría con las hazañas n1odernistas de Rubén
Darío.
El iconoclasta aristócrata, lapso de felonía clasista, no hacía inás que adscribirse a la corriente regenerativa que entre
1880 y 1890 bañaba sin distinción de latitudes las costas americanas; desde Lugones, Rodó y Herrera y Reissig en el meridión hasta Gutiérrez Nájera, Asunción Sil,ra y Gómez Carrillo
( l •t)
G. P., l\il., Páginas Libres, Vi gil, 1890, pp. 107 a 127.
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3 5 91 2
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r el Norte una única voz ensayaba nue,"os acentos para la
po
'
,.,
,
americanidad en trance. Espana, en tanto, se consum1a en su
propia clorosis de la que la sal,~ar~an los provi~~nci~les \1 aron~s
de la Generación del 98; hasta donde concurr10 la Jº'"en America a revitalizar el encanijamiento peninsular, es aspecto ya
ampliamente debatido.
En el proceso formativo de la estética e ideología pradianas resulta fundamental el deslinde de las influencias habidas;
ya durante la estada en la hacienda de Mala
primera j11,"ent11d
repudia la rectoría que sobre los bohemios del Club
Literario ejercían los románticos españoles, prefiriendo a éstos
los clásicos consagrados: Santillana, Manrique, Juan Ruiz, Gonzalo de Berceo, Arcipreste de Hita, Fernando de Rojas, Gra·
cián, Teresa de Jesús, Cervantes y Quevedo
este último,
por sobre todos, su predilecto
. Sorprende comprobar la afinidad selecti''ª que unimisma a González Prada con Palma;
el tradicionista también re,·erenciaba a los maestros castellanos,
a los que aprendiera a gustar durante un obligado y fructífero
interregno en las Islas Chincha, siendo sus mentores por excelencia Cervantes y Quevedo. Lo que difiere en ambos escritores es la declinación subjetiva que responde a un mismo estímulo; así lo ha destacado Luis Alberto Sánchez: ''El Quevedo
a quien sigue Prada es el moralista; el que sigue Palma es el
picaresco. Prada también admira a éste, pero no lo confiesa a
viva voz, sino a la sordina del nombre supuesto o del anónimo.
Y es que hay una diferencia básica entre ambos escritores peruanos: Prada era un pudoroso; Palma un travieso, a menudo
literariamente impúdico''. 15
El rechazo de González Prada hacia algunos coetáneos
peninsulares se ejemplifica en su desdén por Selgas, Valera,
Castelar, Núñez de Arce y Pereda. En Páginas Libres incluirá
sendos ensayos sobre V alera y Castelar de los que saldrán ambos maltrechos y cojitrancos. Del p1·imero opina 16: ''Yo que
soy un poco escéptico, dice a menudo. Cada uno está en su
derecho para creer o no creer lo que se le antoja, y muchos no
,
.
.
.
creeran seme1ante escept1c1smo, como no creen el republicanismo de Castelar. Diez contra uno se puede apostar que Valera se hace cruces al abrir la boca y bendice el plato antes de
. . ( 15 ) SÁNCHEZ, Luis A., La Literatura Peruana, Editorial Guaranís, Asun·
c1on del Paraguay, s/ f., Tomo VI, p. 155.
(16) G. P., M., Páginas Libres, Valera, pp. 215 a 227.
-
16 -
�meter la cuchara''. ''Lo seguro es que la teomanía y la cristolatría resaltan en sus obras. Todo es Dios, en Dios, con Dios,
por Dios y para Dios; y en todo, con todo, por todo y para
todo está la divina Providencia''. El pretextado escepticismo
valeriano, pru1·ito intelectivo de una naturaleza precavida, lo
hace reaccionar: ''Si Valera no niega ningún dogma, si hace
gala de buen católico, si ahoga por el Syllabus, si hasta padece
del odium teologicum contra el hereje y el impío, ¿de qué duda?'' Le disgusta la intención socarrona y la pretensión infe1·iorizante de las Cartas Americanas en las que ''considerando
con razón a España como nuestra madre y creyendo posible
nuestro regreso a la vida de feto, quiere convertirse en cordón
umbilical''. En cuanto al estilo: '' ... V ale1·a confiesa con señoril desdén que escribe por sólo divertirse y divertir a sus
lectores. Lo segundo no sucede siempre: muchas veces narcotiza con sus frases pesadas y monótonas con10 tertulia de viejos
que bostezan, cabecean y hasta roncan''. ''Su estilo carece de
empuje masculino, de sabor medular, y todas sus obras parecen
vertebrados con el hueso conve1·tido en gelatina''. Sin embargo,
fijando un contén a su exaltación y reconociendo con equidad
lo que considera justos valores, admite que ''Valera se impone
como traductor'' y que ''sus traducciones cortas de Uhland y
Goethe, principalmente las hechas en romance octosilábico,
rivalizan con los originales''.
Con Castelar 17 llega más lejos a~n la diatriba, trasponiendo
en discutible arrebato apreciativo
el claustro de
la valoración crítica: ''Niño por sus capricl1os, l1embra poi·
sus veleidades, no expresa el vigor del ca1·ácter varonil''. ' 'Todo
en él prueba la atrofia de los órganos viriles o la perversión
del instinto genésico''. Aquí lindamos ya con la inquina personalizada; no nos extraña este desborde en un temperamento
singularizado por su altísimo coeficiente emocional. En el plano especulativo considera que ''cansa por la amplificación interminable de los mismos pensamientos, y hace sonreir con su
lenguaje sesquipedal, heteróclito, abracadabrante, palingenésico,
caótico, supe1·planetario y cosmogónico'' (más adelante nos referiremos a la adjetivación en González Prada) ''habiendo convertido el idioma castellano en orquesta cosmopolita y churrigueresca''. Le niega convicciones firmes y misionil jerarquía
( 17)
G. P .• l\iI., Páginas Libres, Castelar, pp. 228 a 234.
-
17 -
�''con un fraO'tnento de sus libros se refuta lo que se prueba
pues
o
,,
hº
· d
con un trozo de 811s discursos'', es un capuc
,, extra,
, 1a
, . 1no
,, o
en la política: l1a con,'ertido la. trib11na en pt~1pito . y S(~1º. p~see la '\"erbosidad inagotable sm el razona~1ento 1rr~s1st1hle .
En una palabra: Castelar reed_it~ en ~l á1n.b1to orator1? el pauperismo medular y la pon1po.;1dad i·e1terat1'\ a que definen a la
total producción metropo!ítana.
.
Prosigamos con el análisis de las fuentes integradoras. Alemania le ofrece el caudal del ron1'.-lnticismo nórdico (no deformado por la ~~omodación hispano-g~la) con el que se familiariza mur joven aún, gustando y trad11~iendo lieds y haladas
de Goethe, Scl1iller, Heine, Cha1nisso, Korner, Rückert y ' ron
Platen; de Inglaterra, celebra a Byron, Shelley y Ripling; de
Italia, gusta a Carducci.
