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�técnicas que se sucedieron rápidamente en Gran Br
taña sustituyendo, una industria tras otra, el tra
"bajo manual por el trabajo mecánico5 concentrando
las empresas en grandes explotaciones y provocando
un crecimiento, de una rapidez sin precedentes, de
la producción industrial y de la población a la
vez. En 1832 la mayor parte de los cambios funda
mentales que habían asegurado el triunfo de la ci
vilización industrial estaban realizados.
La manera como se formó esta concepción de la
"revolución industrial" debiera llamar al historia
dor a la prudencia antes de considerarla como el
"Sésamo ábrete" de la historia moderna y de todo
estudio constructivo de la sociedad moderna. Como
generalización de apariencia científica, se remon
ta a comienzos de la década de 1880, cuando Arnold
Toynbee dio en Oxford una serie de brillantes con
ferencias sobre el tema. El iba a morir, prematur^
mente, a los 30 años de edad. Como había hablado
sin notas, se decidió utilizar las que habían toma
do los estudiantes que lo habían escuchado, y se
publicó, en 1884, un pequeño volumen postumo bajo
el título de Lectures on the Industrial Revolution
of the Eighteenth Century in England (Conferencias
sobre la revolución industrial del siglo XVIII en
Inglaterra). La-obra impresionó rápidamente. En
sus rasgos principales, la tesis de Toynbee fue ad
mitida y desarrollada no solamente en Gran Bretaña,
sino también en Francia (donde el profesor Paul
Mantoux intentó escribir el libro que él pensaba
que Toynbee hubiera escrito de haber vivido más
tiempo), en los Estados Unidos, en los Dominios bri
tánicos así como en la mayor parte del mundo.
Teniendo en cuenta el cuadro cronológico de •
las conferencias de Toynbee, la revolución indus-
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�las conferencias de Toynbee hubieran precisado su sen
tido. Ella se remonta, en realidad, a comienzos del
siglo' XIX y parece haber sido formulada, en primer
lugar, en Francia. Durante las décadas de 1820 y 1830
aparecía más frecuentemente en los textos y, sin du
das, se le escuchaba más a menudo en Francia que en
Inglaterra, sobre todo entre los ingenieros y los
miembros de las cámaras de comercio.(2) Cuando esos
franceses hablaban de revolución industrial, pensa
ban habitualmente en los cambios impresionantes que
se estaban produciendo en su época, sobre todo en
Inglaterra y que sorprendía; más aún a los extranje
ros que a los propios británicos. la expresión tra
ducía bien el carácter pasmoso de las innovaciones
técnicas y de la rapidez extraordinaria de su expan
sión de una industria a otra.
Pero, de ahí a la tesis según la cual los pro
gresos realizados en Inglaterra durante los setenta
y dos años que van de 1760 a 1832 revolucionaron la
vida económica del mundo entero, es otra cosa. El
germen de esta tesis se encuentra en una de las. o-
bras históricas más famosas y más leídas del siglo
XIX. Aparece, en muy buena parte, en el tercer ca
pítulo, tan justamente célebre, de la Historia de
Inglaterra de Macaulay, publicada por primera vez
en 1848:
"Se puede probar fácilmente -dice Macaulayque, en nuestro país, la riqueza nacional ha aumen
tado sin interrupción durante seis siglos por lo
menos; que fue más grande bajo los Tudor que bajo
los Plantagenet; más ^grande bajo los Estuario que
bajo los Tudor; que a pesar de las' batallas, do
los sitios y de las confiscaciones, era más grande
el día que tuvo lugar la Restauración que el día en
que el Parlamento Largo se reunió; que a pesar de
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�reposaba la enseñanza de Toynbee, el método que em
plea en la historia de la industria y el sentido que
le otorga, concuerdan con ese pasaje de Macaulay. Y,
cualesquiera que sean los méritos de la Historia de
Macaulay, el cuadro del cambio que allí pinta no prn
cede de un amplio examen de documentos y de estadís
ticas económicas como lo haría un concienzudo econo
mista moderno antes de tomar en serio generalizacio
nes como las suyas y, como más tarde, las de Toynbee.
las ideas obran sobre la conducta de los hom
bres y sobre el curso de la historia. Muchas de las
ideas principales han nacido del conocimiento del pa,
sado. Esas ideas históricas no pueden ser jamás la
fo^ografía de escenas o de experiencias reales• Cuan
co hablamos de la exactitud de una idea histórica,
queremos decir que la impresión que ella aporta co
rresponde a los hechos referidos tal como se presen
tan en los documentos accesibles. Para procurar una
impresión semejante no es suficiente estar abundan
temente documentado sobre un hecho histórico parti
cular en un período determinado, es necesario com
prender las relaciones de ese hecho con la historia
de ese período en su conjunto y con la de las épocas
precedentes. El mérito literario de Macaulay, con su
estilo oratorio, no alcanza. Pero, para las generali
zaciones, lá precisión de un concienzudo erudito del
siglo XX como el profesor Emile Coornaért,del Colegio
de Francia, tampoco alcanza. Es necesaria una combi
nación de las dos. Una especialización exacta puede
muy bien producir una historia tan inexacta como las
generalizaciones que han precedido a la era de los
especialistas. Huérfano de una concepción de conjunto
de la historia industrial, da una falsa impresión de
bida a Toynbee y a sus sucesores, que ha hecho preva-
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Francia-, de seguir en todos los dominios -de la agricultura a la política- el ejemplo y los métodos
de Gran Bretaña, el único país de Europa que había
ya pasado, después de la Reforma, por algo así como
una ^revolución industrial". En el transcurso del
siglo XVIII el desarrollo económico del que partiqi
paba la mayor parte de Europa, deja de presentar una
síntesis equilibrada de los métodos de trabajo bri
tánicos y continentales, en la que cada una de las
des partes podía reivindicar una apartación equiva
lente. El ejemplo inglés' comenzó a cundir; la reduc
ción de los precios del costo de la producción se
convirtió en el principal objetivo de las invencio
nes y de los métodos industriales. Sin embargo, los
antiguos modos de vida y de producción cambian len
tamente, aun cuando un nuevo espíritu se extiende
en todos los ámbitos. Pasarán décadas antes de que
ese nuevo espíritu llegue a transformar las relaoio
nes de trabajo en cualquier país. Se puede agregar
todavía que, durante largo tiempo, particularmente
de 1720 a 1750, Gran Bretaña fue menos contagiada
por su ejemplo que los países europeos vecinos. Eue
solamente hacia el final del siglo que comenzó a he
ficiarse de las ventajas del encabezamiento que, en
el camino del industrialismo, había alcanzado.
En 1697 un ardiente campeón inglés del progre
so, James Puckle, escribía que "los artesanos ingle
ses eran universalmente reconocidos como los más há
biles del mundo en los perfeccionamientos".(5) Esta
afirmación se refiere, probablemente, a un estado
de cosas que databa desde Carlos I. Mas, ¿cuál era
la situación de la industria en Francia en el siglo
XVIII? Franceses cerno Montesquieu y Voltaire (que
acababan de nacer justamente en el momento en que
Puckle publicaba su diálogo) irían a estar de acuei;
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Historia natural del conde de Buffon (1707-1788), u
na obra de la que el cuadragésimocuarto volumen re
cién va a aparecer en 1804 Durante la segunda mitad
del siglo XVIII, la influencia de Buffon en Francia
puede compararse a la de un hombre que, en la época
precedente en Inglaterra,' tanto Buffon como Voltaire
admiraban por su incomparable genio: Isaac Newton.
Los franceses se consagraron al progreso de las cien
cias en todas las ramas con un ardor no menor al de
sus contemporáneos ingleses Hasta entonces los fran
ceses no se habían destacado más que en las matemá
ticas puras Pero, en la época de Buffcn, Francia co
menzé a compartir el primer lugar con Inglaterra en
todas las ciencias y parecía, incluso, que estaba en
tren de ocupar el primer lugar para sí(8)
La civilización francesa se orientaba hacia míe
vos rumbos y el cambio afectaba la política misma
del poder real. En el curso de las décadas de 1720
y 1730 se hizo un neto esfuerzo por copiar la polí
tica económica inglesa que era, segán se creía, con
alguna razón, producto de la preeminencia conquista
da por la industria pesada al otro lado de la Man
cha (9) No hay que exagerar las consecuencias prác
ticas de ese movimiento en Francia No fue lo sufi
cientemente fuerte antes de 1789 como para llegar a
la supresión total de las tasas y de los peajes que
gravaban el transporte de las materias primas y de
las mercancías en el interior del país (10), ni si
quiera para suprimir las corporaciones de maestros
(11). Pero tuvo lugar la tendencia, por parte délos
funcionarios reales, en París y en las provincias,
a no aplicar rigurosamente más, los antiguos regla
mentos corporativos o reales cuando ello podía gen
rar la adopción de métodos más económicos en la fa-
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•npxoonpoxd gP 9p oqnanmG po o xipxoGOpxq
II
�12
portante ya, fue reducido casi a la nada y el impuejs
to del diezmo no pesó más que sobre las rentas inmo
biliarias, las rentas en general y los oficios,(16)
En 1725 tuvieron fin las devaluaciones periódicas
que habían reducid progresivamente el valor intrin
seco de la libra tornesa. En 1715 la libra no cont^e
nía más un cuarto de su peso en plata de 1478^ Du
rante 60 años, de 1725 a 1785, ese peso quedó fijo,
(17) y los riesgos de los acreedores se encontraron
disminuidos.
Eo hubo más que un solo aspecto de la vida in
dustrial en el que se vio a los funcionarios reales
intervenir más que en él pasado. La experiencia -la
de Inglaterra -en particular- parecía demostrar que,
en este caso, la acción del gobierno era necesaria
para promover la prosperidad. Ministros, intenden
tes', subdelegados e inspectores de las manufactu
ras, ayudaron a todos los industriales a introdu
cir en las minas y • en la manufacturas nuevas máqui
ñas, nuevas clases de hornos y nuevos procedimien
tos químicos•(18) El poder real adelantó más libe.raímente los capitales para la creación de nuevas
empresas a los industriales a los que podían con
vencer sus agentes de la eficacia de las innovacio
nes que querían introducir para abatir el costo de
la produ^ción. La inmigración de técnicos y de ca
pitalistas extranjeros fue mejor acogida que nunca.
El sistema de patentes para estimular y proteger a
los inventores, análogo al que había sido estable
cido en Inglaterra bajo el reinado de Isabel, no
fue instituido sino poco después del comienzo de la
Revolución, en 1791. Pero, durante las ultimas de
ca^das del antiguo régimen, el gobierno hizo mucho
.para estimular a los científicos y a los inventores.
�'ooxp os up.^os ' enb jnb& oq ono^ •onxqspnoj
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"arpón os ^u^ 'oupon psp s^p^nouqui sosnnoon sop 8p
-nom^snopuT n^popdxo op xu 'Boxno^p ^p op sopuopra
-onoxoooTnod sop 13 psouoin sop^xnpsnpup soponpond
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eriT) noono" uaooq ^oxpsqox^ b ntnop onoo uonopp
snpopoou^ sioxnBA (I^) •opLiopiii^iToxooojnod ns
s"8 uod ^pon ozpq ou R s^C^puoA s^so 73 opqpsuos oup
on'opnoAux ns opxoonpo njqnq onlo p^ noxpoqox^ onop
•Báñel^ np Bupnoo Buxssor^ op ouoonps^ po n^soAPnp^
pxpxinnocl on"b ^^p^pocl op s^p^nn op oxaou wa pdxn"bo
Bppni'i ap nopnunoqo^'xppouop opnoxo ^Cppp n^ ^IIIAX
. op^xs pop sopnuxj ^To^ii nooopBAond ^^ uopnq-eq on"b
sop op UBjnojxp pBxnpsnpnx p^pTAppan ^p nopn^ppso
opn^ssoon bus onlo sop nod soupnino sop onqos s^opp
.... sns ouo¿[ (Og) •'noppoqop^ p^nopuno Pe on"b ^nouoo
Bp op souspouBupp sosnnosn sop op oaxpob sb.tii op^p
-pno nn 111 *sonr.noxinpoouoo sopppps na Bp^pnnj: no Co^
Bopnpuooo Boppjpod ^nn oAnp HAZ^ op^ps pop opnnd
BnoTnpnd bt op spououj op^psa; op onqnoTp up^upiq
^(Sl)'o-gojxoa op
so op Bpnopspii Bp uo opusppAo so IIAX op^ps po no
BjoapBAond onT) np R pnpppo^ BAonu Bp onpuo ops^np
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ñoinnB b sop"3uxq.s8p sooxnoop sopnoxraBnoxooojnod sop
noo npxoBpon ns sopuBUoxounj sop sp a opBisg; op
son.qnoq sop p pnpxpoB Bp no oxqniBO nn oCnpond sg
�14
gado por las insistencias de de Caus para obtenerla
ayuda del rey, Richelieu lo hizo encerrar como loco
en Bicétre.(22)
Poco antes de la muerte de Richelieu, cierta
Martina de Bertereau, originaria del Valle del Loi
ra, le dedicó un libro en el que describía las in
vestigaciones que había hecho con su marido, un ex
tranjero, para descubrir nuevas minas en diversas
regiones de Francia.(23) La pareja, poco después,
fue "condenada a prisión perpetuas la mujer en el to
rreón de Vincennes y el marido en la Bastilla, acu
sados de practicar la magia. Parece ser que Riche
lieu no fue el responsable de esta condena, pero, de
cualquier manera, nada atestigua que haya intervenJL
do en favor de Martina de Bertereau.(24)
Que esas historias sean auténticas o no., en lo
que concierne a Richelieu, indican, por lo menos,
que a comienzos del siglo XVIII, se conservaba aún
en Francia la idea de que había algo de sacrilego en
servirse de una inteligencia de origen divino para
los inventos cuyo solo mérito era aumentar la efioa
cia de las máquinas, y que había algo de indecente
en despojar al mundo subterráneo de sus tesoros pa
ra aplicarlos a usos vulgares. Los individuos que se
dedicaban con demasiado ardor a la investigación pu
ramente utilitaria eran tratados a menudo como de
mentes.