Pero el magisterio rector
tramontado el juvenil sajohabría de venir de ''la cara
nismo de impostación chilena
Lutecia''; el ''pictoriciRmo de las originalidades revolucionarias'' (Flaubert, Rugo, Ga11tier, France, Met1des, Leconte de
Li~ le) caducara ya su supuesta validez, mas permanecían irra\.~iando la claridad, la tra~cendencia y la g1·avitación del pensamiento frances en el dominio creativo (desde Ronsard y Du
Bellay a Baudelaire y V e1·laine) y en el campo especulati,~o
(de V()ltaire y Diderot a Comte y Renan). Esta corriente es
la que pri,~ará en González Prada y a la que dedicará el
mayor tiempo de las lecturas que efectúa hasta 1884 (término
de la ocupación chilena) ; la actitud crítica de la generación
francesa de 1850 lo ganará definitivamente 01·ientando su pensamiento bajo la égida de Michélet (racionalista histórico),
Comte (positivista), Taine ( dete1·minista), l{enan ( criticista)
y Guya11 (idealista). El positivismo, que adopta como patrón
filosófico, reencuentra en González Prada simila1·es d~sánimo
y afán revisionista a los que ahona1·an en Francia su florecimiento; el año terrible de 1871 (Sedan) tiene su réplica
si
no dúplica
en el 1881 peruano (Chorrillos, Miraflores) ;
en ambos casos fue necesario pugnar por un resurgimiento y
una reestructuración de las fuerzas nacionales, y en esta tarea
la amargura de Don Manuel se vio atemperada por el soplo
estimulante de Guyau. ''Cuando llegue la ho1·a oportuna, cuando resuene el clarín y nuest1·as guerrillas se desplieguen por las
más humildes provincias de la República, el Perí1 contemplará
una cruzada contra el espíritu decrépito de lo pasado, una
1
1
-
18 -
�guerra contra todo lo que implique retroceso en la Ciencia,
en el Arte y en la Literatura''. ''La palabra que se dirija hoy
a nuestro pueblo debe despertar a todos, poner en pie a todos,
agitar a todos, como campana de incendio en avanzadas horas
de la nocl1e. Después de San Juan y Miraflores, en el cobarde
abatimiento que nos envilece y nos abruma, nadie tiene derecho
de repetir miserias y puerilidades, todos vivimos en la obligación de pronunciar frases que levanten los pensamientos y
fortalezcan los corazones''. 18
•
111
SUS IDEAS POLITICAS Y SOCIALES
Rufino Blanco Fombona en el estudio que, como limen
de Figuras y Figurones, traza sobre González Prada nos hace
notar que: ''Aquella suavidad de la raza, por lo menos en parte
del país, que ya notaron Unanue y Humboldt desde el siglo
XVIII, puede explicar la siguiente observación: no hubo en
Perú, ni menos en Lima, hasta Chocano, un poeta épico''. Más
adelante: '' ... el Perú puede considerarse como el único país
de Hispano América que no ha producido un gran ca1·ácter
en la política: ni un gran caudillo, ni un gran tirano''. 19
No opinaremos sobre la posibilidad decisiva o coadyuvante de la incidencia climática, pero hay una realidad irrefutable que señala el propio Prada: ''Por más que chillen los
fraguadores de leyendas heroicas, los peruanos fuimos incapaces de sacudir la dominación española. Necesitamos del auxilio ajeno para consumar la independencia; y sin Bolívar y
Sucre no habríamos tenido Junín ni Ayacucho''. 20
La ausencia de una personalidad histórica de subyugante
magnetismo (a la manera de Bolívar, San Martín, Artigas, Juárez o Pedro 11) o de un carácter cimero y conductor (según
el módulo de Martí, Hostos, Alberdi, Montalvo o la escuela
''mineira'') explica la pervivencia de la ejecutoria hispánica y,
a .la par, destaca con vívidos perfiles, en el mediorrelieve nacional, la antecedencia augural de González Vigil y la concreción restallante del pensamiento ideoclasta ~onzálezpradeano.
( 18 )
45 y 56.
( 19)
G. P., l\il., Páginas Libres, Discurso en el Teatro Olimpo, 1888, pp.
BLANCO Fol\tBONA, RuFINO, Estudio Crítico, pp. 46 y 47, en Figuras y
Figurones, G. P. l\I., Tipografía de Louis Bellenand et Fils, París, 1938.
(20 ) G. P., l\il., Prosa A-1 eriuda, Por mano ajena, Ediciones Imán, Buenos
Aires, 1941, p. 88.
-
19 -
�eon e'l se ab r e
paso la ,,iolencia 1nisionil en d,
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político, la voz rasante, demo~edora y para 011cam~nte rev1tadon
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tagogo de las rei,rindicaciones po~ulares. . orge , anac ia 1clio que su sentido 1nístico-pa11te~sta lo .11npu!so a li~cl1ar por
una patria mejor, ya que no pod1a elud1~ el imperativo de su
¡11 terli"azón con los elementos de la u111dad absoluta; Carlos
Garcíaº Prada afirma: ''Era la ' rolt1ntad de América en trance
de iniciar su carrera histórica, libre e independiente de las
normas culturales del viejo mundo. Era la conciencia religiosa
de Amé1·ica''. 21
·
Impulsado por un patriotismo exaltado
como lo entiende la crítica somera
, por un impostergable misticismo
ético o por su emocionada comunión con la desdichada condición humana, el hecho es que se lanzó al fragor de la procelosa lucha tribunicia. Dicha orientación política fue catalizada por la acción de las circunstancias qtte actuaron en el
Perú de 1880. Es una evidencia el que pese a la gravitación
política de su obra, ésta es esencialmente la resultante de una
elaboración literaria; en González Prada lo circunstancial es
la respuesta a la peripecia ambiente, lo medular su posición
estética. Ni en Propaganda y Ataque (1888), ni en Páginas
Libres (1894), ni en Horas de Lucha (1908) hallamos la ver·
tebral definición de una p1·ogramación sociopolítica; sólo se
manifiesta el fustigador espontáneo que reacciona con impremeditada virulencia ante los errores del medio. Propaganda y Ataque dedica una primera parte a definir su militancia anticaíÓ·
lica; en la segunda, desgrana una sucesión de pincelazos den11nciatorios, afectados todos por la transitoriedad de las situaciones
apuntadas. El ensayo que podía haberse ,~alidado por la exposición de una actitud doctrinaria, La Unión Nacional, se diluye
en una inconcreción inoperante. Páginas Libres y Nue'Vas Páginas Libres (póstumas, 1937), i·eiteran la compilación de ensayos, viéndose desmerecidas por una dispersión temática que
se agudiza
explicablemente
en las últimas. Sobresalen
del prim~~ volumen los ensayos sobre Renán y Castelar, y del
segundo El verso de nueve sílabas'', estudio en el que Gon·
( 21} GARCÍA PnADA, CARLOS Antología Poética, Editorial Cultura, México,
1940, Introducción, p. XXVI.
'
-
20 -
�zález Prada expone sus indiscutibles conocimientos ortométricos e infalible intuición rítmica.
Horas de Lucha con su exhaustivo y demoledor enjuiciamiento de las categorías rectoras es, en mucho, el libro mejor
estructurado
orgánica y funcionalmente
que produjera;
hay allí una seria y sostenida inspiración enjuiciatoria. Se destacan por su sentido y logro los dos trabajos finales ''Nuestros
Indios'' (al que i·eferiremos más adelante) y ''Política y Religión''. En éste establece con claridad la fusión simbiótica entre
ortodoxia religiosa y conservadorismo político: ''los ve1·daderos
ortodoxos se declaran abiertamente conservado1·es en todo'', llegando a(1n más lejos: ''los buenos católicos trabajan por someter la política a la religión, por colocar el Estado bajo la dominación de la Iglesia''. 22
En toda su obra no hallamos resonancia para la programación estructural que definiera la plataforma de la Unión
Nacional (Declaración de principios de la U1iión Nacional ·
1891). Además el propio Mariátegui afi1·ma: ''El programa del
Pa1·tido Radical, que por otra parte no fue elaborado por González Prada, queda como un ejercicio de prosa política de un
''círculo literario''. 23 El partido mismo surge por imperio de
las circunstancias: ''El Círculo Literario, la pacífica sociedad
de poetas y soñadores, tiende a convertirse en un centro militante y propagandista''. 24 Jamás supusieron los contemplativos
fundadores del Círculo
cuya finalidad fuera contrarresta1· el
influjo del Cl1ib Lite1·ario, conservador y oficialista
, l1asta
dónde l1abrían de ser impulsados por los acontecimientos.
Mariátegui p1·osigue: ''Si González Prada no hubiese nacido en un país urgido de reorganización y moralización políticas
y sociales, en el cual no podía fructificar una obra exclusivamente artística, no lo habría tentado jamás la idea de formar
un pa1·tido''. 25 Este aserto está ª'ralado por la tónica de introversión y retiro que domina los momentos cruciales de su vida:
enclaustramiento cuando la ocupación chilena, alejamiento del
nuevo partido y estada en Europa, prematura renuncia de su
candidatura presidencial, definitiva dese1·ción de las filas unionistas y dimisión de su cargo en la Biblioteca Nacional al ascender al pode1· el coronel Benavides.
( 22)
(23 )
(24)
(25)
G. P., 1\1., I/ oras d e Lucha, I>olítica y re ligión, pp. 219 y 222.
c.,
op. cit., p. 194.