En el transcurso del siglo XVIII la nueva pa
sión por la investigación científica y sus aplica
ciones prácticas comenzó a influir en la actitud de
las au^oridades of^ciales en relación con los per
feccionamientos técnicos. Algunos años antes de la
Revolución francesa, una correspondencia conservada
en los archivos públicos nos revela las aventuras de
�opoAdosqó sox '09¿T ll
ojc^^ •sap^ux jopuojoni pop op
o jroxjropux ouoo opouapxsuoo un^ oqoq.sa HIAX op.9xs
pop sozuaxuoo y (^2)'AIX sxnq op opouxaj pa sq.uox
ñp p.nb sy.m ouonri pjoC^m jopoojoni pop popóos oinoo ^o
-xqjpod upxoonq_xs op oquoq. 'uainp^pjc on.^xq.uo pop oofi
i" soinpppp sop apm?o:np so-ATpoods.iod op ^ r?opq.ppcd ap
opqxroo po uoq •^apoo^on op ooT-iaiio^^ onpinjrpp po itco
's^zu^iitj sop o opojiatiToo po ^opjcps^pLTp op no. ojou
x"p ns u^atpjTAnp an^ onos,iocl ^poi ^ Jroii^psop op oiq
ñhpsco op rynoq. os HI7dv op^ps po tro opouojc^ tj^t
•opooop o^po o^oa^oo po troJCOTAiop * opnonrr?ATq^oapo
^ir^no up^ s30^^p sns tro LirjqGq.uopr: cop o^nposco jop
o"d ocisttji pop soDriTa^o sop <upponpcAop -op op so^adsjA
no ^op^oc^ sy^ sorra TopiiTo^^ opnopo *sooop aq.iianpo^o^
ou.-opirono i so^opn^uxs soxas ouoo sopxxxn uoxo ^sop
~oxoiix:ti op pxpxpuuo xo^oxi op oopdmo pop R ^?soiopod
spra •cxii:tixirLv.7iu xun op oxpon xod rcpxoonpoxd op ^oo.
uainno op R opsoo op cxooxd po ^xo^pox xodanl) op oxu
-orí op Tioxuop onT) GonpxAxpux sop *noxpaqox^ ap oood
f ^p ug" •opiioxuoAuooux iGxnfopono op o^xxqpo po opxoo
-opoo op R oxaxuo^irx oso ap soq.uopoq. sop ^oqooAo^d
-o *soa op t? ^oxoxprid os orJ> o^anoíii op oxuqoopnuon
tp op oqoxon op U0ciopnauop^ox O^Cq.uoo pop sop <sooTio^
-na x *npxsosqo oso ap oquaxxxoo po uoqoqso <oxq.uoo
pa tío opo^qinon xraxqorT op onL *opj.o^ pop soxxoTioxormT
sop onb so upxqsa^.o tío oxouapuodsau^oo op op oq.xod
rax onb op •xopnuxopso ap o ^osop ap oqoqooo íouxoxa
ux no opuono pp op uoqopxnq os soxoxqo sop onb oq
^xn^xj .as <oq.rcoxinxAOüi no uoqoq.so so^oposuop sop onb
pa ua ^oppop un uo oqoxquo onb zoa opoo ^xo^ *oj:i
-uoq pop oxüuxAOdd oun ua oujraxqo^ pa ¿cod opxuaps^>s
*oun opoxjuoo oyqoq op as R sopxCoq. op ooxpq^id oxnp
"aojnuom oun op upxooouxp op ouod sapn^ípáo sopqoqou
ojuo^ #ooop opuop un opouapxsuoo oua onb ooxuo^p un
�16
res, entre los cuales se encuentra un autor de obras
y de bosquejos históricos, John Andrews, estimaban
que el mercader no era menos influyente ni mencs que
rido en Francia' que en Gran Bretaña.
Esos nuevos desarrollos en las perspectivas in
telectuales, la política económica y el estado so
cial de Francia fueron acompañados, después de 1735
aproximadamente,
por un notable aumento del volumen
de la producción industrial y del número de obreros
empleados en las minas y en las manufacturas. ^esde
el siglo XIII no^se había visto en Francia un perío
do de cincuenta años comparable al de 1735 a 1785,
por su rapidez en el desarrollo industrial. Después
del medio siglo que había seguido a la finalización
de la Guerra de los Cien Años, ningún otro había p
dido aproximársele.
La producción de hierro y de carbón aumentó en
tonees más rápidamente en Francia que en Inglaterra
siendo necesario recordar que Inglaterra, al contra
rio de Francia, era ya un país hullero a comienzos
del siglo XVIII. Comparadas las montañas de ca,rbón
apilada,s al lado de las minas de los condados de
Durham y de Northumberland, las pilas de carbón de
las minas francesas más importantes no eran más que
montoncitos. La ignorancia de ciertos franceses ins
truídos sobre el tema de los combustibles minerales
parecería cómica a un espíritu industrializado del
siglo XX. En 1709 el supervisor general de las fi
nanzas solicitó a los intendentes informes sobre el
estado de las minas de hulla. El intendente de Lyon,
Trudaine, envió, sobre las minas de Saint-Etienne
-entonces las más importantes de Francia, junto con
las de Rive-de-Gier- un informe pesimista, atenuado,
sin embargo, con consideraciones de un divertido O
timismo. La producción había disminuido a la mitad,
�treno 'opuap O"[ nod 'upxoonpoud apsg; (2) ^
ap upppxTa t11^ 'spzxnb '. 000*00¿ aquoinopqaqond psad
airqos appnTq op quuua asaouanj upxoonpond ap 'upxonp
-0A8^ -31 ^ pxpaoand anb apaoap ^1 apuunng •sasoCap
uoa sauoxoxpuoo tío sauoxsaouoo op upxouapqo 'ap s^q.
^tx"aq-xdao sop ^ ppxpxoxj tt¿I 9P npxoapsxSap -ap an"b
spndsop Tip.13 opxdp^ spni uo^tan^ •sopxdpx uojconj axopp
-nq; npxooaxpxa up ap sosax^oxd sop *-a^paq xxapuoxj
^P ep 'aoxao ^aqxoj^i I9P soxappnq soqttaxiaxoai^ sooxx
sop noxaxxqnosap os optreno ^^p¿p ap
(Lz) *sapL?p3nop op' sotcoppxia saj^ sop
os'p^^xm t:p ap xouara oqonnz upxoapqod aun axad auap
0J3 tre^f) ug; •sapapauoq pxm uaxo ap aqasad oti ouxa^
pa opoq ap punirá upxoonpo^d ap on"b o^xns ^6O^T UD
sapuopuopux sop ap sanuojux sop ap *IIIAX op^xs
pap sosxioxiíioo a axouax^ ua axappnuL axxqsnpux ap ap
axotn^pxodi^x asaosa ap ua ypsa auxapnup ap uouua
opnojppu pop apuapxAa upsau ^iiq *a^:apau^ ua ano
s^m opxoouoo ajAapoq aua ou upquao pa opuano paxo:
-adrax aoodp ap ap sotreniojc sauoqna soquaxo ap axo
uauouSx ap apuanoau app^ •saqua op^xs un una ^sol
-ag sasjap sop ua o auuaqap^up ua ooxpqpd aCanos
^ad uoxnopano a opnojpxu ap oquaxqno axuqaq soox^
p"poo^ souoinpuop sop ap axouu^ou^x aquaCamag
(92)'^xauasna ns ua uaqouqau a
^oppanA aq; upquao pa anb uoo uauquonoua as 'spnd
sap sosoiu soun^pa sopauopuaqa so Cap sop a uapuao
-sopa. uaAponA souauxin sop opuano 'ajoap 'opnuam
Y #uUpxoonpoudau ap sa anb 'sauxm sasa ua zxpaj
axouaqsunouxo punu 'oqoaja ua *^oh *sonisxiii soppa
^quoud uajuxnqxqsuooa.u as sauopxj sop •pain pa apu
axAxpa azapaunqau ap •asuaqaxnbux anbuod apqaq ou
ouap #saqaA sap ap oquaxtarjqo:^a pa ajnqxuqa anb op
¿I
�18
to menos, se había duplicado en 80 años^ Durante el
mismo tiempo la producción británica había igualmen
te aumentado, aunque más lentamente, alcanzando,en
tre 1731 y 1790, un poco menos de diez millones de ,
toneladas al año^ Se había, pues, más que triplica
do desde comienzos del siglo,(29)
A pesar de este progreso notablemente rápido
^rancia no superó su atraso. En vísperas de la Revo
lución la producción de carbón por cabeza era siem
pre mucho más considerable que en Inglaterra, Pero,
en la producción de hierro por cabeza, Francia sobre
pa^-'ba entonces a Inglaterra,
Hacia 1720, Inglaterra y el País de Gales pro
ducían anualmente 25000 toneladas de hierro colado
y 18,000 toneladas de hierro en barras, del que la
mayor parte provenía del hierro colado de poca cali
dad,(30) La producción de hierro en la misma ópoca
no se conoce exactamente, pero es dudoso que alcanza
ra a la producción anglo-galesa, Dieciocho años más
tarde la producción francesa había aumentado, mien- •
tras que la producción inglesa había quedado es tácito
naria.(3l) Mientras tanto, en 1733, la primera no
sobrepasaba más que ligeramente a la segunda, según
la estimación de los maestros de forja suecos en um
memoria dirigida a la Dieta sueca. Sus cifras, que
están, probablemente, por debajo de la verdadera p^a
ra los dos países, atribuyen a Francia una produc
ción anual de 40,800 toneladas, dé las cuales, la mi
tad, de hierro colado0(32) A partir de 1738 el aumen
to de la producción francesa fue mucho más impresiq
nante según una estimación más reciente, mucho mejor
fundada, hecha por (Jeorges y Hubert Bourgin, la de
hierro colado se elevaba en 1789 a 136,000 apr^xima
�sop "ojod ohistih p^ no s::0T?nnpt}p3Ti s^TJcq.snpT.iT snxpo
s-sp oxqos pxq^o ^9PT ^^n 'lonon-ots "oim^n-cn op ^^p son
oti o^jcottx op nppoonpoAd .^3x 9P oppoxAxsop I9 ' op^p
oipo Aop 'IIIAX op^ps IP sopA-orio sonoxiTAd sonp sox
OO-ITJJCnp OAAOTTJ OD HpTOOTl.pO.Xd T'X
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no TJopTin op staxogoj: s"jx ^P ^opxu^ spn ^
-^po^^ x^ •"c-jnoq.^x^ni on^'xuor op npcpiioo A Txop^iíi
spin xzpqoo nocí opn-cnan^) pnnxxnoo TTonox^ ^oxnnCnoo
no 'ojcq,! *sonbsoq sop 9P ox^oTínnxo^io x9P "^sn^o io
-Xoq^sx oCxq sosox^nx sop ox;ooir nvxqvq op ooioo- npq
—JTOO X^ pTApOA OS STTOTTTAOX'd S:"XJCOTO 110 Xll^Ji Op^'LS
pop osxno po ng; •^JcepAT.T op ATonopioi^^ ns op ^ox^lcí
na ^^sn'^o "Q npqjTüo pop oe-pdioo ic no Tp^pn^x9^- opxp
-onb. T.Tqx;n ATonAoi^
Asoon.;.xp npTonpcAo^¿ np x¡ pppao
ó^xd onb op?ps oppon po G-xuxjcnp Axnex^p^np no li ^to
-nxjip no poTxxsTpHT nppoonpo^d op op popop nouinpcA
pop opnrT¿:rLA x9 oxqos STpojensondo sonoxsnponoo nop
-po op sonmq^ox. onb sojjto sxp op ^^oas so^oqop, on
*o.j":q^io nxg •opxo^T pop TOTJcpuiy op R Tdonri^ op xipxo
. -AzppTTnpsnpnx ^p oxod pxTpxcotx'I TTonsp^oüinp xun
op ^no OAAopq pop. R' npq ^i: o pop lonopiínqo op
(^^) •AqAoppdnpuTniJ os atoHcA^ tío osxxocpdnp
onb sp^ ATOA^ oh ^-nopon^ haa^ no oaaoti{ op nppoonp
~Ad -¿x ^rüj soApnop-i *68¿I ^ Oú¿I ^^q-^ü #d¿¿! 9
^"36- ^ *A0?TA SpiX HCO. 'A ¿^¿X 9P ATpAAi '3 CpAZ
opxs ^jq'jq THApon^ hta^ no opno^ínT opso opop
oq no oAAopq po AA^d 000#ü 3P ^ op^poo onnoxq po
3^3(1 sop^ponop 000*89 9P "n^Aq^ tsoohtaj
T3p Op SAAOdsjA TÍO STAJTO SAp ^ * ATO OOS^ ApT
^Ansponq n^no ^pop aaax •Aoodp nnsTuí ^p op
-opSPro nppoonpOAd ^p op opqop pop spin oqonuí so onb
I (^i)*OOO*Í76 ^ SAAAnq no oaaot'p op ^p R ©pnoxiop
GI
�20
de Escandinavia y desde América, siempre abundante
mente provistas de madera, Inglaterra importaba el
hierro necesario para la fabricación de mercaderías
ya acabadas, y esas importaciones no hicieron más
que aumentar entre 1720 y 1775. En la misma Inglat_e
rra la producción de 'estaño, de plomo y de cobre au
mentaba igualmente, precisamente por que sus minera,
les puros eran tratados directamente con carbón ve
getal mucho tiempo antes que el mineral de hierro.
Si consideramos otras industrias no encontrares
mos ninguna en que la tasa de crecimiento de la pro
ducción, de 1735 a 1785^ parezca haber sido mucho
más rápida en Francia que en Inglaterra. La produc
ción de tejidos de lana, y de algodón aumentaba pro
bablemente con más lentitud en Francia, Sin embargo,
una aportación de capitales, de obreros y, sobre to
do, de técnicos ingleses vino en ayuda del desarro
llo de la industria textil francesa, así como délas
industrias minera y metalúrgica, de la papelería y
de la vidriería. En esas industrias, como en la ma
yor parte de las industrias loca-Íes, se acusó un no
table aumento de la producción. Provocó, igualmente,
una creciente separación entre el capital y el tra
bajo y un aumento en la dimensión de las empresas
privadas.
En vísperas de la Revolución se contaba con va
rios grandes establecimientos en actividad en Fran
cia. Cada uno empleaba un millar o más de obreros y
representaban un capital de varios millones de li
bras (la libra valía antonces lo que el franco oro
de Germinal). Entre estas empresas se contaban las
minas de Anzin en el Norte, las usinas metalúrgicas
de Creusot en el Centro y la fábrica de vidrio de
Saint Gobain en Picardía, Anzin inspiró la célebre
�ojqGq ' 13.1.10 q:;q3ui ug GTpupSG Gduup "~un ^P
s^ndsop ^usTp^uqoGpuojd ' IIAX op^xs pop soul sojo"!
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•sopoAGU sGUoxoonupsuoo sjp U3 oApos *hiax opois
pop pupXUT OpUnS38 Op UG OTA'GpOp P'opOAOU T3UÍI UGUO
^SOpGATUCl SGp^pTGGGO Gp UOpGUpUOO p3 oCoq UOUinpOA
opso op sopuoTAToapqopoS #s3UopTpanj op sopppuop
sosouop sp^ sop.sup Gp S^jquiOLE sop jso osopuopo
-OSO^ JGpTGLTqO^ SOp Gp SQUGUI UG OPTn^GS UG OpUG^GO
'
Gp sop ap ougatjecI pG uoo somoupuoouG sou
9P ug^tuo p^ us • "^mfifüiGE: ^ -o 'opoz Qp opoAou
xz
�22
do la esperanza de que los franceses aprovecharían
la experiencia económica de los ingleses y de los ho
landeses y los sobrepasarían de nuevo en el dominio
de la calidad, lo mismo que en el de.la cantidad.
Se encuentra una, confirmación de todo lo que ye
nimos diciendo sobre los progresos comparados de
Francia e Inglaterra durante la mayor parte del si
glo XVIII, en los documentos relativos al comercio
y a la población, Naturalmente, es necesario descon
fiar un poco de las cifras oficiales, sobre todo si
se tiene en cuenta la manera típica de relacionarlas
para responder a las exigencias de Napoleón, Su mi
nistro del Interior, Jean Antoine Chaptal (17561832), un químico de mérito, en una época en que los
franceses disputaban el primer lugar a los ingleses
en el dominio científico9 ha prevenido a la posteri
dad sobre las estadísticas establecidas en la época
napoleónica. Napoleón., dijo, "pedía a veces lo imp
sible y quería ser servido de inmediato","Pedía es
tadísticas que, para que fueran exactas, hubieran jb
xigido el trabajo de varias semanas, y las exigía de
inmediato porque no sabía aplazar sus deseos^ Si se
le presentaban cálculos apresurados se excitaba su
descontente, Valía más mentirle con audacia que de
morarse para poder ofrecerle la verdad , Le vi mani
festar una gran predilección por Saint Jean LrAngéli
porque le respondía con audacia a todas las pregun
tas, y no se hubiera sentido cohibido en contestar
si Napoleón le hubiera preguntado cuántos millones
de moscas había en Europa en el mes de agosto, Ess
bre estas bases tan azarosas que se establecieron
varias veces las estadísticas sobre las fábricas, la
agricultura^ etc.... y es desde entonces que se atrL
huyeron a Francia algunos millares de comercios y de
�-uq sopug op st^^ pop A uTToqT^^^up op uppoupaod up
'OSITOO UpI^TTU UO SUpuptinj UypSO OH OnTOTOCÍ TUOSOp OTib
oiíonn nuCop o^Tuqno ups onl 'sutu^os suri sutjto sop
un^og #oppdpT Ann. 'oqooio uo 'uto ou uppo /^
copq ns ep ^Jt^io^^T'SiTj ^p uo opnor.m/^ o^so, op
up jcod cp-r.npr.iosu ^qupso 011 pg; • nsoq.u-oq.Tq<!Tq sns cp 01
Ftittui pop opnormu po so sjud im op pupi^odsojcd up op
OATspoop spn ott.^ts po„ srib uq^^u^qns qppiu^ nupY
(6^)#^^^ 'BJCqilOO BuGOÜtTOa SUaqpp Op SOITOpp
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-unpuAu t-irn. so'-'ouop cpoj.Tod opso ng; *t¿/JI ^ OZtT 0J-'+
uo opnop spn ooocl im. oso^^ojd nn n^p^ijos sopo^JE^duroo
s^oTq.sjpT3q.so sup oji^opup^up ng; (^p^) ' su.rqpp op sonopp
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P '.1cT.10q.Tir? po tío '^ . suTqpp op 000* 000* tío
op uto punuu "gtjto up opoTTod oupppn opso ng; "02¿I
• ~9P¿p opojjcod po oanuTnp opTtis^ ujqui]; on"b po ojrqos
uppou K. soooa sojrp tsio u opuAopo ujq/:T"[ os TopuA oq.
^o' 9LLT~V9LX opoT.iod po opnuTup ' onl iiutoaoj: uponujj
.op .iGTTopxo oTOjrorioo pop JopuA pe o^qos PIPAX op:'
p"s pop suoTpsTpupso sup ' opuA ovib op no cupunop
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op.Ops pop nppjcjdso po 1100 onl uquOopp orib uoodo up
TOO TOCOU Uq."TII0II00 TOpUTOdriO pop pupTpUUOSTOd UOTTII
-pnpp uq (¿C)^ jjO^.miTiii un spnuC p^op^od ou onod 'uto
-op 'uppuq.ua. uun soooa u .i'-p^od opon^,, 'upopodu^ ou
ó"o 0q.n0T0udr.rt uuq. onu un op souopup sup oCuq soouoq
uo uuquCuquuq ou sopunuopounj soq 'UTcnj jsu onb un
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os sonxqpn sop u soquoTUTOouoo suopqsjpuqso suq
oqTUiupuo suu soduiopq sop uo oquomuspooTd suTTqsnpup
�24
bría sobrepasado ligeramente, en 1720 , los seis mi
llones de habitantes para alcanzar, en 1790, cator
ce años después de la publicación de La riqueza de
las naciones, una cifra entre 8.200.000 y 8.600.00C
(41).
Para Prancia las avaluaciones son'aún "menos sj3
guras. Sobre el territorio del conjunto de los deper
tamentos que comprenden la Prancia de 1950 habría,
probablemente, en 1720, unos 20 millones de habitan
tes. Esta población no se habría, casi con seguri
dad, acrecenta^do desde comienzos del siglo XIV. Du
rante la última parte del reinado de Luis XIV se su
pone que las continuas guerras sostenidas por el rey
contra una serie de coaliciones europeas habían cau
sado una reducción de la.población, menos por las
continuas pérdida,s en los campoo de batalla que por
la miseria provocada por el mantenimiento de grandes
ejércitos en campaña. Pero, al finalizar estas gue
rras, las condiciones cambiaron. En 1789 la cifra más razonable que se puede intentar para el territo
rio referido sería de 26.000.000 de habitantes.(42)
En-él lapso de los setenta años transcurridos entre
1720 y 1789, un poco más de cinco millones de fran
ceses, contra diez millones de ingleses y de galeses,
se agregaron a la población del globo.. Este período
(que fue un período de crecimiento relativamente len
to) es el único en el curso de los dos siglos que
han precedido a la Segunda Guerra Mundial en el cual
la población de Prancia creció tan rápidamente como
en los otros grandes países de Europa. En seguida,
en el siglo XVIII, comenzó en Europa un vigoroso au
mentó de la especie humana que elevó, al fin de cuen
tas, la población europea occidental y de América,
de un poco más de cien millones de habitantes, amas
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�26
lia de Silesia y del Ruhr comenzaron a tomar impor
tancia. Se afirma que la producción del Ruhr se ele
vó de 52.343 toneladas en 1764 a 231.788 en 1791.
(48) En 1788 la Enciclopedia metódica avaluaba el nú
mero de obreros de la industria textil prusiana en
123.000, sobre una población total de algunos millo
nes de habitantes solamente. Según la misma fuente,
la mitad de la producción pañera estaba destinada a
la exportación, y el autor insiste sobre la protec
ción y los alicientes de toda clase que Federico II
había otorgado a los manufactureros, sobre todo de_s
pues de la guerra de los Siete Años (1756-1763).(49)
• Cuando apareció La riqueza de las naciones en
1776, los europeos aumentaban en todas partes su pr
ducción y su comercio. En América del Norte, donde
la población era tan escasa, los progresos habían sj_
do todavía más rápidos que en Europa, la célebre, obra de Adam Smith refleja las condiciones de esta
prosperidad general, "Es necesario subrayar -diceque en el estado progresivo de la sociedad, cuando
ella -está en tren de adquirir sucesivamente más opu
lencia y no cuando ha alcanzado la medida completa
de la riqueza de que es capaz, que verdaderamente la
condición del obrero pobre, la de gran masa del pue
blo, es más feliz y más dulcee Es dura la etapa es
tacionaria y es miserable en la etapa de la declina
-•ción. El estado progresivo es para todos los diferen
tes órdenes de la sociedad el estado del vigor y de
la salud perfecta, el estado estacionario es el es
tado de la pesantez y de la inercia; el estado retro
gado es el de la languidez y la enfermedad"•(50)
Desde el pu^to de vista material, que no debe
ser el único a considerar como piensan ciertos eco
nomistas, ¿los hombres no están acaso menos propen-
�sopoxoqopo '^oqpxp) TiqoqoBTp;i • 0.1(1 op ep sooxpsxpopsasop opop cipo jcücX (Tí) 'sopun^os sop orio apneixopxd
pn-spri noxoAape os soxctlta^ o-ox 'onods^; tío d oxonon^;
no o lió ti o j. p s o nui o p o s s t:l o x qo i • 3; • o io^ o j o x.d p o p R n o p
IT^^H T^og; joso^ctia pop so^oqoxp sopiicTooj: so^ •sou's
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oaoc op op- oopnpnooo nopsonopq pe os neq^e ep op se
o^-^n^pd os ono opmoüoj:'^- op íoseonoAT upponpoAe^; op
T3 pTpOOOAA Ollb OpoTS OTpGTl po OpnOAlljj S09¿0IUÜ Süp
op" poTAc-por: nopsenoxq po ne osncpd os opnoriQ
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os soonpAoduioqnoo soApsenn .alo oppenoo opop epnoq
-poj ep nppoosn^s. op nonep oxnpod on ^soxopopeu sop
cp :L ponqneo Tipxooojepoo op ep c cuoq ep sopnoiio sop
op & seisop ^nnojí ep oduepq po no oppAXA opnexqoq on
•nppoonodiiioo epuoCeiaes acooit opppod ojepqiiq HIAX
cp-^c pop onoopAOUTO' nnSnxn end aopaoooa opnojseoon se
o^e^ • sopoAqiTLipsoon nppse Aoq ep sonoopneurc sop enD
sop "3 sepopppoiaoo sop sopoq ep oxonesno op epno op
-xpned opnp nxs oxnxpnes es '-setirop ^^Ane^^ ep opoAon
op- pS^cE ^iH^- jo esneir~Y ne penpned qdpoH ouioo <IHAX
op^xs po opopopso^p ^ozonnod R edpo^ ep <onen^ .sopoz
xrpipsupnx sopxnip sepo^sg; sop op onopopnxo nn ps
-o es sozenbxj: sopse en"b ep oipeq pe nod 01x00 nees
"od T3^^ enb_ sozen"bxA ep oinns op nod esnoCxoo^on "o sos
U
�28
más tarde, dan lugar a pensar que este hecho tuvo ex
cion^^s. En el Norte de Inglaterra (Iancashire, Nord
y Yvrest Riding de Yorkshire), donde el desarrollo in
dustrial estaba más acentaado, los salarios se ele
varon más rápidamente que los precios. (52) Sj_? como
parece probable, los precios tendieron generalmente
en Europa a elevarse más rápidamente que los sala
j
rios, ¿los obreros encontraron una compensación en
^^
la regularidad del empleo o en las fuentes complementarlas que podían procurarse sus familiares? No
es probable, ya que, con el crecimiento de la impar
tancia relativa de la industria en la economía eu
ropea los asalariados y sus familias, sobre todo en
las regiones industriales, se vieron cada vez más ex
elusivamente reducidas a su salario como único medio
de existencia. El apogeo de las ciudades industria
les reduciendo las superficies disponibles para el
cultivo hizo más difícil combinar el trabajo indus
trial y la granja, combinación antes frecuente. Hamilton ha demostrado fehacientemente que las ganan
cias reales de los asalariados europeos habían dis
minuido
durante la segunda mitad del XVIII.(55)
Sea como fuere, los asalariados integraban to
davía en 1785, una proporción mucho más débil de la
población que hoy, y la proporción de aque'llos que
no vivían más que de su sala^io era, igualmente mucho
me^or. No es absolutamente imposible que la condi
ción material de la mayoría de los europeos haya me
jorado durante las décadas que p^ecedieron inmedia
tamente a la Revolución de 1789, como Tocqueville
pensó que fue el caso de Francia.(54) Aún cuando una
%opinión más antigua que la suya, que afirmaba que la
masa dé la población se había empobrecido, estuvie
ra fundada, es evidente que la renta de la mayor par
�-oxnad apsa nxnSuTpsTp ajnpod as 0x190? ^pipAX op^xs
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j^.Jsa a "jjnqEjpuoo pa^ana^ pappoppa^ ap o^.noTToppnas
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pa X opj-j pa anL 'd3 ^ooda aTr.i no 'op.ia pop X aq.no^
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apnop sopnonpo sop no '^qpuig napY X a^op ^pnanc^anq
<Tq?nonoqsup"^q ^püaK 'uoqqp^) 6 o^.iu^ o rio o sopa^ so.iq
mc'i n--qaqnonoa.ij crd) sopnojjo sop na aqanpaj aqnapo
"ano p^pToppaj ap pa^ona^ opnapaiTpn^s nq #si;T^aC aonnn
ano apimjond sya: ano opna pop X nqpn^dsa pop sanq
o" sap jod nppono^B ap ano U3 aoodo ann no sopanqoop
a"qnp sonooapd scp ap X a^na pop OApqapnoodso o puspa
-asnod pop opqanadasnp ano UPAX oi^T3 1^P onsppapj
-aqaai pq 'sanqop op sonqnon sop X saqspqna sop .'soo
-pjppnoTO sop 'sojospppj sop a naxnoqsos X naqaCaq
noo oníj sancsnod sap naqann^pj: apnoupai aqso nq
•uaponopndo s^n apnoirsATsocas npjpn"bpa ap
nanq no • • •oApsoj^ojd opapsa,, un na saonopno aqaqsa
pap otóos a p s s o n a a o p n o d 5 a p n o uz n a p na q. n o dnp a un a u
a"q •opuouiopqapou ppusan*3 ^'opaxnapasa naqaopduia on"b
sop sopop xsao op X sonapuop ^sanapaonoa sop ap ap
6Z
�30
do de aquel más reciente, en el transcurso del cual
los progresos industriales se aceleraron mucho más
rápidamente aún, tomaron un carácter más mecánico y
se desarrollaron en escala mundial? Sir William Ash
ley, uno de los dos estudiantes cuyas notas sirvie
ron para reconstituir las conferenciáis de Toynbee,
dijo que entendía la palabra "revolución" en el sen
tido de "fase rápida y radical" de la "evolución".
(55) Si semejante cambio en el ritmo del desarrollo
industrial es el síntoma a tener en cuenta, el adye
nimiento de Jorge III en 1760 nos es la fecha a ele
gir para el comienzo de la revolución industrial.
¿En que ópoca el ritmo del progreso industrial se
volvió revolucionario en Gran Bretaña? ¿Y en Europa
en general? ¿Y en quá momento en el mundo entero?