G. P., 1\1., Páginas ljibres, Discurso en el Teatro Olimpo, p. 43.
MARIÁTECUI, JosÉ C., op. cit., p. 194.
l\ifARIÁTECU l, JosÉ
- 2l -
�Don Manuel era un esteta elitista al que su l1umanismo
pánico arrancó de la quietud medita~iva para ~rrojarlo a la
balumba ciudadana ; una ' ez en el trafago, se dio de lleno a
la tarea remo,·edora: '' ... los troncos añosos y carco1nidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo y su fruta de sabor
amargo. ·Que vengan árboles nuevos a dar flores y frutas nue· · a la tum b a, 1os 10,·enes
.,
vas! ·Los' v1e1os
a l a ob ra.''' 26 Renunciam~s, por considerarla obvia, a la enumeración de las amar.
guras que el apotegma final causaría a don Manuel. En el
Olimpo dijo: ''Los mal nombrados pa1·tidos políticos del Perú
son fragmentos orgánicos que se agitan y claman por un cerebro. . . Ninguno de nuestros hombres públicos aso1na con la
actitud vertical que se necesita para seducir y mandar ... '' 27
Estaba abierto el fuego e iniciada la brega partidaria; \ eremos
que sin renunciar a su posición radical
y antes bien, robusel purismo doctriteciéndola hacia las extremas izquierdas
nario le hace abandonar las filas del Partido (en 1902, con
motivo de las transacciones pactadas cuando la elección de delegados a la Junta Electoral) entregándolo a una prédica desesperanzada y mínima en ci1·cunstanciales periódicos oposicionistas.
Otra lucha, ésta lateral, estéril y lamentable, se producirá
con Palma, como derivación del discurso del Olimpo ( '' ... en
la prosa reina siempre la mala tradición, ese monstruo engendrado por las falsificaciones agridulcetes de la historia y la
caricatura microscópica de la no,·ela'') , amargando gratuitamente a ambos maestros y haciendo c1·isis con los ribetes farsescos de la sucesión bibliotecaria.
Dijimos que su militancia es sólo un episodio que se cierra
en 1902 al alejarse de la Unión Nacional; habiendo comenzado
por profesar un liberalismo romántico termina en el mayor
desen,canto: ''Reconocida la insuficiencia de la política para
realizar el bien mayor del individuo, las controversias y luchas
~obre formas de gobierno y gobernantes quedan relegadas a
segundo término, mejor dicho, desaparecen''. 28 Ve en ella
~na fuerza opresora que coarta la libertad individual: ''La política ~s una religión sólidamente organizada ... '' En forma paulatina se incorpora al anarquismo vaticinando su triunfo por el
1
7
(26 )
(27)
(28)
G. P., 1\1., P~g~nas L~brcs, Di scurso en el Politeama, p. 79.
G. P ., l\l., PagLnas Libres, Discurso en el Teatro Olimpo, p. 50.
G. P., l\!I., Horas d e Luchas, El intclcctt1al y el obrero, p. 52.
-
22 -
�camino de las i·ef ormas sociales: '' ... todos los que se inte1·esan
por la resolución de los problemas sociales, estudian seriamente
la anarquía ... '' 29 Esta es la consecuencia de su exaltada concepción individualista que lo lle,·a incluso a predicar el ejercicio de la violencia: ''Na die toma en serio la afirmación de
q11e ''la paz descansa hoy en bases inconmovibles'' y que ''la
era de revoluciones ha terminado ya en el Perú'': nadie lo
cree ... '' 30 ''Sublevémonos contra la Ley, procedamos sin mie. .
·
do n1. contempor1zac1ones.
. . '' ''No aguar d amos a que de arr1l,a nos otorguen (le1·ecl1os 11i libertades''. 31 (Según la escuela de
Jung podríamos especular la1·gamente sobre el resentimiento
escapista que denuncia esta faceta disolvente y nociva de su
apostolado). Sobrepasando las huellas de Reclus, Grave, Kropotkin, Jaurés, Faure y Bakunin arriba a un ana1·quismo integral ( recl1aza tanto el socialismo como el comunismo, por la
subordinación que decretan del individuo a la mayoría colecticia) que concilia el positivismo co111tiano (despojándolo de
sus resabios teológicos) y el evolucionismo dar,vinista ( reconociendo el derecho individual frente a la prevalencia de la especie).
l1nbuido por el espíritu positi,·ista de la época rinde culto
a la ciencia y a la razón, y desemboca así por el ca1n i110 del
liberalismo en la utopía anarquista. Su 1·acionalismo y cientificis1no son de cepa revol11cionaria y, por ende, antag<)nicos a la
co11cepción b1trguesa del siglo XIX; pero, sin embargo, no cae
en el exceso de un criticis1no nil1ilista. Aquí estriba una de sus
divergencias básicas con Renán, cuya a11toanulación por exacerbamiento analítico hiciera notar: ''Todos los defectos de Renán se explican por la exage1·ación del espí1·itu crítico; el temor
de engaña1·se y la manía de cree1·se un espíritu delicado y libre
de pasión, le hacían mucl1as veces afi1·mar todo con reticencias
o negar todo con restricciones, es decir, no afirmar o negar todo
con restricciones, es decir, no afirmar ni negar y hasta contradecirse, pues le acontecía emiti1· una idea y en seguida, valiéndose de un pero, defender lo contrario''. 32 González P1·ada
sintió la necesidad de adopta1· p1·ovisionalmente el '' estado de
duda'' para alcanzar en definitiva una formulación positiva,
(29)
(30)
( 31 )
(32)
G. P., l\f., Prosa M enuda, La anarquía, p. 241.
G. P., l\I,, Prosa Jt.lenuda, ¿Es el cotnicnzo?, p. 181.
G. P., 1\1., Propagancla y Ataque, El esrritor y la ley, pp. 200 y 202.
G. P., 1\1., Págirias Libres, R cnán, p. 210.
-
23 -
�repugnándole tanto la matización indecis~ del b.retón como ~u
aristocratismo. Pese a ello acataba su mcuest1onable magisterio: ''En 1891 y 1892 asistí a sus lecciones bisemanales [en
el Colegio de Francia] : l?~ sábados a la c~ític~, de las l~yendas
relativas a Moisés, los m1ercoles a la expl1cac1on del Libro de
1sai'as'' . 33
También disiente con la concepción aristocratizante de
Nietzsche, pero en cambio comparte con éste la rotundidad de
la expresión y la creencia en la providencialidad del superhombre; esto último como consecuencia quizá de la ausencia,
dent1·0 del panorama peruano, de una figura con relevancia
excepcional.
Su prédica por las reformas sociales, como sustitutivas de
las transformaciones políticas, lo enraíza directamente con el
gran problema americano de la reivindicación indígena; el vergonzante despojo que agobia uniformemente la conciencia del
mundo hispanoamericano arranca a González Prada sus acentos
más since1·os y le permite exponer sensatas apreciaciones sociopolíticas: '' . . . desde el arribo de los blancos a las costas del
Perú surgió una de las más graves cuestiones que agitan a la
H11manidad, la cuestión étnica: dos razas se ponían en contacto, y una de ellas tenía que vencer, oprimir y devorar a la
. ' in
. d'igena una cr1s1s
..
ot ra''. ''No veamos, pues, en la cuest1on
provincial y pasajera sino un problema nacional y permanente''. ''En el Perú existen dos grandes mentiras: la República y
el cristianismo''. 34 ''El Ministro i·ecomienda ''estudiar en cada
localidad la forma más eficaz de combatir el alcoholismo, aplicando con sagacidad las medidas que mejor conduzcan a modificar el carácte1· de las fiestas populares y a reducir
hasta
suprimirla
la pa1·te de salario que se paga a los indios en
aguardiente''. ''La taberna es hermana del Estado; para el f. isco, todo bebedor consuetudinario representa un capital que
rinde subidos intereses''. 35 Pero donde su pensamiento alcanza
máxima jerarquía es en Nuestros Indios, profundo trabajo en
el que se patentiza seria información sobre las teorías étnicas,
la r~a~dad indígena nacional y las posibilidades válidas para
mod1f1car una lacra tradicional. ''La República sig11e las tradi1
G. P., 1\1., Nuevas Páginas Libres, Junto a Renán Ediciones Er~ illa
Sant1ago de Chile, 195 7, p. 118.
'
,
(34) G. P., M., Prosa Menuda, El problema indígena, pp. 155 y 156.
.<33)
(35)
G. P ., M., Prosa ft.1enuda, La cuestión indígena, p. 116.
-
21 -
�ciones del Virreynato''. ''Las autoridades que desde Lima imparten órdenes conminatorias a los departamentos, saben que
no serán obedecidas''. ''Si en la costa se divisa un vislumbre
de garantías bajo un remedo de república, en el interior se
palpa la violación de todo derecho bajo un verdade1·0 régimen
feudal''. ''El indio recibió lo que le dieron: fanatismo y aguardiente''. ''Moralmente l1ablando, el indígena de la República
se muestra inferio1· al indígena hallado poi· los conquistadores. En todo caso ¿sobre qt1ién gravitaría la culpa?'' ''La
cuestión del indio, más que pedagógica, es económica, es social''.
''Si el indio aprovechara en rifles y cápsulas todo el dinero que
desperdicia en alcohol . . . cambiaría de condición''. ''Al indio
no se le predique humildad y i·esignación sino orgullo y rebeldía''. ''Mientras menos autoridades sufra, de mayo1·es daños se
liberta''. 36
.
Su indigenismo, pues, está pola1·izado por el positivismo
económico y gravita según estas dos coordenadas: reivindicación por la violencia y racismo social. El primer postulado se
inserta en el anarquismo militante cuya revisión ya efectuáramos; en cuanto al nuevo concepto racial, es de observar que
se fundamenta como antipodal al criterio clásico de raza biológica. He aquí una innovación: ''raza social'' (en función de la
disponibilidad personal) que hará época en la sociografía peruana, y sobre la que nos dice Sáncl1ez: '' La generación de
Prada no se percató del valor de tal concepto. Fue preciso que
lo removiera y promulgara V. R. Haya de la Torre (Por la
Emancipación de América Latina, 1927, donde recoge la idea
expresada en fecha anterior por el mismo Haya). De ahí la
tomó Ma1·iátegui (Siete Ensayos . .. , 1928). Más tarde, la modifica Erasmo Roca (La clase india, 1933), sustituyendo los
vocablos. El biólogo letón-chileno Alejandro Lipschütz ( lndoamericanismo y raza india, 1937) amplía el comentario, sin
mencionar, por obvias razones políticas, a Haya y muy poco
a Prada''. 37
En una palabra, a González P1·ada debe el socialismo pe1·uano la concepción sobre la que basa su actitud ante el más
grave problema que trastorna al país: la incorporación a la vida
naciona~ de las tres cuartas partes del material humano.
(36)
( 37)
G. P., M., Horas de Lucha, Nuestros indios, pp. 198 a 214.
SÁNCHEZ, Luis A., La Literatura Peruana, Tomo VI, pp. 160 y 161.
-
25
-
�La prédica social se amplific~ . en la co~stante y sincer_a
denttncia de las debilidades y los "~1c1os qt1e 1n1naban a las entidades administrati, as y sociales; los juicios tajantes y descarnados adquieren la condición de anatemas irrebatibles.
Ejemplifiquemos somera1nente:
''El pueblo peruano padece la nostalgia de la esclavitu d ... ''
''Lima, ... l1ojarasca y pura vanidad, aldel1uela con 1111mos de ciudad ... ''
''Desde la escuela nos aleccionan para sólo ganar el
. l o ... ''
c1e
''La educación oficial quedaría figu1·ada, exactamente, por
una serie de circunferencias con radios desiguales y un mismo
centro, fijo, intangible y sag1·ado: el Catolicismo''.
''En nuestro desquiciamiento general, la pluma tiene la
misma culpa que la espada''.
''El Perú no cuenta hoy con un literato que por el caudal
y atrevimiento de sus ideas se remonte a la altura ... ''
''Los mal nombrados partidos del Perú son fragmentos
orgánicos que se agitan y claman poi· un cerebro . . . ''
''Repitámoslo: nosot1·os en vez de comunicar la civilización
nos hallamos en condiciones de mendigarla ... ''
Nos suministra p11es la den11ncia i·ecia sin apunta1· la forn1a
operante, aunque es tangible su bien intencionada orientación.
Ello no obstante, está lejos de merecer absolución por la ausencia de efectividad constructiva, como opina cierto sector de la
crítica; su tarea revisionista fue integral y certera pero se detuvo en el dintel de la fase afirmativa.
1
IV
POSICION RELIGIOSA Y ETICA
La exaltación del ser
por sobre el canon comunitario
- que lo llevó al humanismo socio-anarquista, hace que anteponga el individuo a la especie, confiando en el ilímite conocimiento humano y en el libre albedrío:
''De todas las lucl1as ninguna como la emp1·endida por la
inteligencia para descubrir la verdad, ¿quién pone límites a las
conquistas de la Ciencia?'' 38 ''El librepensamiento, ejercido con
[semejante] amplitud de miras, deja de ser el campo estrecho
( 38 )
G. P., 1\1., Nuevas Páginas Libres, ¿Qué hacer?, p. 88.
1
26 -
�donde únicamente se debaten las creencias religiosas, para convertirse en el ancl1uroso palenque donde se dilucidan todas las
cuestiones humanas, donde se ahoga por todos los derechos y
por todas las libertades''. 39
Aquí está ya delineada su profesión ético-religiosa: ''La
ciencia es la única vía para ensancl1ar el campo cognoscible,
debiéndose desechar los principios teológicos y metafísicos''.
'' ... pues mientras la Ciencia observa los fenómenos y estudia
sus d.e pendencias o conexiones para inducir la ley, la Religión
establece una ley a priori y en seguida quiere someter a ella
los fenómenos''. 40
Pero las premisas de la ciencia son susceptibles de modi.
f icaciones; poi· ende, es necesario proceder <'autamente adoptando una posición de crítica dubitativa: ''No someternos a sistema alguno de verdades definitivas, sino regirnos por una sucesión de verdades provisorias, viviendo listos a dejarlas, como
se deja una ropa envejecida o un bastón gastado por el uso''. 41
(El 1nismo concepto se vierte en Un Rato de Filosofía).
Esta cautela lo salva del agnosticismo.
Su meta estriba en la utilización, con fines sociocráticos,
de las verdades logradas, p1·ope11diendo así a la elevación de las
condiciones nacionales. Arriba, de este modo, por el camino del
cientificismo positivista, a la sociedad anárquica en la que la
er<lad, guiando a los individuos, los adecúa por i1nperio del
amor y de la justicia.
\
1
En el plano ético, y según su convicción científico-racionalista, cree que las directrices deben provenir de la inteligencia l1umana, coincidiendo en líneas generales con Guyau
( Esquisse d' une morale sans obligation ni sanction), aunque en
éste la expansión individual llega a ar111onizarse con el núcleo
social. Reniega Prada de la compulsión pretendidamente mo1·a ..
lizante ejercida por los dos f1·enos máximos q11e coa1·tan al individuo: el Estado y la Religión. Quiere una conducta ética arreligiosa
liberada de la sanción u:traterrena
y antihu1·guesa
- exenta del freno penal . '"El l101nhre ema11cipado no '\·ene1·a
ni respeta códigos, mas p1·of esa una moral: proceder conforme
a sus ideas sobre el Universo y la Vida''. ''El Estad'l con sus
( 39)
( 40)
( 41)
G. P., l\I., Horas d<> Lucha, Librepensamiento de acción, pp. 41 y ·15.
G. P., M., Nuevas Páginas Libres, Catolicismo y ciencia, p. 53.
G. P., 1\-1., JVuevas Páginas Libres, Los Viejos, p. 113.
-
27
-
�,
.
con sus amenazas post11mas: no corrigen
1eyes penales ' la Iulesia
0
b.blº
·
'dº
· moralizan· la l\'Ioral no se alberga en 1 ias n1 co igos, sino
n1
,
h
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en nosotros mismos: hay que sacarla del om re .