"¡Qué cambio entre 1785 y 18241, ha dicho Sten
dhal. "Durante dos mil años de conocimiento de la
historia del mundo, una revolución tan brusca en las
costumbres, las ideas, las creencias, no pudo jamás
haber llegado" . (56) En vida de Stendhal, la más le^í
da de sus obras no fue ninguna de las dos por las
que es hoy generalmente conocido: La cartuja de Pur
ria y "Rojo y Negro". Eue Hacine y Shakespeare-, unen
sayo publicado en 1825, en el que estudia las tranjs
formaciones sociales que, en las artos, motivaron el
paso del clasicismo al romanticismo. Una aceleración
sin precedentes del progreso industrial comenzó, no
en 1750 a 1760, sino después de 1780.(57) E^e enton
ees cuando, del mismo modo, el pase del trabajo in
dustrial doméstico al trabajo en la fábrica se pre
cipitó. A diferencia de un economista moderno, Sten
dhal pensaba en un trastrocamiento de la historia eu
ropea. Sin embargo, aún considerando puramente el
ritmo del progreso cuantitativo y la extensión del
�op oopu^oora uO^^ppTq.no „ osonapod xa onb <^g¿p eP
AUd 13 ©q_ITOUUpOS Sg; (6^ ) •UOTnpOOU TZpTOOTipOJ:d ^A3T1U- "I
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-osito Lin^os 'ojop "Jod^A op i3UTn"bpiH ojqoppo A
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j^g; *pj:co ^.jltot-i .jod sonopoo.iodo op otaos oopLip A oa
OT1II "3UT. ^O SOpiOTIOpTOOO A SOpSITTqHIOO TIOJOTIJ OpOlTTTrrr?p
op A. oCo?poprid op sopoip^i soAonu sop ordo f9¿I n^ cu
TS Or.J O^ ' S^ITTTJ SOP TÍO ^tt^^ pO JOOGITOq OTod OlITOITOp
"es olt A soT^opiiopTiT sop no opnoiiLiopnoTpTod ^sojnpooj
-nuoiii sop tío Joopd^io opr.d os OApsoons op no on^ ,iod
^a op "onTri^p^r iop op opnopn'OTTOTooojjod po A É-sojioq
no o.uopp pop iipTooop-Topop op no oppnTq op op oppdTT'o
spoi oopdioo im ppq.pu.iod on"b- oCopopnd op opTTOTuppoo
"ord po juoTXTppTJcq puT.TpsnpiiT nppoonpo.id op o^p ponou
"oiioj opiioTuopiiooojou mi uomoocAOTd A puppjouT.id oto
IlOpJOdUT umi IIO^OTAUp S^OTUOOp SOnOTOUOAIIT SO(P
(gC) •uuop.ippsTii pup
joa op mosmoopí: 4s^T0i0wTp sop ap A s^sniq sop op ^o^riA.
X3 ^p uoo ^scpii^o sus no ^ cprniom :j * A utitatp opoodso
©piros sopood soqn :so^op si?p no iippnop¿[ asuoTnopí: po
oopp and op souopnooo^; #soponoTsopoj:d sojcop
ep otaos t9a"3p mm op sonoTooAAOsqo s^p onl^
spu soooa u aos opans oq.sTq.nr? pop iTppopnq.iiT
ouoo ^g¿p op oto po ^"onoodse^rAis A oñpo^^; no aomp
op p^i^piiopg ouoo ^ao^ooso i3Ar?d soiiozoa sopnopeoxo r?n
oroAodond son uoTpsTpopso r?p ^^TApsnpiiT ouspp-ep^dT?o
�32
vapor y los nuevos métodos de fabricación del hierro
comenzaron a extender ampliamente. 1785 fue la fecha
crítica que destacó a Gran Bretaña entre los países
del Continente en la historia del progreso en la pro
ducción de tejidos de algodón, hierro, carbón y oti^s
mercaderías industriales. Por ejemplo, la Isla que,
en 1780 producía tres veces menos hierro que Francia
iba, sesenta años m^s tarde a producir tres veces más,
habiendo doblado su propia producción entre 1785 y
1797, lográndolo por segunda vez entre 1797 y 1805,
(60) para llegar a alcanzar una producción de 1.500.000
toneladas en 1840.(61)
Las cifras relativas a Gran Bretaña muestran que
la producción de hierro es un buen barómetro para los
camibios acaecidos a partir de la decada de 1780 en la
marcha del acrecentamiento de la producción industrial.
Para las cuatro decada.s precedentes, el índice medio
de ese crecimiento por década había sido de 14,88. B^
ra los primeros sesenta años del siglo XIX este índi
ce se elevó al promedio de 35,6 por década. Posterior
mente, desde 1860 a 1919, cayó a un 21,5.(62) El pe
ríodo durante el cual Gran Bretaña estuvo al frente
©^ Europa y en que se abrió cauce a la realización del
gran estado industrial, duró, pues, de 1785 a 1860
aproximadamente.
Las cifras del comercio exterior muestran que la
gran aceleración de los cambios comerciales se produ
jo al mismo tiempo. Las importaciones británicas déla
década de 1770-80 aumentaron en un AOfo apenas, en re
lación con la década precedente. Durante la década de
1780-90, las mismas se acrecentaron en un 300 io y se
triplicaron de nuevo durante la década siguiente.(63)
Yeinte años después de La riqueza de las nacio
nes de Adam Smith, Malthus publicó en 1798 su célebre
�spra: aquaurBq-XUxjerp,, BqBqsa x^.inx BxnboxxBd 511
ñ *o¿91 9P Bxxan^ ^i ap Bood^ 51 ug; *B0xxqpdaH Bxao
xa^ bx tioo ouxa 'upxoBxa^Bxa uxs ou BqBaxB 'Buxap
^o^ pBpg; Bq *^T6X 9P Bxxan^ bi ap s^xadsjA na
pxqxxosa 'HBUxapoM P^pq ^x eqsxx^ •^ii'sx^sxxo
qina ,b poj\i b
Xa ^Bpxooox b noJBSaxx PTn^JI X^^01^ 9P
ootixoq so^x"9 SOI 9P opiiBOXJoqo (^9)*saoaA s^^naxo
^x^Bno sorcan ox ^od ua p^iiaxmB 'B^^an^ bx ap sasoxp
sox noqoq on"b bx ^a 'o^oob xP "DI •
o^^oxq x9P'^I
•poxxdn^xiao os onb spn npqxBO xP I^TP111^^ xcpxoonpoJcd
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xrcx¿[ ap a^xoxc x9 ^ ^ox^x^S 'bxobsxy na axnaxixBxnox^
XBd'^x8I no iipoxodB ap Bpj^o bx ap spndsap oadoxne
oiiauípiíoj un oircAap ^niAX ox^xs x9P nxj b BUB^axg;
ubx-^ ua opBzua^oo BjqBq Qxib x^xx^snpux upxonxoAax bx
'nUpxonxoAa bx ap x^oxpax A Bpxdpx asBjtl ouoq
(t9)•BqBquenmB Boxupqxxq upxoBpqod-bx
T9<08¿I BXOBq soxxas saxo^nB sox ubjobtí ox oxioo 'as
-XB^un^axd 'Bjqxxosa x^ 9n^ UQ o^.uainoTii x9 ^Q 'ax^is
od spra Bxa o^ •Bxoua^.sxsqns ap soxpam sox "Bxaxpao^a
upxoBxqod bx anb uxs odmax^ oqonni BjxBSBd ou anb ap
snq^x^M nod opBsaxdxa xouia^ x9 pixdsux an"b osoxqmosB
oxqraBO un BUBqaxg; ubx^) ap upxoBxqod bx ap o^uaxtaxo
-axo ap BSBq. bx na auaxAaxqos an^ oxoAxa^ux aqsa a^
UBxnp s^ *upxoBxqod bx ap oxdxouxxd x9 a^qos
�34
de una parroquia del siglo XV, o del IV, o, pongamos,
del V o del VIII, que una parroquia actual"(66)
El "estado progresivo" del siglo XVIII, en el qtie;
Adam Smith había vivido, fue remplazado en el siglo
XIX y a comienzos del XX por el estado industrial,p^i
mero en Gran Bretaña y luego de un país en otro^ Ja
más hasta entonces se había visto en la historia acr
centarse la producción industrial del mundo con uñara
pidez semejante a la alcanzada entre 1815 y 1914. El
industrialismo inundó el mundo entero. Si nuestros dejS
cendientes ven en la revolución industrial una fase de
la aceleración radical de la evolución industrial, la
asociaron con los siglos XVIII y XIX y el extraordina
rio período de paz que Europa conoció, salvo raras y
cortas interrupciones, desde la caída de Napoleón ala
primera guerra mundial.
En los siglos XII y XIII, nuevamente a fines del
XV y comienzos del XVI, y aún en el Norte de Europa,
durante el período 1570-1640, se encuentran preceden
tes de un progreso económico de un empuje comparable
al del siglo XVIII. Al igual que la expansión indus
trial de fines del siglo XVI y comienzos del XVII,que
estuvo confinado a un pequeño número de países del Nqr
te, el del siglo XVIII, que fue común a toda Europa,
resultó esencial en la preparación de la revolución in
dustrial. Pero, un crecimiento de la producción tan rá
pido como el que comenzó en Gran Bretaña en 1785, no
había tenido precedentes. Estas son las transformacio
nes realizadas en los siglos XIX y XX que han engen
drado una civilización económica de una especie aún
desconocida para la humanidad. La expresión "revolu"ción industrial" debe reservarse para esta expansión
"sin precedentes y sus repercusiones- en todos los domi
nios de las industrias mineras, manufactureras y de
�-np o^ps on R IIIAX o^T3 x9P os.inosnB.iq. X9
-nnjcnp 9q.uaxiTq.noQ x9P I9 ^ BUBq.a.ig; hbx-q ap
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�36
rante, justamente, sus últimos años.
Hay una diferencia considerable entre la expan
sión económica del siglo XVIII y la revolución indus
trial, una diferencia que no se advierte, tan confun
didas están las dos. En el siglo XVIII, a despecho
de los grandes viajes a todos los extremos del mun
do, la civilización industrial estaba confinada a u
na pequeña parte del globo: en Europa y sobre la eos
ta atlántica de América del Norte. En esas regiones
el progreso económico fue general y se desarrolló en
todos lados más o menos al mismo ritmo. Los antiguos
valores de belleza, de esplendor y de urbanidad se
unieron en igual proporción a los valores más recien
tes de producción en ascenso y de eficacia mecánica.
Todos los países avanzaron por el camino del progre
so marchando al unísono como no se había visto des
de el siglo XIII cuando el campo del progreso econó
mico era muy estrecho, no conprendiendo más que la
Europa occidental hasta las orillas del Oder y las
"estribaciones de los Alpes orientales. Las experien
cias económicas comunes que caracterizaban el esta
do progresivo del siglo XVIII formaban parte de una
comunidad general de la cultura, matizada por dife
rencias nacionales y regionales, que los europeos ha
bían llevado a buen término por primera vez desde
que la Reforma había roto su antigua unidad religio
sa.
Esta comunidad de desarrollo económico y cultu
ral fue interrumpida por la revolución industrial.
Y no lo fue solamente porque la revolución.indus
trial cambió de ritmo y porque los nuevos valores 1^
dustriales destronaron a los valores culturales más
antiguos. Lías- el ritmo del progreso económico no cam
bió en toda Europa al mismo tiempo ni en el mismo
�ap upxouzTpuTjq.snpux ap no
•spin pxq.sxsqns ou otj
"oq.TJ^iaq. ouanload uaq. ap ouas pa ua 13 j ti o in^r^ T3p XX op
-xs pa u^ -apsao p^p adoun^; ap aqaq.uasajdaj and oq
-op.^ pap axoxpjadns ap ap upxojod auanbad ap ub aju
ap ainxpo aquiapopins un aqnuxaj anlbjod pappppq
ap op^.T.^ oq.pi? un orezunopi? opnd p^q.uappooo uppo
up PIPAX op.^ps pa ug; 'p-sunipno R •eopuipuoo
^a" "npauapnaciapuopUT ap ap aja ap ouaq.u^ ontiúin pa j^a
app ajad onoo uppoapqod ap ep a uopoonpojd ap b^) pau
oltouo.t o púa nma pa uoo pUTcpioo os ^ sopa jan R soppdpj
^upTonoTunnoo b^ soppari sop an uopsuaq_xa ap • sajurr^a
sajpo sauonm ap pajnppno R, papjpsnpup oppojjasap pap
P'oppunuoo ap ppppToLap papjq.snpup upponpoAaj ap
0 ousppauopoau pop oq.uoTtTiazjoTaj pa uoja^nqpjp
-uoo R. appjoospp ap asnao tibio Jasao ttts sapaAaja
sarouajajTp sapsp 'soiiotobu sap ajq.ua onoo psa sapaj
-nppno R. sapapjpsnpup sapouopjadxa sap ajo.ua apiiapo
-ojo opuanoasap un uaqaCappaj upTO':'ZTpapjisnpup ap
ap uapopjao pa R onq.pj pa saooda ap tío soq.uuCaq. uaq.
saTpuojappp *oadojna sj.ad ojto jopuT^pano ap ap ano
onb asuaiUT san ana apuanap^ ap papupsupup uppsuadxa
^1 4XIX op3ps pap sopappam apsap ^spasToapp ajpuo
oTm .Rv~j[ sanada R.011 •jauajorpn ua o adojnp ua a jota
ta aÁ' 'saouajj aja ooupo ajqos oadojna un apuauapam
-pa:cjda /asaouauj upponpoAap ap ap sozuapinoo ^ *XX
op^ps pap sozuapinoo a Ja^np oiiiTppn pa opp.puas a^sa
ua opjao ajqaq *^9¿p ua papjpsnpup upxonpoAaj ap pz
-uauoo opuano ésaxouapod sapuauS sap ap apapqod spin
ap 4axouajp •sooxpsxpja sauopaA son^xqua sopj¿üóoT
pxpuajap ouad éadojn^ ap saspad sojpo sop ap apjad
p R aJjapap^up on"b opxdpj souaio paxjpsnpux
un pxoouoo axouajp 'sapajnppi^o R saoxnpuoo
a" saxouapjadxa ap axoadsa anrsxui ap jppjadinoo ap no.i
-asao sasxad sapuajpp sop foxjajpuoo pa jo<j #opaj^
�38
los países extraeuropeos, lo que era un problema eu
ropeo se convirt^ó en un problema mundial^ Un^ comji
nidad limitada ha dejado de ser suficiente, la úni
ca base posible de unidad y de comprensi^n está hoy
en una comunidad universal.