De lo expuesto no debe deducirse ateísmo en González
Prada pues él mismo nos lo confiesa: ''En fin, no importa si
nos llaman ateos porque de la ciudad humana desterramos la
Metafísica y la Teología, o nos acusan de escépticos porque
sonreímos ante las puerilidades seniles de la religión: no cabe
ateísmo cuando en lo íntimo del alma se rinde culto a la justicia; no hay escepticismo cuando se tiene fe en la redención
de la Humanidad por la ciencia''. 42
A esto va unida una tolerante comp1·ensión para con los
sinceros creyentes, como acatamiento de su pregonada libertad
de pensamiento: ''Sólo el fanático marca una línea divisoria
para estimar como buenos y dignos de respeto a los enuncia.
dores de una doctrina, como malos y despreciables a los defensores de la contraria. Al homb1·e de buena fe. . . se le descubre
por la lógica en las acciones o conformidad de la vida exterior
con la vida interior: toda sospecha de mala fe se desvanece
cuando los hechos representan una materialización de los principios''. 43
Reacciona sólo contra el fanatismo y la intolerancia: ''Nada
tan hermoso como el respeto a las convicciones ajenas ni tan
laudable como la armonía de los espíritus animados por ideas
antagónicas. ¿Quién suscita1·ía polémicas religiosas si el Catolicismo fuera pacífico y conciliador? Como se distingue por la
agresividad y la intolerancia, como nos amenaza con reducirnos a la condición de parias intelectuales, nos hallan1os en la
necesidad de oponernos a s11 dominación''. 44
Su actitud ante el cristianismo primitivo es de asentimiento
en lo que la doctrina tiene de aspiración socializante; Cristo
se le aparece como cimera figura humana: ''En resumen, se
puede admitir la realidad histórica de Jesús, afirmando que
en un pueblo de Judea, sin que se consiga marcar precisamente
la fecha, surgió de las últimas capas sociales un hombre extraordinario que predicó la unidad de Dios, la inmortalidad del
alma Y algunas veces la solidaridad humana''. ''Si moralmente
Jesús conoce iguales y no superiores, no sucede lo mismo in te(42) G. P., M., Propaganda y Ataque, La ciudad humana, pp. 130 y 131.
(43 )
P., M., Nuevas Páginas Libres, Un rato de filosofía, pp. 79 y 80.
(44)
· P., M., Propaganda y Ataque, El enemigo, pp. 20 y 22.
g·
-
28 -
�lectualmente . . Al divinizarle se le empequeñece: de un hombre muy grande se hace un Dios muy pequeño''. 45
Por el contrario, detesta la trayectoria católica porque
afecta la libre determinación del l1ombre
"'La Religión a la vez que a la pasividad, tiende a la unif ormitlad. Un pueblo donde todos los hombres pensa1·an de
igual manera y creyeran lo mismo, donde no surgiese la menor
discrepancia intelectual ni moral, sería una serie de autómatas
en la misma posición y con el mismo gesto, un museo de organismos petrificados en idéntico período de su desarrollo. Según
la misma religión, ''el creyente es la oveja de un rebaño''; el
pensador libre, el sabio, es el hombre en la más noble acepción
de la palabra''. 46
propende a la coalición despótico clerical
'' ... el Catolicismo figura como el aliado inevitable de
todos los opresores y de todos los fuertes; donde asoma un
tirano, cuenta con dos armas: la espada del militar y la cruz
del sacerdote''. 47
y ostenta una constante de retrogresión histórica
''Mientras Alemania, Inglaterra y Estados Unidos exhalan
una atmósfera de vida, España y las Repúblicas Sudamericanas
11ieden a cementerio''. 48
Si se desea vincular a este heterodoxo con alguna mística,
preciso es encauzarlo dentro de un panteísmo de corte naturalista al que lo condujera su animismo trascendente; ésta es
la esencia que no alcanzó a aprehender Mariátegui cuando afirma: ''González Prada predecía el tramonto de todas las creencias, sin advertir que él mismo era predicador de una creencia,
confesor de una fe. Lo que más admira en este racionalista
es su pasión. Lo que más se 1·espeta en este ateo, un tanto pagano, es su ascetismo moral. Su ateísmo es religioso. Lo es,
sobre todo, en los instantes en que parece más vehemente y
más absoluto''. 49
( 15)
y
G. P., 1\1., Nuevas Páginas Libres, Jesucristo
y su doctrina, pp. 23 - 24
25.
(46)
(47)
(48)
( 49)
G. P., 1\1., Nuevas Páginas Libres, Catolicismo y ciencia, pp. 55 y 56.
G. P., M., Horas de Lucha, Política y religión, p. 217.
G. P., M., Propaganda y Ataque, El enemigo, p. 25.
MARIÁTECUI, JosÉ C., op. cit. p. 196.
-
29 -
�V
PAl\'0RAA1A DE LA ESTJLISTICA PRADIANA
Hemos ceñido nuestro enfoque al análisis de la creación
en prosa, como consecuencia de nuestra orie~tación en el bu,ceo
de las directrices que normaron el pensamiento de Gonza1ez
Prada. Ello no implica un desconocimiento de los ,·alores renovadores e inno,·adores que realzan su labor poética, pero lógicamente ésta no alcanza la significación social y nacional que
logra su cátedra militante. Sin embargo el lir?foro coexiste. en
él, paralelamente al pensador, desde sus primeras tentativas
románticas
recogidas en El Cor1·eo del Perú y El Perzí Ilustrado ( 1869)
o las baladas indígenas compuestas en Mala,
hasta la concreción estética sazonada y epilogal de Exóticas.
Este volumen más que por st1 contenido creati,·o ( 118 poemas
con o sin rima) ' Tale por la formulación de su teoría métrica
tonal basada en los elementos rítmicos ascendentes y descendentes; con ella se aparta del camino hollado por los preceptistas españoles y americanos desde Enrique de Villena y Andrés Bello a nuestros días, y por ella est1·uctura y enuncia orgánicamente sus experiencias originales con rondeles, balatas'I espenserinas, rispettos, laúdes, pantums, estornelos, cuartetos persas, gacelas y polirritmos libres. Mas todas las incorporaciones
con que enriquece el Parnaso peruano no valen lo que la prédica apostolizante., y el sitial en el concierto americano lo ocupa, en definitiva, en función de ésta.
.
Su ubicación temporal queda perfilada en América por
el alejamiento de la promoción romántica (de cuyos rezagos
va desp1·endiéndose) y la premonición de la modernista (cuyas
constantes inaugura) ; en Eu1·opa, media entre la generación del
68 (cuyo radicalismo excede) y la del 98 (de la que lo separa
el positivismo). Como poeta, ya desde 1871, con el cultivo del
rondel y el trioleto (formas han,Tillianas) comienza su tarea innovadora, la que es paralelamente colaborada poi· la adopción
de novedades léxicas al estilo i·ubendariano. Como prosador Y puesto que el género en Hispanoamérica no se define hasta
anticipa, junto con Sarmiento
las P_?Strimerías del siglo XIX
Y Montal~o, la generación de ensayistas que cabalga sobre el
católico tradipaso del siglo. Con relación a Juan Montalvo
cionalista Y antipositivista
debemos hacer notar que ~e destaca, por c~ntraste, la proyección de la figura de don Manuel.
Lo puntualizado sobre su filiación modernista ha sido di'cho
-
30 -
�considerando la polémica que a la sazón se ha arrastrado desde
Isaac Goldberg hasta los últimos trabajos ele Arturo Torres
Rioseco.
Frente a las tendencias en boga su posición se puede esbozar así: tolera el naturalismo como prolongación del romanticismo; simpatiza con el parnasianismo, dada la conciliación
estética que éste propende con los principios científicos y la
objetividad racionalista, y desdeña el simbolismo (cuya revolució11 técnica comparte) lamentando en él la ausencia de una
forn1t1lación renovadora y la disgregante osct1ridad intelectiva.
El abordaje del estilo pradiano nos ofrece el inusual proceso de un escritor que involuciona en su técnica expresiva por
imperio de una adecuación ecológica; las conferencias, ensayos
y volúmenes de la primera época (discursos políticos, Páginas
Libres, Hora~ de Lucha) están pautados por el cuociente de un
público culto, capaz de asimila1· el aderezo especiero y las originalidades st1tiles de un autodidacto de vanguardia.
Allí se regodean: el epifonema clausural
'' ... estimemos el kilate de las acciones indefectibles en
lt1gar de sólo medir los kilómetros de las herejías verbales''. so
la frecuentación histórico-mitológica
''Al sustitui1· el matriinonio a la poligainia, el Helenismo
había elevado a la mujer 11asta el rango de madre de familia;
ama de casa, según la expresión de Homero. Diosas 1·einaban en
el Olimpo, al lado de los Dioses; mujeres, las Peleidas y las
Pitias, anunciaban oráculos divinos en Dodona y Delfos. Mas
el Dios del Cristianismo encarna e11 figura de hoinbre, y el
fe1nenino no l1allc1 cabida en la Trinidad''. 51
el esteticismo de la polivalente captación (parcialmente
inefable)
'' ... a1udimos a la gracia t1·anquila y severa que podríamos llamar bisexual porque tanto se halla en la Melpómene
(lel Lou,rre como en el Apolo del Vaticano. Gracia de lo diminuto y de lo enorme, contenida en una esfinge y en una Tanagra, en un toro alado de l(horsahad y en un fresco de Pompeya''. 52
''En el dombo de San Pedro, en la estatua de Moisés y en
los frescos de la Capilla Sixtina, vemos la poliforme grandeza
(50)
(51)
( 52)
G. P., .i\I., Horas de Lucha, Librepensamiento de acción, p. 42.
G. P., IVJ., floras de Lucha, Las esrlavas de la Iglesia, p. 60.
G. P., IVI., Horas de Lucha, Nuestras glorificaciones, p. 181.
-
31 -
�creadora de l\Iiguel Angel; pero en el C~isto del Escorial, en el
. io de San Bartolomé y en la partit11ra de El Barbero no
t
mar ir
e
ll . . l
.
d scubrimos la fie1·eza de un Ben\'enuto e ini, a tortuosidad
d: un Españoleto ni la avara parsimonia ?e un R~ssini (sic)". 53
y la l11cubración petardera de ambigua estirpe
''En las Uniones Católicas, l1er1nandades o cofradías manejan la batuta algunos clérigos que ingie~e.n ª. ,Príapo en la
Trinidad, concilian la doncellez con la prol1f icac1on de gen1elos
y sir,·en tanto para rodrigones de viudas como para coadjutores
de maridos''. 54
Luego de 1902, sima de las esperanzas radicales y limen
de su rebeldía solitaria y desamparada, la forma tiende paulatinamente a troquelarse en el cuño de los periódicos ultra izquierdistas y de los modestos auditorios laborales a los cuales
se ' 'eÍa confinado el esc1·ito1·. Y a 110 priva el \'erbo alquitarado
y la imagen fáustica, siendo sustituídos por intención y f ormulación descarnadas, aplebeyadas y directas; la nueva orientación
resta a la obra redondez formal, inficionándola con un fragmentarismo de validez marcadamente aleatoria.
El humorismo corrosivo halla caldo propicio en esta nueva
etapa, ahondándose sistemático en la jaculatoria irreverente:
''Quién sabe si al pobre José, que ya no tendría mucho
fósforo en la mollera, le fraguaron la historieta del Espíritu
Santo para obligarle a reconocer un hijo que no habría podido
engendrar''. 55
''Si divisamos una señorona con traje de seda y sombrero
de plumas acompañada de tres o cuatro chiquillos con botines
de hule y ternos de rico paño, no preguntemos a nadie el estado
civil de aquellos envidiables seres: son la comadre y los sobrinos de algún cura''. 56
Reincide en el tema predilecto, profundizando inelegantemente la punzada:
''Quedamos, pues, en que la mejor manera de luchar con
los fanáticos es asestarles de cuando en cuando un buen golpe,
hacernos los distraídos y dejar que cl1illen. Pero tanto como
lanzarles descargas de grueso calib1·e o propinarles sendos vara·
palos en lugar sensible, vale tal vez hincarles con alfileres o azo(53)
(54)
(55)
(56)
g·· P.,P., l'rI.,M., Horas
de Lucha, Nuestro periodismo, p. 85.
Horas de Lucha, Nuestros conservadotes, p. 96.
G. P., M., Prosa Menuda, Por San José, p. 23.
G. P., M., Propaganda y Ataque, Polémicas religiosas, p. 30.
-
32 -
�tarles con ramas de ortiga, es decir, tomarles el pelo para que
todos los l1omhres de buen humor se rían a costa del ídolo, del
dogma y del bonzo''. 57
Finalmente sucumbe ante la contaminación por reflejo,
imponiéndole el auditorio una desoladora vulgaridad. Tal sut.~ede con la pueril parábola del sordo 58 y con las imágenes ''de
combate'', cuya tónica está expuesta poi· la siguiente:
''A los pueblos les sucede con el fanatismo lo propio que
a los niños les pasa con el biberón o la mamadera: viene un
día que los hombres desean masca1· sólido, no cht1par líquido''. 59
La prédica política era el caldo por excelencia para cocer
el gazpacho ramplón y convincente; González Prada da un paso
más en su afán proselitista:
''Constitucionales y Demócratas, Civilistas y Liberales, todos pueden ir en la misma carreta para ser ecl1ados al mismo
basurero''. 60
''Como aparato de navegación aérea, don José [Pardo]
pertenece a los menos pesados que el aire; como legumbre, al
garbanzo; como ave, al pavo de corral. Se arma, hace la rueda,
se mira en el espejo y disfruta de satisfacción inmensa: creerse
pavo real''. 61
''¿El Presidente deberá nombrarse Roequeso? ¿El Perú
merecerá llamarse Ratópolis ?'' 62
También en las admoniciones sociales, indignado por la
anquilosada jerarquización de una aristarquía voraz, no olvida
de abrir puerta ancha a la chocarronería limense:
''Detestamos al gringo, mas lo hacemos de envidia, considerándole un ser superior. El lo comprende bien y lo aprovecha:
de ahí que al desembarcar en nuestras playas, el grumete inglés
se diplome de maquinista y la cocine1·a francesa se gradúe de
modista parisiense''. 63
''En cuanto a los nobles criollos, nacidos aquí por una especie de generación espontánea, baste recordar que brotaron de
la podre colonial como los hongos germinan en el estercolero:
(5 7)
(58)
(59)
(60)
( 61)
(62)
(63)
G. P., M., Propaganda y Ataque, Polémicas religiosas, p. 31.
G.
G.
G.
G.
G.
G.
P.,
P.,
P.,
P.,
P.,
P.,
M.,
M.,
M.,
1\1.,
M.,
M.,
Propaganda y Ataque, Romaña y la prensa, p. 191.
Propaganda y Ataque, El mensaje y Ja providencia, p. 189.
Prosa Menuda, El problema indígena, p. 157.
Prosa Menuda, Instantánea, p. 194.
Propaganda y Ataque, Cuidado con la bolsa, p. 157.
Prosa Menuda, Negreros, p. 170.
-
33 -
•
•
�•
ntiestros condes y marqueses fueron más de una \ ez cebadores
de cerdos y mantequeros . . . '' 64
A,ranzando en el plano del l11nfardismo concept11al que
liemos apuntado, arribamos al1ora a una etapa pradiana c11ya
etioloaía ofrece inusitada complejidad. A lo largo de la obra de
embelesado cincelador de sunt11osos mente.
este ;efinado
factos
nos asalta el sorpresi, 0 y frecuente regüeldo ácido del
zan1hismo gráfico e irre\"erente:
''¡Calma en la enfermería! B11enos católicos, ustedes que
uuarclan su forúnculo en el sobaco, \ i,ran sin arañarse con los
~etodistas qt1e 1Je, an su pólipo en la nariz''. 65
''Esposa de t1n reyezuelo he1·pético, mal oliente y, peor que
todo, genesiado, doña Cristina l1izo de enfer1nera y sufrió grandes amarguras don1ésticas . . . Entrado en su mayor edad, el
lobezno ocupa l1oy un trono donde toda,·ía deben de quedar
algunas manchas de secreciones purulentas y de ungüentos
antisifilíticos''. 66
''Sabemos las crápulas de Alejandro, las depravaciones de
César y los incestos de Bonaparte, como divisamos la verruga
de Cicerón, la nariz de Ovidio, la joroba de Esopo y el cer,ri.
guillo de Nerón. La enfermedad de un hombre y sus amoríos
expli~an muchas veces las aberraciones de sus actos píthlicos:
al Luis XIV de los últimos años no le comprenderíamos sin su
fístula ni su vieja''. 67
''La capital es una bomba aspi1·ante que cl1upa los jugos de
toda la nación, y también una especie de albañal colector o
cloaca máxima donde acuden a reunirse las deyecciones de todas las provincias''. 68
'' . .. merecería1nos ahogarnos en un diluvio de escupitajos
o ser ha1·1·idos por una marejada de sustancias excrementicias''. 69
Esta evidente p1·oclividad cacológica ¿nace poi· imperio de
la adecuación a una ineludible prédica orillera o responde a un
escapismo ínsito en las constantes del Maest1·0? ¿No será reflejo quizá de una consustancial escisiparidad en su índole elitista y estetista? Indicios de una consciente hivalencia antagó·
nica los hallamos en su regusto, a las calladas, por la picardía
1
1
1
1
( 64)
( 65)
(66)
(67)
( 68)
(69)
G.