Mientras tanto, a medida que nuevos países en^
traban en la órbita de la civilización industrial,
las diferencias de experiencia cultural entre las re^
giones interdependientes se multiplicaban. Desde el
comienzo del siglo XX la población de Rusia y del Ja
pon aumentó más rápidamente que nunca, mientras que
este crecimiento sufría un marcado enlentecimiento
en los pueblos de origen europeo. Los nuevos elemen
tos humanos introducidos por la extensión del drama
del industrialismo sobre el escenario del mundo (chi
nos, musulmanes, hindúes, pueblos africanos y oceá
nicos), poseían muy poco de las tradiciones de la vi
da religiosa, moral y cultivada que formaron las cla
ses dirigentes europeas.
^ Por otras razones, todo ello era igualmente ver^
dadero para los nuevos elementos de la sociedad in
dustrial en Europa, lo mismo que para las otras re
giones del mundo dominadas por pueblos de origen eu
ropeo, particularmente en América del Norte. La prcs_
peridad sin parangón aportada por la civilización In
dustrial proporcionó una gran abundancia de comodi
dades materiales al alcance de toda la población, y
el deseo de enriquecerse se convirtió casi en univer
sal. Las clases sociales excluidas en los siglos XVTE
y XVIII, como escoria o desecho, de una participa
ción directa en la vida intelectual, social y polí
tica de Europa, no estaban, desde el punto de vista
de las tradiciones religiosas, morales y culturales,
en la misma situación que los japoneses, los chinos,
�A sanqraoiq ap opnnCuoo pa lI
^apnoo ^apnad nnpn ^od
^opnasaoau s^ •aqann^asa appa anb sop^appAxnd sop
sopop ap A apspnaoanoa az^nbpn ap ap apnad ns naraop
nonaxAposan sapnad ap sasapo sasa 'sapsppapoos sonp
-o A sapspxnara 'sapapoos sanoparanopan 'sap^npoapap
TitsajaL soAonti sas jocT ^o^apuapy 'sapajrui sopp^pspp
sop ap ujonj ^aadoAiia u^Toapqod ^p.-ap apjc^d jcoagui
^31^XX op^ps pap .sozuapuioo a 'jc^ulzoj ^ps^q o^aurrin na
apTiaic^pTdpj: nojcapnamna sapdT^osojcd sas^po sas^[
= a^:po ^rod 'sotu^ ans uoo 'apjc^d aim jcod ^sopap
Yoa sor a so^aAao sop ajcpua oz^p un* san napoapqapsa
oxi f eGTTioiüOjeo sns A sosop^?ppaa sopp^io sop ^aponona
"a"sLTco ufp
papapoos ap ap sasapo sap sapop a^qos opa
-adinp ns na 5^1*1.1 ora opp^jns •:ig;:ii "cxiGppspjio npp^r-po^
31 III.^íX' op5?ps pop jcpp^^d y •^op^.sj.pjc^ A punpospapaip
^ppA ^p ap o^pTiao pa ^as ap op^ Cap ^jqm: ^T^op^I ^1
IAX op.^ps pop sosTiapiaOo apsap ^sclo^ng; lio aqappo.u:as
^ as anb-^JEn^pno a-p op sop"cp.iada opuonrsApsajc^oJid op
p"s^.xrcjau"sx^ ' 001.19oni: na s^pjcpsnpiip sap ap GOJtojcqo cop
ÍL sopappos scp fiTllX IP saupx apsap apppaui ap^apo'
tía una A fAX op^ps pap saxipj apsap {oj8¿ epaAapp
-ara adojr,[T ap ap araappspno pappunraoo ap a oppoanoq
~j.^d TiajqaT" 'soraa sns ap sopasadapna scp oraoo ^sopas
a?dapun sns a p na rapa^ a na p soraa sns oraoo uaqa^apxsnoo
soppa onb sojoCnra sap ep sap A sajcqraoq sop ap sap ano
saraspra sap nana sauoxoppacip sasa ' sanopopp"raip sap
jcod sopp^ajr iiaqapsa ^asnad ap a^anara ns A soppqpq
sns ando na apppara ap u^ "soado^na soppqpn A sa^qranp
"soo sap a as^aSpp anací oraoo saAxpprapnd sanqranpsoo A
sopp^ppq sanapnsiip sosa A son^an sosa oraoo 'najnap o^
•papnappooo adonrig; ap sap a an^^pp sop e~a~h apazxpxA
To annppno aun ap sanoxoppanp sap 'sanpuxn sop A son
pipo sop oraoo 'uajasocl on soppg; •oopjpoap pap sanapns
ur sop A aopnppr ap son^an sop oraoo xsa ^sanpnpq sop
�40
mujeres si se quiere mantener el desarrollo de una
comunidad de cultura.
Por todas estas razones, la revolución indus
trial se convirtió en el siglo.XX en una creciente
fuerza de segregación en la religión y en la polí
tica, lo mismo que en el pensamiento y las artes,
minadas por la nu^va pasión por el progreso mecáni
co y el aumento de la producción.
Mientras que a fines del siglo XVII y durante
el XVIII, el progreso económico había sido un fac
tor activo de comunidad cultural, el progreso mucho
más rápido y muy distinto de los siglos XIX y XX
fueron un factor de desunión y de confusión intele
tual •
La violencia inferida a la verdad por una faL
sa idea de la revolución industrial no es un simp^le
asunto de fechas. Esta falsa idea ha dejado a los
pueblos occidentales con "una falsa noción sobre el
proceso histórico que le ha procurado el "confort11
y las comodidades que, en tiempos de paz, algunos
de ellos han gozado en abundancia. Tendemos general
mente a considerar las costumbres, las tradiciones
y las creencias de nuestros antepasados, antes de
finalizar el siglo XVIII, como primitivos y pericli
tados, lo cual está desprovisto de un sólido funda,
•mentó histórico.
4.-1 Los fundamentos intelectuales y culturales de
la civilización industrial.
En las escuelas superiores y en las universi
dades se nos enseñaba, a comienzos del siglo XX, a
considerar nuestro globo como un lugar bárbaro an
tes de que los grandes cambios que acompañaron ala
revolución industrial hubieran producido un mundo
�"Vaun ap uopuA pa 'opuap op noq •sooxmpuooo souxraupp
a ^upx^xpou ap ora o o xsa 4apua pa axonporr •aau^uod
tüapuoo aoxpxpod axnouooa ap tío ap ap as anb ooxjxood
s"o opxpuos po ua l(nopaA,, auqapad ap aqaopdrao 9 ni) aq
a"oxpdxo so^ (99)#¡,auad ap auoxpaA onL upx^xpaxu aun
ios ajqop apso ^upx^xpou aun ap papxsooou sotnajuop
xs anL axoop son -puuAuaq ap apsxtnouooa onoraaj- usa
l^o fi\i vx uosoxoud pq •saCapuoA. saupsonu ap uaqazo^
ou on^ic^opaaaupa sojos op souoxoxpsuodns a ni) san uau
"a" ou
sasouopod uap sopua ^sauaxpsxuo saxouoauo sap
anu opuaxo uod ajuop og #sopanuain soupsoxLU ua apxuo
s*ap paxupsupux upxonpoAou ap uod sopxonpoud soxqnao
sop ^ souaxoosa op oppo opo.p •aoxupoapooupxup axuauo
ap o uoaaA pa uod oppAou ooxxcpoara ,,a^appxpno,, po A
sapapauuojuo sap aupuoo soxponou sop ^opuoxnaouas ap
sauc[o sap (papxoxupoapo ap 4uatTippnd satpoo sop ssap
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sasoo saoxun sap on"b ap upxsoudux ap upxoauaxio^ uoa
o"C ap a opuaa ox^xpsoud opuaxo uouazuaopa souaoxuon
a" sapuaxpnpso A. souosojoud sotpnn paxpuna auuan-o au
a"tnxup ap in uouaupuo sopxuq" sopapsg; sop opuang
(L9)'liP^^px:iTOuraxx ap ap panpoop
-apux uapsouoxq pa 'axouanoosuoo xta *
paxuopau uap
-sauoxq po uazauona í-saup •^_ *g • ^ uosapoucl pa oqo
xp aq- saAxponpoud sattoxoauodo sap • • •uaqaup onL sao
-xpxpod o sapaxoos sazuonj sap supo^,, "sapapxpxpsoq
sap ap uxx pa uoo opxoauadasap aq ou A paxpunip auu
a"np) apun^ag ap apsaq pxpsTsuad upxuxdo apsq *opapas
ap ajqaq apuoxoauo upxoazxpaxupsnpux ap a ni) paxuapau
osou^oud po uoo axuquua ua azappaq ap op A pauon ap
ap 'aoxjpsopxj papuaA ap ap uxuaAuod pa ua uaxjuoo
uajpod sauaCnn sap A sauqnoq sop 9ni) op uod ^souauruq
sauas sop sapua opxoouoo uajqaq ou onoo pop osauSoud
un soxuxnop sapúapuodnx syra sop ua *ajnpxpsux anb
�42
obra de arte, en último término, se medía por el v
lumen de la producción que promovía. Ella podía alen
tar al rico hombre de negocios que la contemplaba a
ganar más dinero que el que ganaría si no la hubie
ra visto nunca. Visitando el Museo de Eresde, enton
ees intacto, se podía, al contemplar la Madonna de
la Capilla Sixtina (hoy en Moscú), experimentar lo
que en días más felices los vieneses llamaban una
"stimmung". Esto era lo que afirmaba el profesor Car
ver sin apoyar su opinión en razones científicas.
¡Podía poner al hombre de negocios en humor de tra
bajar más en su escritorio y conducir, indirectamen
te, a la apertura de un nuevo yacimiento de minera
les cerca de Yilachl (69)^
La conce^ción convencional de la revolución in
dustrial es una de las numerosas nociones que han
contribuido a engendrar una creencia que prevalecía
a comienzos del siglo XX, y de la que Carver daba u
na idea^ un tanto forzada. Cuando en el curso de la
decada relativamente pacífica con que se habría el
siglo XX se arrojaba una mirada hacia atrás sobre la
historia de Europa occidental, de América y de Rusia,
parecía que los resultados obtenidos desde mediados
del siglo XVIII en música y en literatura,, en filo
sofía y en historia, lo mismo que en las ciencias y
en la mecánica (que proporcionaban los medios técni
cos para producir mayores cantidades de mercaderías
y de prolongar la vida), eran muy superiores a los
obtenidos durante no importa qué período anterior de
la misma duración. Se consideraba la revolución in
dustrial como un fenómeno del siglo XVIII y se atri
buía, en consecuencia, a los progresos del industria,
lismo la elevación del nivel intelectual entre los
hombres y las mujeres. Se deducía, al parecer, que si
�o^od ^C^UOW&^^jJpf^^^t soAxq.aCqo sox e sonxaponi sodina-xq.^
SOp U8 eJOq.O 81 8S 8TIÍ) eXOUeq. JOdlüX ep IIAX OpXS
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ep e nanodrax as an"b soAxq.aCqo sooxup. sox nos soppa
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-nx 'ex 8P soAx^aCqo sox 'Bxouepimqe ex op -^ exoeoxj
-a ex op ^aoeq e^ed xaouaA an"b uoxaxAnq. sajopeAomix
snq.xxjdsa sox 9n"^ sepnp sex & sooxjpsoxxj K sosox^
Txa^ sox^dnxosa sox o^noinx^xana^ nepxAxo ag •ho^aoj\t
ap sodmax^ sox na anb opeAaxo s^^^ X8n^.oaxo^rnx x9A
-xii im q^ oxno^ix^sa^ x3 nos a^Ti8mx8nq.oe neoxjqej as
anb senixe sesoxapod sex ^ senxnlb^in seso.iapod sex 8ri'b
ap opxpensxod ^^so ag #sax8n^.oe semoxqoxd soxq.sann
exed enn^x^ exoue^xoduix axiaxq. HIAX op^TS x3P sa^.ne
opesnad o oxpaq eq as an^b op ©P "epeu an"b ap npxnxdo
e^.sa e e^app as pexxq.snpux iipxonpoAax ep ap npxodao
-noo espej eim ap sepxex^.xa sauoxoonpap sep a^
•aj^saxxa^ osjexed pa.np aj eAann ep ap as
eq ep s^4sxnnnioo sop ax^ua opxnaAap eq 'se^.sxpeq.xdeo
. soxaxqo sop ax^na e^napoxA A peq.e^ exro.np eim ap ep
'eas o 'omsxx^em pap a^naxnaAo^d eapx exqo noo epenxq
.raoo'eapx e^sa ¿p6l op bstijc upxonpoAa^ ep apsaq •imin.
-oo .xe^np xcn oq.pariA exqeq as 'osox^xpax up.e A pexoni
^xerqoapa^ux oq.naxmexoCain un a^.uameox^.'^Tnoq.ne xxonpoxd
exqap xexua^.ein osax^oxd pa an"b qv
ua uooeq ^od epesaxdxa eapx eq •enemnq pepxAxq.oe
ep ap sexajsa sep sepoq. na oxua.^ pa A o^napeq. pa xao
-axo uejxoA as *(0¿) p^paxoos ua usaxa ano sonenrnq
saxas sop ap jopejq.noo pe ^otnxq-pp. xod 'A oxpn^sa pe
nejpnaq.xa as sexouaxo sep ap sopo^am sop A soAxq.o(?
"qo sop xs anL íexona^sxxa ep ap npxoexnp ep neqe^nop
-oxd A sejjapeojaní sep neqeoxpdxq.pnni an"5 soxdxonxxd
sonispin sop e nejoapaqo oq.uaxuiesuad opoq. A epxA epoq.
�44
ticos. Pero, en esa época, los lados crueles y pér
fidos de la naturaleza humana eran tan manifiestos
como lo ha^ían sido al final de la Edad Media. Las
guerras de religión, en las que se puso en eviden
cia esta crueldad y esta perfidia, se habían vuel
to más espantosas con las nuevas armas que acababan
de descubrir los pueblos occidentales. El entusias
mo por la persecusión exclusiva de la eficacia fue
enfriado por el espectáculo de la eficacia crecien
te desplegada en el arte de matar y destruir, ^ue
contenido también por el Renacimiento, sobre todo en
el Continente, con objetivos industriales diferentes,
y, sobre todo, por el gusto por las artes, particu
larmente del nuevo arte de vivir con urbanidad y con
elegancia.
Después de los tratados de Festfalia, como las
.guerras y sus estragos disminuían en intensidad, cq
mo la creencia en la vida eterna por Cristo y el do^
ma del pecado original comenzaban a perder su aseen
diente sobre los pueblos de Europa, los escrúpulos
de los espíritus cultivados en relación con la efi
cacia y la abundancia, disminuyeron. Durante el req.
nado de Luis XV (1715-1774)^ bajo la influencia del
cambio de actitud de los franceses en relación con
las ciencias de la naturaleza y de la mecánica, y de
.la difusión en el Continente de los conocimientos
científicos y técnicos de los ingleses, la nueva idea de la importancia del progreso material como con
dición de la felicidad, se extendió entre todos los
pueblos europeos ,y a todas las clases sociales.
Una suficiente estabilidad política, costu^bres
refinadas, una producción amplia, confianza en el pq
der de la razón humana, sentimientos humanitarios,
alta moral y amor a la belleza, eran indispensables
�HOLTOTp C" SAOTTTpTIOOO SATCHT ^3lIPL0JI O OAp CR.T) OppO" ^Od
OTO ^oq G"J ^ O.TO^ *AT.I0p3Tq ^T Op A AT10 ^^^ ¿0(1 13S
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�4-6
influencia sobre la cultura. Se comprende mejor la
labor de todos estos grandes hombres del siglo XVIII
y comienzos del XIX cuando advertimos que ninguno de
ellos creó sus obras en una atmósfera de progreso ma
ferial extraordinariamente rópido, de mecanización
extraordinariamente rápida de la industria o de la
aceleración extraordinariamente rápida de la veloc^
dad en los transportes y en los medios de comunica
ción, ninguno de ellos creó sus obras maestras cuan
do se encontraba natural que los modos de pensar y
aún de creer cambiaran tan rápidamente como los mé
todos de trabajo durante la revolución industrial.
Sin la vida civilizada y armónica de fines del
siglo XVII y de todo el XVIII, sin la tradición que
sometía a los reyes a la ley divina, después a la
ley natural, sin la idea de que el desarrollo del co
mercio estaba asociado al progreso de las costumbres,
de los hábitos y de la ley; sin el m^joramiento de
la situación social y política de los mercaderes y
de los financistas que favorecía la filosofía del
"laissez-faire" y alentaba el espíritu de empresa,
la industrialización del mundo en el siglo XIX no se
hubiera producido tan rápidamente ni tan tranquila
mente. Debemos en larga medida nuestra comodidad ma
terial a las condiciones intelectuales, políticas y
sociales a una época que se enseñaba a los escola
res como atrasada. Son justamente los obstáculos al
progreso industrial, legados por la Europa medieval
y desarrollados bajo nuevas formas a comienzos de
los tiempos modernos, que han permitido crear las
condiciones de civilización, e imponer a la guerra
los límites sin los cuales el triunfo de la civili
zación industrial hubiera
sido imposible.
La revolución científica, que se reveló como de
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�48
Durante esos cincuenta últimos años, y particu
larmente durante los ochenta últimos, el desarrollo
de la revolución industrial no transformó la natura,
leza humana. Simplemente puso más crudamente a la
luz las aspiraciones que siempre había tenido, tales
como el deseo de comodidad, de bienestar material,
de una mejor salud física, mientras que otras aspi
raciones antiguamente más notorias, tales como el de
seo adorar a Dios o de expresar en una obra el íntjL
mo deseo del hombre de humanizar y de ordenar con su
arte los materiales que le proporciona la naturale
za, fueron relegados a un último plano.
La idea convencional de la revolución industrial
se interpuso como una espesa niebla entre nosotros y
nuestra historia. Ello contribuyó a forjar la orgu-
llosa ilusión de que los pueblos industrializados se
liberaron a sí mismos de los aspectos irracionales
y primitivos de su naturaleza, en lugar de haber da,
do simplemente a sus aspiraciones un lugar diferente,
aunque fuera tambión un poco menos racional que el
de sus antepasados. La niebla que envuelve nuestro
pasado nos impide ver hasta quó punto somos tan poco
dueños de nuestra razón. Ello nos estorba para orien
tar y armonizar nuestra marcha. Un conocimiento más
comprensivo del pasado y de las obras de sus grandes
pensadores podría ayudarnos a revelar la unidad y la
esencial simplicidad de todos los grandes problemas
morales e intelectuales. Podría ayudarnos a mostrar
que la •unidad y la simplicidad de vistas, esenciales
para el pensamiento, el arte y la fe, son el produc
to de la diversidad y de la independencia entre los
pueblos, las naciones y las regiones que cultivan jL
deales comunes. Ello podría ayudar a restaurar entre
los hombres la conciencia de la integración de su na
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�50
NOTAS
1.- El cuadro cronológico de las conferencias de Toyn
bee iba de 1760 a 1840 (Arnold Toynbee, Lectures
on the Industrial Revclution, Londres, 1927, p..
vi; pero, según ^7. Ashley, que siguió esas confe
rencias, Toynbee "no pasó más allá de 1852 en su
estudio detallado" de los hechos (Henry Hamilton,
The Envlish Brass and Copper Industries to 1800,
Londres, 1926, p. xiii)....
2.- Ver Arma Bcsanson, The Eárly Ese of the Term In
dustrial Revo_lutlon (Quaterly Journal of Economics, XXXYI, 1922, 543-46). En varias publicaci
nes francesas de la primera mitad del siglo XIX
he encontrado además numerosas referencias a una
"revolución industrial" ^aparte de las que hace re
ferencia la señorita Bezanson.
3.- Xacaulay, The History of Sngland, Eiladelfia, 1872,
I, 291-92. Trad. Sm. líontegut, París, 1854, I,
306-307.
4.- Ver cap. VIII.
5.- James Puckle, A New Dialogue between a Eurgermaster and an English G-entleman, Londres, 1697, p.20.
6.- Carta del 30 de noviembre de 1735 ^l abate d'Qli
vet (Oeuvres comulbtes de Vplj^irc, París, 1880,
I, 556).
7.- Carta del 11 de noviembre de 1738 al abate Le
Blanc (Ibid., III,'41).
8.- P. A. Hayen, The Countcr-Rcvolution of Science
(Económica, febrero 1941, pp. 9-10.
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18.- Ver A. P. Wadsworth y J. de L. Mann, The Cotton
Trade and Industrial hancashire,. Manchester,
1831, pp.. 197-99^
-••
• :"
19- J.' U. hef, en The Constitution Reconsidered, p.
96, y J. U. hef, • Industry and G-overriment in
Prance and England, 134Q-164Q, Piladelfia, 1940,
p. 118..^
• ' • •
20.- Henri Hauser, La- Pensóe et l'action ácOhomiques
du cardinal de Richelieu, París, 1944, passim.
21.- Prederick Leslie Robertson, The Evolution of
hayal Armament, • Londres, 1921, p. 212.
22.- Existen, sin lugar a dudas, varias versiones de
esta historia que es sumamente.sospechosa. Una
habla de de Caus como si todavía estuviera encarcelado en 1641, aunque la fecha supuesta de
••• "
su muerte es muy anterior (J. B. J. Champagnac,
• •
Travail et industriej _le_^p_o_uvoir de la volontá,
•
París, 1841, p.' 68; James Patrick Muirhead, The
Life of James Watt, hueva York, 1859, p. 98-100).
Aunque esta historia fuera enteramente apócrifa,
no hay dudas de que nos da una justa impresión
de la actitud de los espíritus en Prancia en
^
tiempos, de Richelieu ante las invenciones prájc
ticas.
23.- Martine. .de..Bertereau,-baronesa-de Beauspleil,
' P^ Restitution de Pluton b. Honseigneur l'eminentissime cardinal duc de Richelieu des mines et
minieres en "Prance, París, 1640.
• \.
24.- Cf. E. Hauser, Richelieu, p. 150.*
25.- Ver cap. XII.
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�54
34.- Ashton, op. cit., 60, 97-98, 236.
35.- M. Rouff, Les Mines de charbon, pp. 247-49; H.
J. G. Bourgin, op. cit. pp. 411-15
36.- Conde Chaptal, Mes souvenirs sur Napoleón, Pa
rís, 1893, pp. 354-55. Tuve conocimiento de e_s
te pasaje a raíz de una conversación con el pro
fesor E. P. Gay que lo citaba a menudo para di
vertir a sus amigos.
37.- Lord Acton, Lectures on ttie Erench Revolution,
Londres, 1932, p. 326.
38.- Emile Levasseur, Histoire du commerce de la
Erance, París, 1911, I, 511 n.
39.- E. Llpson,' The Economic History of England,Lon
dres, 1931, II, 189.
4-0.- Adam Smith, The Y^ealth of ^atior^F Libro I, cap.
VIII (ed. J. E. Thorold Rogers, Y, 74).
41.- G Talbot Griffith, Populatlon Problems of the
Age of Malthus, Cambridge, 1926, pp. 13, 18,. 20.
42.- E. Levaseeur, La Population fran^áise_, París,
1892, III, 503-507.
43.- Earl J. Hamilton, War and Erices in Spain, 16.51¿800, Cambridge, Mass^, 19'r7,p. 220. Leopold
von Ranke, Mgmoirs oí the House of Erandenburg
and History of Prussia, traducción inglesa de
Luff Gordon, Londres, 1849, III, 385, 387
44.- Walther Hcffmann, Ein Index der Industriellen
Prodiürtion^für Grossbritannien seit dem.^¿8
Jahrhundert. • (Weltwirtschaftlich.es Árchiv, XL,
ii, 1934, 383-98). Las indicaciones de mi tex-
�- * i^0Tq.rr[CA9^ ^j jo anj^a^; u^xoiiVil ' g n i A&n o o o j ^- • 19
•(¿^993.
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an"b s^^jto s^j ua s^p^eBq "n^q.sa o^.
�III, cap. IV.
.
.
55.- Henry Hamilton, The English Brass and Copper
Industries to 1800, Londres,.1926, p. ix.
56.- Stendhal,. Raeine et Shakespeare, ed. Champion,
París, 1925, I, 91.
57.- Gracias a la vasta y deslumbrante erudición del
profesor E. F. Gay obtuve la confirmación .de e_s
ta opinión, y me siento muy feliz en reconocer
todo lo que le debo en el estudio de los comien
zos de la revolución industrial y de su crono
logía.
58.- Platón, Les Lois, 682 A.. '
59.- Ver- T. S. Ashton, Iron and Steel in the Indus
trial Revolution, Manchester, 1924, p. 93? T.E.
Marehall, James Watt, Edimburgo, 1925, p. 139?
Paul Mantoux, La Rávolution Industri^lle au
' XVIIIe sibele, edición inglesa, Londres, 1928,
pp. 233-39.
."
60.- Philipp A. Hemnich, Heueste Reise durch England,
• Schottland und Ireland, hauptsachlich in Bezug
auf Produkte. Fabriken und Handlung, Tubinga,
1807, p. 46. .
61.- J^ H. Clapham, An Economic History of Modera
Britain, Cambridge, 1926,-X,425-.-- jd2..- Yfalther. Hoffmann, 'Ein Index-der industriellep.
'-- . Produktion für. Grossbritannien seit dem. ^ 8
. Jahrhundert (Weltwirtschaftliches Archiv, XL,
11, 1934, pp. 383-98).
.
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63.- Pa^.s- las cifras, ver.L-... C;....Gray, History óf
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Dublin Core
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Title
A name given to the resource
Biblioteca Virtual de Humanidades en el Uruguay
Subject
The topic of the resource
Repositorio de ensayos en las Humanidades publicados originalmente en el Uruguay
Description
An account of the resource
<p><span>La Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación se ha propuesto contribuir a rescatar y poner a disposición de los lectores la escritura ensayística del Uruguay a lo largo de su historia. Esta Biblioteca Virtual de Humanidades en el Uruguay pretende reunir en un solo lugar más de dos siglos de textos de reflexión y pensamiento, dentro del amplio campo de las humanidades, producidos en conexión con la universidad. La mayor parte de esos textos han sido originalmente publicados en revistas universitarias o periódicos hoy difícilmente accesibles. A menudo nunca recogidos luego en libro—o recogidos con sustanciales modificaciones—, son textos que pueden contribuir a recuperar y mostrar las dinámicas de pensamiento y representación en el país, tal como se realizaron en tiempos de centralidad de la escritura.<br /><br /></span>La a veces fina y sinuosa línea entre Humanidades y Ciencias Sociales hace que textos de historia económica, de estudios sociales, de ciencia aplicada a la antropología, puedan tener cabida en esta colección, aunque el foco está en el núcleo tradicional de las humanidades. El Derecho (con la excepción de Filosofía del Derecho) queda, por su especificidad técnica y profesional, por el momento fuera de este grupo. </p>
<p>La colección será un trabajo acumulativo, con entregas bimensuales. En el tiempo, los textos se irán organizando de acuerdo a posibles lecturas de la historia de las ideas en la región y el continente. <br /><br />Aldo Mazzucchelli</p>
<p><span>15 de octubre de 2017</span></p>
Contributor
An entity responsible for making contributions to the resource
Pablo Darriulat
Gonzalo Marín
Rights
Information about rights held in and over the resource
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Dublin Core
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Title
A name given to the resource
La revolución industrial reconsiderada
Creator
An entity primarily responsible for making the resource
NEF, John U.
Source
A related resource from which the described resource is derived
Nef, John U:
La revolución industrial reconsiderada /John U.Nef..
Montevideo : FHC.DHC, 1963..
57 p..
Publisher
An entity responsible for making the resource available
Facultad de Humanidades y Ciencias
Date
A point or period of time associated with an event in the lifecycle of the resource
1963
Rights
Information about rights held in and over the resource
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Language
A language of the resource
Español
Type
The nature or genre of the resource
Libro
Historia
INGLATERRA
SIGLO XIX
-
http://humanidades-digitales.fhuce.edu.uy/files/original/2aba2a45eaa879bfed946cbacc299b8c.pdf
462746371912b08801c95d91bbe5705f
PDF Text
Text
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R • M. HAR TV/ELL
INTERPRETACIONES
EN
INGLATERRA .
DE
UNA
LA
REV OLUCI ON
ENCUESTA
I ND T- ~
METODOLOCI
30 1 243 HAR int
Interpretacione s de la revo lLJC
11111111111
1!1111111 11 11111
• FH CE/ 112014 •
Tomado de:
Th e Journal of Economic Hist or y, XIX . New York, New York Uni v er si ·~
Press , j unio 1959 , pp . 227- 249 .
1
Tradu ctor a :
Ar mi da Ri zzo .