G.
G.
G.
G.
G.
P.,
P.,
P.,
P.,
P.,
P.,
M., Prosa ll-lenuda, De medio pelo, p. 176.
l\f., Prosa Menuda, Católicos y metodistas, p. 52.
1\1., Prosa Menuda, Cosas de España~ p. 238.
)l., Horas de Lucha, Nuestros licenciados Vidriera, p. 193.
1\-1., Propaganda y Ataque, La Unión Nacional, p. 173.
l\I., Propaganda y Ataque, Romaña y la prensa, p . 196.
-
34 -
�qt1e, edia11a y en el subte1·fugio del seudóni1110 para el alumbramiento acriollado. ¿Cómo suponer qt1e sólo por imperio de factores circunstanciales su1·gió este contra-estilo que salpica la
obra con la estridencia de su disonancia? ¿No había quizá en
el escritor un fondo subyacente, sofocado poi· las presiones culturales, que pugnaba por sus fueros? ¿No vislu1nbra1nos en este
desal1ogo desenfrenado un eco étnico de los excesos mestizos
que bañan la costa?
El problema planteado es uno de los más a1·duos e inexplorados de la creación pradiana y su ap1·opiada elucidación demandaría un estudio particular.
La estilística de don Manuel se caracteriza por el período
breve, incisivo, didáctico, adec11ado a la finalidad pe1·suasiva
que orienta la mayor parte de su p1·oducción. Este escuetismo
formal se fue perfilando con el esmeril de diversas influencias:
modernos de período corto ( Bécque1·, Renán), articulistas (journalistes) europeos, ceñeros tratadistas científicos y propagandistas sociales de izquierda (tan e11 boga entonces) de f 01·ma
se11tenciosa y desg11arnecida. Aun e11 la prime1·a época (''c11lta'')
de su creación es fiel el escritor a la consigna de claridad y
llaneza.
La intencionalidad conceptual es la que esmalta s11 prosa
con aforis1nos y apóst1·ofes orientaclos a azuzar, por la vía sensible, la captación del oyente-lecto1". La senso1·ialidad p1·adiana
se apoya fundamentalmente en la ecuación cinético-visual, produciendo en el sujeto una ' rí,rida I'eacción ideoplástica, de elevada funcionalidad convincente.
A cada paso descub1·imos en él la visualidad ideográfica
q11c nos ejen1plariza con intención lectiva; ya sea en el sancl1esco entre1nés
''Barbero celestial, [el clérigo francés] descañona bolsillos
sin deja1·les pelo de moneda; vampiro de un orden seráfico,
cl1upa sangre sin tu1·bar el sueño del paciente. Despabila el
dinero, dulce111ente, calladamente, insensible111ente, compitiendo con las niñas busconas de Que\ edo en el arte de sacar bolsas
sin dolor. Nadie explota co1no él la vanagloria y \ anidad, ingénitas en el alma de los beatos: con s11 Lourdes y su Sacré Coeur
11ace dadi, oso al G1·an Tacaño, pródigo al Caballero de la Tenaza''. 70
1
1
1
1
(70)
G. P., M., lloras de Luclia, Nuestros inmigra11tcs, p. 167.
- 35 -
�como en la pantagruélica viñeta
'' [El fraile español] Habla. como si excita~a bueyes_o instruyera i·eclutas, acciona como s1 nada~a o partiera un ~e110; no
y
se
atiborra;
no
se
sienta:
se
repantiga
o
se
come: enrolle
o
.
.
.
tiende; al predicar fulmina excomun~ones y ar1·01a tiz~nazos;
al mendigar, arrebata, arrancl1a el dine1·0 y las especies, llevando la sordidez de su codicia hasta el punto de n1aldecir al
moribundo que no lega sus bienes a un testa de la con111nidacl.
Testifica la supervi,rencia de la España medioeval, y constituye
el amalgama de gitano, inquisidor y torero. Al divisarle, aguardamos que transforme el cerquillo en coleta, el l1áhito en banderola, el crucifijo en espada: delante de un altar debe de
parecer un matador al frente de un berrendo''. 71
Este graficismo de la acción no es acompañado por el elemento cromático ya que adolece ante éste de una ceguera casi
total; sus formas tienen relieve pero no colorido: son vo!funenes
animados que se desplazan y agitan en un universo monocromo:
jamás el tono ni el matiz dan la pauta ni el acabado pictórico
.
,
a sus 1magenes.
El sentido auditivo
a diferencia de lo que ocurre en su
producción poética, donde campea una infalible intuición rítmica acompañada de frecuente ''sonorismo'' (ver teoría métrica
en el prólogo de Exóticas)
es débil en la prosa, no siendo
posible destacar efectos tímhricos pese a la búsqueda acuciosa.
Dejando de lado las innovaciones ortográficas y fonéticas
- en las que sigue la línea de Andrés Bello y Simón Rodríguez
(el preceptor de Bolívar)
poi· ser materia de la gramática
histórica, señalaremos un aspecto del discurso pradiano que
i·eviste especial interés para el análisis estilístico, cual es la particular adjetivación con que el autor precisa y pulimenta sus
figuras. Prada mismo nos alecciona: ''El mérito de un adjetivo
consiste en no admitir sustitución por adherirse al sustantivo
como la carne al hueso, como el tegumento al músculo''. 72
Esta funcionalidad sustancial que propugna y
en ge·
neral
cumple
''Cuando presenciamos el desfile de una romería o simulacro de peregrinación . a la Gruta de Lou1·des, cuando distinguimos a la flor y nata de la juventud religiosa, cuando
(71)
(72)
G. P., M., Horas de Lucha, Nuestros inmigrantes, p. 169.
G. P., M., Páginas Libres, Notas acerca del idioma, p. 268.
-
36 -
�ve1nos esas desvergonzadas calvicies a los veinticinco año:-:,
esas cabezas en forma de conos truncados, esos pómulos
salientes y almagrados o terrosos, esas quijadas a lo Carlos 11
el Hechizado, esas diminutas espaldas con la media jiba de Polichinela, esos pechos angostos y cóncavos, esos longicuos brazos
que te1·minan por tocas manos de reptil, esas atrofiadas caderas de orangután y por último esas pie1·nas filiformes que ya
se juntan en las rodillas para remedar una elipse, o ya se tocan
en las rótulas y se apartan en los juanetes para formar un
ángulo, no podemos menos de exclamar: ¡valientes defensores
de la religión!'' 73
''La columna achaparrada y tosca parece un gigante a
medio surgir de la tierra. Con su capitel charro denuncia la
pesadez sin fuerza, el recargo sin la suntuosidad, algo así como
Ja obesidad anémica en el lujo l1arapiento y guiñaposo. Sobre
ese molde se erige la estatua icónica de Bolognesi ... '' 74
se ve traicionada frecuentemente por la avalancha de un
impulso genesíaco con el que rebasa los comunes límites de
la precisión calificatoria:
'' ... el Emperador alemán merecería llamarse un demiCésar, un César de miriñaque, faldellín y tafanario, calipígero
, . ... '' 75
y androg1no
'' ... hace sonreir con su lenguaje sesquipedal, heteróclito,
abracadabrante, palingenésico, caótico, superplanetario y cosmogónico''. 76
Intrínseco ''como el tegumento al músculo'' o aditivo como
el ornato al cuerpo, el adjetivo pradiano hinca su virtualidad
estimulativa, suscita reacciones y resulta funcionalísimo. ¿Qué
objeción puede formulá1·sele si aun en el exceso cumple a
perfección con su cometido?