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•
•
Tiraje reducido para uso exclusivo de los a lUE!
nos de la FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIASº~
•
�R. M. Hartwell
•
INTERPRETACIONES DE LA REVOLUCION INDUSTRIAL
EN INGLATERRA. UNA ENCUESTA NIETODOLOGICA .(+)
I
~
Ta l vez el problema metodológico más i mportante que se pr esenta al esc ribir hist ori a sea el de
descubrir porqu é dj_ferentes e scritores , sobr e l a b.§.
se de la mi sma o similar evi de nc ia, a menudo ofrecen int erpret <1 cior1es ma rc ~ damente distintas de un
determinac.lo a co11 t ec imj. ent o his t6ri co . Porque , por e
jempl o ? en un mundc en el cual exist e una cas i incuestionabl e opinión , aún de parte de hi s toria dor es
marx i stas 1 de que la industri aliza ción es el gran
r emed i o pa ra lo s ma l es económi cos y soc i a l e s de los
países po bres y s ubdesa rrollados , a lgunos histori a d ores , y especialmente los mR rxi s tas, todavía d isc~
t en ace rca de lo s beneficios o perjuicios oc asiona d os a l traba jadcr por el prime r gran experimento de
industri8lizac i6n, la revolución industrial de Inglaterra . El e spe rado dividendo económico d e la industri ali zación consiste indudablemente en un mayor
Btanda rd de vida y los opositores ocasionales de t a l
des~rrollo basan su oposición no sobre es te incontes
table progreso material sino sobre el ''riesgo moral''
implícito en '1a transformación de vida ocasionada
-
-
•
�2
por la industria~izaci6n.(1) Los historiadores, sin
embargo, aunque preocupados también por este pos ible
riesgo moral, no están todos convencidos de que la
revolución industrial de Inglaterra anterior a 1850
fue la causa de la elevaci6n del promedio de standard
de vida del trabajadorº Esta incertidumbre podría re
solver se averiguando qué es lo que realmente sucedié
p ero mientras tanto las int erpretaciones difieren, y
han diferido, sobre l a base de algunas pruebas, de mu
cha confusión y de diferentes juicios de valore La fi
nalidad espec ífica de es te artículo es la de present a r una historia de las int erp re taciones sobre la r~
voluci6n industrial y tratar de expl icarlas .
-
Hoy día , no obstante una seria oposición , la t~ •
sis de '' que todc-3s las cosas se tornaron peores para
e l hombre trabajador, J1os ta ci e rta fecha ent-re el pr_Q
ycctc de la Cartd del lueblo y la Gran E'x hibici6n'' (2)
persiste muy fuerte , principalrrrente a c 2tts a de la co_!!
tinua i nfluenc ia de un di · tinguidc grupo de historia dores sociales y críticos sociales, de mo do especial
de esa talentosa pareja de esc ritores, los Webb y les
Hammond . Su interpr ~ tación ha sidc bien expr e sada pcr
Sidney ~,/ebb: ''Si los Cartistas en 1837 han apela do a
una comparación de su época con la de 1787 y h an obt~
nido una correcta inf or mac ión de la real vida so cial
del tra bojador en lo s dos períodos, es casi segur0 que
ellos deben h a ber- registrado un3 indudable declina ci6n del standard de vida de extensas c apa s de la poblaci6n" ( 3) Y su influencia se a fianzó aún más por la
continua popularidad dt aquellos ''bes t sellers'' hist..2,
ricos que r efi eren la condición de vida de l obr ero iE
glés entr e los años 176@ y 1832, de J.L. y B. Hammond,
que han dominRdo l a int erpr etac ión moderna 1 tanto po pular COMO escolar, de l a r evolución industri a lo(4)
�3
Los Hammond dieron la peor interpretación posi ble de los cc m~en ~Joo de la industrialización. ''La
historia de Inglaterra en este tiemp0'' - escribieron'' parece la historia de una guerra civil •• º Con toda
seguridad nunca desde los días en que l as p~rsonas
se vendían como esclavos un hado más arrollador ha b í a alcanzado a un pueblo como el que cubrió las e~
linas y los valles de Lancashire y el West Riding de
ciudades fabriles que estaban por introducir un nu~
vo tipo social del mundo por venir .'' Declinac i 6n eco
n6micn y social era la conclusión principal que de duc ían los Hammond en su es tudio sobre los trabajado
res del campo , lA ciudad y los jornale ros CApertos : (5)
-
"En medio de la gr<n aflicción que sigui6 a
Waterlc o era un lugar común para estadistas
oomo Castler eagh y Oanning afirmar que Inglaterra era el únic0 país feliz del mundo •.•
Esa clase ha dejado brillantes y amplios
fastos de su vi da ••• ha dejado oscuros y ma
gros recuerdos de 10s desheredados campes inos que son la sombra de su riqueza; de los
d es terradJs tr aba jadores que s ~n la sombra
de s u s placeres; de los villorrios hundiéndose en la pobreza , el crimen y la v er güenza , que son la sombra de su poder y s u or gu
llo. ''
-
-
En su preocupación por el ladG negativo de la
revolución industria l, s in embarg o, lls Webb y los
Ha1.l:111ond es taban só l o expéindiendo en mayor es detalles
los tradicionales puntos de vista sostenió os p ~r la
mayoT Í a de Jc s historiadAres ec onómicos ingleses ant es d~ J .H. Clapham. De modo pa rticula r, ''Las C1nfe""encias sobre la Revolución Industrial de Inglaterra''
�4
de Arno l d Toynbe·e , publi cadas en 1884 estimularon
e l interés por la rev oluoi6n i ndustri al y , al de~
tacar dramáticamente sus infortunadas consecuenc i as
i nfluyeron sobre todos los escritores sigui entes .
Toynbee escribió:(6)
" Estos fueron oscuros r emi erd".os en la época( de
Adam Smith) , pero ahora nos acerc3mos a un p~
ríodo más oscuro - un período desastroso y te
rrible como ningún ot ro atravesado por nación
alguna en e l pasado; desastrosc y terrible PºE
que, junto con un gr8n aumento de la riqueza
se vio un enorme au1nento de pauperismo; y la
prcducción en vesta escala ~ como· r0sultado de
la libre competencia, llevó a una rápida ali neación de clases y a la degradac ión de un
gra n sector de prcductores º "
Estas ponclusiones se vieron reforzadas por el
combinado apoyo de los distinguidos historiadores~
JºE º Thor old Rogers y Wº Cunningham . El e;tüdio de
Thcrold Rog~is f Obr e precies y salarios di o a su
argurnento una im1 rusio1J.ante auto ridad; él sostení a
que " a la largn, el trabújc. º º grac i as a las inve_g
ciones de Arki.vrigr1t, de Vlat t ;¡-r Cartv1right ganó , p~
ro el proc e s o que prec e dil a la gananc ia· fue ac~m
pañado pGr un IJro1tlndo sufrici cnto " ; y .. él deso ri bía ~ las dos primeTas décadas del siglo d i ecinue ve come "la peor €poca • • • en tocla la h i stori a del
trabaj~ inglés"º(?) El análisis de Cunningham sobre la revoluci°{)n industrial·· fue más so Pl 8tic ~ 3.o C!_l
aquellc s de Thorold Roge rs o de Toynb ce , a.-rgu~rendo
que los sufrimient "' S de ese período fu~e ron ''las in;
vitables dificulta1es de l a tra nsición", agr2vadas
por las guerras con Francia y les Estados Unidcs ,
•
•
1
�1
5
por las fluctuaciones del comerc i o y pcr un mal g ~
bi e rn0; y aunqu e r ec onocía '' el rápido avance de la
prospc ri rlad material'' contrapesaba ésta c on '' e l t~
rrible sufrimient o soportado durante el perí odo de
transic ión.'' ( 8)
-
Con un r espaldo tan poderoso la teorí a sobre la
mi beria producid a por J.a r ~ voluci6n inaustrial fue
fj .rmement e encajada en libros de textos y en trEJba jcs d e historia general . Así, por ejemplo , el libro
VéJ I"'ias vec e s impr es o ''Industry in England '' de 11 . de
B~ Gibbins afirmaba ~ sin las calificaciones impues ~
t ~ s por Thoro~d Rogers o Cunningham, que :
rtdebc\ recordarse do continur que la condici :n do
la mé::isa del pueblo en l a pri1nerél mitad de es t e
sigl o(diec inueve) fue d e la más profunda depre sión º ~ · El h echo fue que , d espu6s d e la intro ducción del nuevo sistema industrial, la cond ic ión de las clases trabajadoras declinó r~pida
mento ; lo s sa~arios fueron más bajes y los pre cios1 por lo menos, el de l trigo , fu e ron a men~
dJ m6s altos ; h~sta que finalm ente se lleg6 al
más bajo grado de pobreza en lo s comienzos del
reinado de la Reina Vict oria.'' ( 9)
Esta cla se de argu1ncntaci6n , con v ar i ados gra des de calificación y con la particular ayuda de los
Hammond ~ quedó r e la ti vamente inc11estion8ble 11asta
que Clapham publ i c~ el pr i mer volumen de su historia
eco nómica de Gran Bretaña en 1926. Después de ell e,
la opini6n de Toynb ee - Hammond aún gozaba de amplia
aceptAc i6n, pero se hablab& mu cho más de es tabilid a d
y menos de declinación, más bi en de r azones espec i a les - y no generales - de porqué el standard de vida no se había e levado. Así, por e j emplo, en 1952,
�6
E.di. Hamilton escribi6 que entre 1800 y 1852 "los
salarios reales de todos los trabajadores se elevaron pero esto fue ampliamente balanceado por el
desempleo crónico y cíclico"(lO)~ y Colin Dark
afirmaba que:"la primera mitad del siglo diecinue
ve, con todas las tr emendas cargas que trajo consigo, solament e tuvo éxito en mantener constante
el ingreso real per cápita."(II) En la actualidad
es probablemente cierto que la mayoría de los his
....
toriadores económicos están más bien a favor de
la tesis de Clapham que l a de Toynbee-Hammond, pero muchos libros de texto y tr Lbajos generales todavÍ8 se apoyan excesivamente sobre los Hammond(l2)
y probablemente por esta raz6n 9 no mucho tiempo ha,
un distinguido historiador económico es tim6 necesario salir en defensa de Claphamo(l3)
~
•
Describir, sin embargo 9 la interpretac i6n más
optimista de la r evolución i ndustrial como original
de Clapham, es i gnorar a otros historiadores ;. economistes que sostenían la misma t esis ant e s que ~ ·
Clapham diera a ésta amplia difusi6n. Los argum~ n
tos de Clapham est aban fuertemente apoyados en las
estadísticas sobr e salarios y precios , trabajo que
~l l amenta ba hubiera sido '1 c onstantemente ignorado
por l os historiadores sociales" . ( 1 4) De modo particular él se basaba en inves tigaciones sobre salarios en el siglo diecinueve realizadas por A.L.BC~
ley y G.H.Wood, que aparecieron en una serie de a~
tícu~os publicados entre 1895 y 1909 y que constituyen aún hoy día los es tudios más completos sobre
salarios que podrían ser útiles para terminar con
el problema de descubrir lo que . suc e dió con el sta~
dard de vida entre los años 1800 y 1850(15). Tanto
Bowley como ~ood fu eron cautos en sus conclusiones
•
�7
pero ambos convinieron en que el promedio de standard
de vida había aumentado entre 1800 y 1850. Pero estas
conclusiones, aún cuando su publicaci6n pr e cedi6 a
los libros de los Hammond, hicieron poco impacte sobre la interpretaci6n de la revoluci6n industrial ya
popularizada por Toynbee.
Como era de ·esperar se , la reacción moderna a la
interpretación de Toynbee comenz6 en Mancheste r. En
1920 G. W. Daniels escribió en su '~Early English
Cotton Indus try":(1C)
''Con fr ec uencia, y muy justificadamente, se e nfoca
el períooo de transjci6n, en particular de la úl·tj_ma década del sil2:-, 'J dieciocho y las primeras d~
cadas clel siglo di0r·inueve como una época de gran
penuria y de retrae so social para una gran parte
de ~La población ~r c. )mo causa d(l ello se pone un
considerable acent r sobre el movimiPnto economíco .
!..PXiºE~ la idea ql e un movimiento económico como
el que estamos con~iderando , quP fue caracteriza·do por un lad o por un mayor púde r de producci6n y
por el otro > por una unidad económica expans iva,
podría, por sí mismo , haber sido una causa de miseria muy extendida y de ~etroceso social, es duro de aceptar . Sin embargc , cuando se tiene en
cuenta la posición previa de Lancashire y los efectos que tuvo el movimiento econ6mico sobre· e lla, parecería no haber ninguna raz6n para ser aceptada para este período.''
Y George Unwin, en su encantador estudio sobre
Samuel Oldknow publicado en 1924, añadió su gentil
pero persuasiva protesta. ''A despecho de toda la noble elocuencia y profunda profecía de Carlyle'' Unwin
escribi6, ''los que conocen algo acerca de ambos pe-
�-
•
8
ríodos pueden permitirse duda r si e l siglo doce fue
mucho mejor que el s i glo di ec inueve.o••• Si Carlyle
se hubiera aventurado tanto sobre l os testimonios de
Mellor (fábrica de Oldknow) cono sobr e los de la Cr2
nica de Jocelyn, podr ía haber sacado un balance más
justo entre el Pasado y el Pr esente .'' ( 17)
Después vino un autorizado respaldo desde Cambridge . En 1926 J . H. Clapham pro lo g6 e l primer vol~
men de su mas iva ''Economic History of l\1odern Bri ta in''
con un ataqug genera l a las leyendas en historia y
un particular ataque a la leyenda de qu e e~ promed io
de standard de vida fue declinando entre 1800 y 1850 .
"Para cualquier clase de obrero urbano o industrial
de la que se puede conse guir informaci6n'' - escribió
Cl apham- "exc epto - una grave excepci6n- esos moribun
dos comercios tale s como los comunes tejedor es a ma no de tejidos de algod6n , los salarios han aumentado
notoria~ente durante los sesenta años intermedios (des
de 1790). Para 18s cl3ses afortunadas , tales como las
de los ladrilleros , aquellos han aumentado más del 40
por c i ento , y para los trabajadores urbanos e indus tri ales ~ en general , t a l v ez alrededor del 40 por cieQ
to . '' ( 1 8)
-
La advertencia de Clapham a los h i storia dores ~
con6micos (así como su igualmente famosa advertencia
a lo s economistas del "ári do formalismo '' de la teoría econ6mi ca contemporánea),(19) junto con la auto r i dad de s u saber señalaron un punto decisivo en la
moderna interpretaci6n de la revoluci6n industrial .