Hemos acompañado al pensador tan de cerca como nos
lo permitieran nuestras posibilidades; lo hemos visto surgir
irreductible y lo hemos seguido en su solitaria lucha
cada
vez más desvalido
contra ''los intangibles'' de un orden
anquilosado.
En la soledad continuó, sin afiliarse a ninguna escuela
(73)
(74)
(75)
{76)
G. P., M., Horas de Lucha, Nuestros conservadores, p. 103.
G. P., M., Horas de Lucha, Nuestras glorificaciones, p. 181.
G. P., M., Prosa Menuda, Alemania y su Emperador, p. 246.
G. P., M., Páginas Libres, Castelar, p. 228.
-
37
-
�política ni bandería literaria. Escasamente maleable para ci, ilista. Escasamente indulgente para unionista. Escasamente ejecuti,10 para socialista. Demasiado societario para parnasiano.
Demasiado fraterno para naturalista. Demasiado comprometido
para simbolista.
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Cual columna trajana se yergue {''Magna ci,ritas, magna
solitudo'') en el ágora falaz y proteica de las transacciones
peruanas.
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�INDICE
1. 11. -
III. IV. V. -
La problemática peruana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
G onzález Prada: I deoclasta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Sus ideas políticas y sociales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Posirión religiosa y ética . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Panorama de la estilística pradiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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�Se terminó de imprimir en la
Impresora Cordón, Dante 2156,
&I 15 de Abril de 1958.
�· INS1,ITUTO DE FILOLOGIA
De1>artamento de Literatura Iberoamericana
El Departamento de Literatura Iberoamericana de la Universida<l
de l\f ontevideo es un servicio perteneciente al Instituto de Filología
ele la Facultad ele Humanidades y Ciencias fundado con el objeto
t1e realizar estudios e investigaciones sobre la literatura continental
ele l1ahla española }' portuguesa, organizar trabajos de seminario e11·
tre profesores y estudiantes y mantener intercambio citfntífico co11
otros centros similares de investigación.
Tanto su biblioteca especializada de más de cuatro mil volúmenes, sus microfilms, sus fotocopias y los ficl1eros preparados hasta la
f ec11a, pueden s~r consulta el os libremente por quienes deseen iniciar
cttalquier estttdio o investigación.
Correspondencia, libros y den1ás publicaciones deben ser remitidos a nombre del Jefe clel Departamento: Alfonso Llambías de Azeve<lo, Cet·rito 73, Montevideo.
PUBLICACIONES
Horacio Q11.iroga y la creacióri artística, por José Enrique Etcheverry.
A la luz de textos olvidados o de difícil l1allazgo, se estudian algunas ideas
del eEicritor sohrr. el arte y los artistas, para llegar por fin a una apreciación de
cómo concebía el cuento, a través de sus propios prinripios de- composición .
.Tavi.er de V ia1ia, modernista, por Taharé
J. Freire.
En esta investigación se demuestra que Javier de Vi a na, como creador fue un
escritor modernista, pero como teórico fue, en carnbio, un sostenedor del realismo.
El romanticis1no de Esteban Echeverría, por Manuel García Puertas.
Se uhicu a este romántico rioplat<>nsc dentro de su generación de acuerdo a
su ideario estético y a sus preocupaciones político-sociales.
Cal'los Rey les, por Luis A. Menaf ra.
El estudio más completo que se haya hec110 11asta la fecha sobre la vida y la
obra del gran novelistq.
Darío y
~loréas~
por Alfonso Llambías de Azevedo.
Investigación sobre fuentes de la poética de Darío, de acuerdo a la rarar.terística evolución simbolista .
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El ¡Jensamiento de González Prada, por J\tliguel Angel Calcagno.
Estudio de las ideas políticas, sociale~, religiosas y éticas del agudo escritor
peruano, con un aporte final sohre su estilo.
,
�Las publicacio11es del Departamento de Literatura Iberoamericana pueden
adquirirse en las siguientes librerías:
En
~Iontevideo:
A. l\Ionteverde y Cía., 25 <le l\1ayo 577.
Barreiro y Ramos, S. A., Juan Carlos Gó1nez 1430.
Adolfo Linardi, Juan Carlos Gón1ez 1418.
'La Casa del Estudiante, Eduardo Acevedo 1422.
Librería Atenea, Colonia 1263.
Librería Universo, 18 de Julio 1182.
Librería Universitaria, 18 de Julio 1852.
Librería Eylasa, Sarandí 477.
La Bolsa de los Libros, Sarandí 443.
'En
Buenos Aires:
Librería del Plata, Lavalle 558.
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En l\:Iéxico:
Librería de Porrua Hermanos y Cía., S. A., Rep. Argentina y Justo Sierra.
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En París:
Libraire José Corti, 11, Rue de Médicis.
Librairie des Edition~ Espagnoles, 72, Rue de Seine.
En
~Iadrid:
Librería Espasa-Calpe, Avenida de José Antonio, 29.
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Dublin Core
The Dublin Core metadata element set is common to all Omeka records, including items, files, and collections. For more information see, http://dublincore.org/documents/dces/.
Title
A name given to the resource
Biblioteca Virtual de Humanidades en el Uruguay
Subject
The topic of the resource
Repositorio de ensayos en las Humanidades publicados originalmente en el Uruguay
Description
An account of the resource
<p><span>La Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación se ha propuesto contribuir a rescatar y poner a disposición de los lectores la escritura ensayística del Uruguay a lo largo de su historia. Esta Biblioteca Virtual de Humanidades en el Uruguay pretende reunir en un solo lugar más de dos siglos de textos de reflexión y pensamiento, dentro del amplio campo de las humanidades, producidos en conexión con la universidad. La mayor parte de esos textos han sido originalmente publicados en revistas universitarias o periódicos hoy difícilmente accesibles. A menudo nunca recogidos luego en libro—o recogidos con sustanciales modificaciones—, son textos que pueden contribuir a recuperar y mostrar las dinámicas de pensamiento y representación en el país, tal como se realizaron en tiempos de centralidad de la escritura.<br /><br /></span>La a veces fina y sinuosa línea entre Humanidades y Ciencias Sociales hace que textos de historia económica, de estudios sociales, de ciencia aplicada a la antropología, puedan tener cabida en esta colección, aunque el foco está en el núcleo tradicional de las humanidades. El Derecho (con la excepción de Filosofía del Derecho) queda, por su especificidad técnica y profesional, por el momento fuera de este grupo. </p>
<p>La colección será un trabajo acumulativo, con entregas bimensuales. En el tiempo, los textos se irán organizando de acuerdo a posibles lecturas de la historia de las ideas en la región y el continente. <br /><br />Aldo Mazzucchelli</p>
<p><span>15 de octubre de 2017</span></p>
Contributor
An entity responsible for making contributions to the resource
Pablo Darriulat
Gonzalo Marín
Rights
Information about rights held in and over the resource
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Dublin Core
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Title
A name given to the resource
El pensamiento de González Prada
Subject
The topic of the resource
Literatura
Creator
An entity primarily responsible for making the resource
CALCAGNO, Miguel Ángel.
Source
A related resource from which the described resource is derived
El pensamiento de González Prada / Miguel Angel Calcagno--Montevideo : FHC.DLI, 1958; 38 p
Publisher
An entity responsible for making the resource available
Facultad de Humanidades y Ciencias.
Date
A point or period of time associated with an event in the lifecycle of the resource
1958
Contributor
An entity responsible for making contributions to the resource
Bach. Gonzalo Marín.
Rights
Information about rights held in and over the resource
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Format
The file format, physical medium, or dimensions of the resource
Libro.
Language
A language of the resource
Español.
CRITICA
LITERATURA PERUANA
POESÍA PERUANA
SIGLOS XIX-XX