Desde entonces los ataques a la tesis de los Toynbee Hammond se hicieron frecuentes y violentos . En el m i~
mo año W. H. Hutt dirigió el ataque más perjudic i al
al uso que líammond hizo de las fuentes ~ cons id erando
�9
e l caso particular de su dependencia del not oria men te
ma l reputaclo Comité de SadJ.er de 1832 . Ilutt concluyó
c111e había habi clo " una ten(lencia genera l a exagerar los
'ma·1 es '' c1ue caracter·izaban el s i s t ema fabril antes de
abandon r eJ. lais se z - f a ir e ''. (2 0 ) Y en 1928 T . E . Greg_Q
r·y sos tuvo c1u e se habí a descaminaclo a toda una gener.§_
cj 611 de es·tudia11 tes de J.a historia económica inp-l c: sa ,
y c1ue el historiaclor , al convertirse en un '' fil ósofo
. ocia l '' h Et bí · 11echo de la historin econórriica " un ins t:r11men to rl e conc ena c1e ese Pa sado r espec to al cua l su
p l"'j n1e r. finaJ_j_cl ad ec- l a a
co mp r e nd erJ.o''. '' La Inglate l"'ra d e 'roynb ee y ae l os riammonc1 '' - concluía -, " no es l a
I g lat erra de Tooke y ae Ne'limarch''. (21)
En L930 Ivy P i nchbeck con la tención particularmente pt.lesta sob1~e J.as mujeres en la inclustria esc ri b ió: " S:L bien J.or:3 tr'al) jador·es :t10 part i c i paron en la
m l1ida c1ue pod í an J1abe rl o 11echo en las ventajas obte nidas del uso de l a maquinaria, a ún así, p8ra la mayo
r ía d los trabajadores la fÁbrica s i gnificó salarios
más altos , mejo r aJ. i mentac ión y v estido y un sta n dard
de vida mejor . Esto se verificó especialmente en ~l
caso de l as mu j eres ''. ( 22 ) Y e n 1931 Mrs . D. Geo r ge ~e
neralj.za a diciend : " En la mayor parte rJc;l mundo la
i11c1tls tJ"iaJ_izaci6n re1)resentó un progreso en la c i vili
zac i6n material , un aumen to e n l os standa rds de vida ,
un me j or status , un mayor pode r político para l as cla
se s más humildes; mejor6 la salud , prolongé la vida ,
dismi11tly6 l a fati ga cle l trabaje y traje consigc un ma
-
-
""
y'6 r ti e rnp
de ocio ''. ( 23)
-
Si con e to se quería describir lo acaecido en
Ingla te~ra entre 1800 y 1850 , se ~odria argüi r que la
reacci6n había i io d emas iado lejos . Además , el efectc
que l)rodujo sobre e 111sto1"iaaor de la economí a en ~
�10
neral fue más bi en de confus i ón que de esclarecimien
-c o 9 tanto es as í que un hi· .toriador, en 1 931, después
de citar l as opi niones de Hammond y de Clapham, lle gó a la conclus i ón que el tiempo '' aún no estaba madur o para pronunc i amientos dogmáticos en la materia '' o(24)
Fue j presumiblemente 9 par2 convencer a los que estaban en la duda y en el error que T. S . Ashton redactó
sus justemente famosos artículos de 1948 y 1949 . (25)
Como consecuencia directa de los artículos de Ashton
" la cont roversia '' volvi ó a reanudarse º Pero es importante hRc0r notar que desde entonces el argumento
ha sido enfocado más bien unilateralmente, y descri bir cono cont roversia lo que ha sido en r ealidad ensayos ~ara un acuerdo, es tal vez engafioso . (26) Ado más es+e acuerdo se ha vi sto r e f orzado por una reva l uac ión del ro l de l honbre de empresa en la r evolución i ndust rial y por un ataque a la ingenua idea de
explotación . ( 27) Por ciPrto 9 se pod í a haber sostenido ~ue Ashton había zanjadG el problema una vez por
todas
sin
t
ener
en
cuenta
la
adve
rtencia
recientemen
..
te dada por E . J . Hobsbavm de que aquel aun necesita ba '' pru ebas mllcho más fu e rtes d~ la s que se habían
aducido hasta e l r.orr.ento 9' para desacrea.i tar la opinién ele Ham1.1ond . (28) º
~
-
La reciente asEvrración de l Dr º Eobsbawm de que
la controversia [~n no se ha ext inguido alentará a
aque1los que pi ensan que en histeria ll ega r a una ~OQ
clusión es difícilj si no impos ible . Pero él estácoB
pletamente e~uivocado cuando describe la controversia
como u11 · fenór~1eno soci; l de los úl tirnos tr einta años,
sostenienco quP hasta el monento en que Clapham ata cara a la " opinión clásica " (e s decir , la de r~Iarx
Toynb ee - Hammond- liobsbavvr.i) é sta fue sostenida por"inv es ti gado r es e historiartores de todas las corrientes
1
�11
políticas '', y que ella representaba''el consenso de
contemporáneos inteligentes y bien informados , la m~
yorfa de los cuales , como loalmite aún la crítica , ~
brazaron el enfoque sombríc ''. (29) Est o ca r ece de sen
tido . En efec to , la controversia sobre los costos s~
cjales y J_as ganancias económicas de la r ev oluc i6n
J.ndustrial PS tan antigua como la misma revolución yj
tal vez 1 paf~Ó su fase más ~spera mientras se daban loo
primeros cambios importantes en la industria , antes
el e JJ850 .
De todas las críticas contemporáneas sobre la
industrializaci~n ninguna fue m1~ sonora como la que
hicieron Jas grandes figuras litPrarias del momento 1
co11 la soJ_a e j_mportante excepción de lVIacat1lay . La
oposición l i eraria a la revolución industrial continuó , por cjerto, durante la era vjctoriana: Word~
worth, Shelley, Col.eridge , ~outhey, Peacock , IIood ,
CarJyle, Kin 6 sley, las Brontes, Mrs. Gaskell, Dic kens , Disraeli, Ar old y Ruskin 9 todos ellos fueron
severos críticos del '' sistema fabriJ_ " y , en mayor o
1nenor grado, ensalzadores del pasado. Ellos, adn más
que Cobbett 9 fueron responsBbles del contr ste entre
el pasado y el presente y de la particular ley enda de
J_a '' edad c1e oro '' del siglo dieciocho . Ellos impusie J'on el standard ideal de un imaginario pasado y vituperaron, por contraste 9 todo lo que fuera moderno .
En este sentido , por ejemplo , Carlyle impresion6 much.ísimo a Toy11bee pues él int6 '' el mqs tierno y pa tático cuadro del Pasado, la más despi adada acusa ción del P resente "~ (30) Aunque a fines del siglo di~
ciocl10 los hornos de las fábricas de los es tableci 1nient os rurales eran acogidos como ejemplo de '' lo S.!!
bJ.ime '', el siglo diecinueve trajo consigo '' una edad
de desesperaci6n". (31) Burke vio las cualidades ese~
J.
-
�12
ciales de lo subl i me en ''la vaste_dad y ~]-_poderi' y
la "o scuri dad '' de l as máquinas y las fraguas de Coal
brook Dale; '1VordsvJ01'"'th y io a la fábrica como un ·templo
'' donde se ofrece
a l a Ganancia, e l íd olo dominad or del ~eino 7
un pe1-.petuo sacrificio¡' º ( 32)
·
,
-----~
-~
Las reacciones de Wordsworth y otros escritores del día fueron en parte estéticas y románticas,
en pa rt e morales y humanjta~ias, y en parte polí ticas; ellos objetaban la f ealdad y la escualidez de
la vida. urba.no-ind1lstrial comparada con la vida ru··
ral- agrícola; censuraban tambi én su espíritu moti -·
vador y ''la )presión '' que traía cons i gc º No hay ejemplo mejor de una críticá intransigente sobre la
industrialización que la de So~they, quien declaró
que 1'el efecto inmediato ·y doméstico del sistema fa
bril ººº es el de prrducir un mal físi0c y moral, en
proporción a la riqueza que crea 1'º (33) 0 9 tomemos
por ejemplv 9 ColRricige, c1uien escribió que '' los l a bradores de la tierra reciben pobres pagas y el r e~
to de la población está mecanizado en beneficio de
las fábricas de lüs nuevos hombres ricos; - sÍ 9 la
maquinaria de la riqueza de la nación se construye
con la desdicha, la ~nfe rmedad y la depravación de
aquellos que deberían constituir la fuerza de la na
-A
ción'' ,, ( 34)
•
•
Pero esos cr í ticos escribieron con más sentimien
to c1ue ciencia ;¡ ·toda una hlleste de escri to1'"'es menos
conocidos~ tales como JoFi e lden 9 C º Wing , J º Pº Ka y~ Sº
K~rdd, To Thackral1 y Ro Qastler 9 y J_os prine''"'OS te6rl:_ f f
cos socialistas 9 J º Fº Bray~ W~ Tbompson y Fe Eng~~s
(35) hicieron un análisis socia.l m6s for:,1al y apo rt~
•
-
�13
ron una mayor documentación . Engels , por ejemplo , co~
binó par excellence una mirade sentimental sobre el
pasadú y una condena del presente , sosteniendo qu e an
tes de lét inc]ustrialización '' los trabajac1ores veget.§.
b'n a lo largn de una existencia pasablemente confnr
tél1)].e , llevanrlo una vj.da recta y pacífica con toda
piedad y probidaa y su posición material estaba lej os
cJe SLr mejor Clue la de sus sucesores ". (3f)
-
Pero, como acaece
por cBda contemporáneo
alabnbaº Quizás la más
lización jam1s escrita
con la moderna controversia~
que criticaba había otro que
briosa defensa de la industria
fue la de ~acaulay
en 1830~(37)
,
" I, s e].' ses trabjé1doras de esta isla aunque tie -
ne n sus motivos de queja y sus angustias , algunas de ellas provocadas por su propia imprevi ~ ión, otras por errores de sus gobernantes? es tán , en conjunto , en mejores condiciones en l o
que se refiere a comodidades físicas 9 que los
h 1bitantes de lna región i gua lmente extendida
de J. mundo antiguo . Por esta razón el sufrimie_g·
·to se siente más agudamente y se deplora más
ruidosamente aquí que en cualquier otra parte •.•
Nosot ros deb emos confesarnos incapaces d e ha l lar ningún rec uerdo satisfactorio de cualquier
gran nación del pasado o del presente , en las
Ctlales las cJ.ases trabajadores hayan estado en
si tuación más confortable que en Ingla terra du
rante los últimos treinta años $ •• El sirviente , el artesano y el ogricultor di sponen de '
una provisión más copiosa y sabrosa de comida ,
mejor vestid y me j or mob ilia ri o ••• El pa í s es
aún más pobre que en 1790? Nosot r os creem os fir
memente que , no obastan te l a ma la admi nistr a -
-
-
�14
ción de sus gobernantes, el país se ha enriquecido cada v ez más. De cuando en cuanto ha habido una detención, de cuando en cuando , un corto
ret roc eso , p ero sobre la tendencia _genera l no
puede haber dudaº Un solo obstáculo puede hac er
desvi ar p er o la corriente es tá evident emente a vanz and o''º
'
Si Macaul ay puede compet ir con Southey y Coleridge en el ocuenc i a y apasionami ento , GºRºPorter y
T.T ooke pueden hacer lo propi o con Enge ls y su masi va i nv estigac ión y estad í sticas . (38) Es as í que Porter llegó a la conclus ión en 184 7 que ''aunque en algunas temporadas todos aquellos que v iví an de jornales diarios deben haber sufrido privaciones , con todo y con algunas excepciones, su condic ión ha ~ejo
rado mucho en el curso de los años "º (39) Y aún algunos crí ticos contemporáneos de la industrialización
admit í an que , con la excepci ón de los tejedores ma nuales de telares , los j or11ales eran '' más que suficientes para proveer de toao lo necesnrio aún para
un sustento liberal ''" ( 40)
Fue después de 1 850 , sin emba rgo, que recibió
un respaldo creciente la o 1., inión que l a condic i ón del
trabajo había mejorado y seguí a mejor1ndo aún . Por e jemplo 9 el ensayo de \itf ºR . Greg sobr e '' England As It Is"
en The Edinburgh RevieV'1 , lamentaba la ''t endencia a d~
nigrar el presente y exaltar el pasado '' y argüí a sobr e
un innegable adelRnto de nuestra pobl ac ión" . (41) Samuel Smil es en 1861 escribió que el artesano inglés
gozaba de mejores condiciones que en cualquier épcca
ar1terior : "ha s ido un proceso de mejoramiento sólido Y e~table ººº Por·)ci erto que cuanto más cuidadosamente se inv es tigan los df~Ci). ntados "buenos t i empos
•
�15
de antes '' de las clases trabajadoras , más claramente
se ve que aquellos eran tiempos de trabajo duro y e~
casa paga , de comida cara y ropa insuficiente , de m~
dios deficientes de educación y míseras comodidades
1EtrniJiar·es '' (42) '' El progreso - es decir, el progrese
material - de las clases t1·abajadoras de es te país
clur·ante la última mitad del siglo '' declaró J . V/ard
en ·1868 , " ha sido , sin embargo, destacado . La his to:r.'j_a no o.frece otro paralelo con ninguna otra épcca o p8Ís ' '~(43) Estas declaraciones recibier on una
f'o1·rnfJ aocume11tada en 1884 -- en el mismo ano en que a
é1r·ecía ''IJa RevoJ.uci6n
industrial'•
de Toynbee - en
.
------la publj_cación que hiciera la Statistical Society
bajo Ja dirección de su presidente Robert Giff ~ n 7 ~
·
. .. :
"G o el e J. é:1 , ... a . e t r 2 be j é1 t~ ("'\ ¡_~a en 1 a ú 1 t i ma
mitad el e J. sigl c '' ( 4 1~ ) º Gj.f_t·en 9 refiriéndose a 1 os a·-..
fio~ 1840 a 1880 , llegaba a la conclusión que los
stanclarco mejores do vida se reflejaban en la mor·t El. 1, j_ da a l to b a j a 1 e 11 t1 na e d tl ca e i. 6n. me j o rl 1 d:. s mi n c1011 cJ e 1. e~ imen y del pat1perismo y mayores ahorrosº
(45) P t:~O rnj.enL~"as Giffen estaba escribiendo, loa 11.,.a.
bi n estaban preparando sus primeros ataques a lus
insti~ucion1s y a la sociedad inglesas, ataques que
infl iyer 011 Gob1... c .Jcoc1a una generric ión de hist0r.iad o .. ~
l"es y a1)acig11aro11 la vieja controversia hasta el do_g
mático ataque de Clapham en 1926 .
~-
~
.,._.
...---
-
_.....
~
II
Por cada juicio inflexibl8 sobre la revolución
indus ~1a1 ~e Inglaterra ha hFoido, pues~ un juicio
contrario igualme11 te inflexi bl_e º Pueden ser explica----~da s estao diferencias? Ellas ian surgido m3ramente
~ebido a la dificultad en p~ [e r traz ~ r un balance his
)
)
-
�16
t6rico claro de un suceso complejo, tal cual es la
revolución industrial, la cual afectó a toda una so
ciedad durante más de medio siglc? Ciertamente el
volumen y la diversidad de las pruebas han llevado
a estudios tan variados y contradictorios que cualquier consideración sobre la revolución industrial
en conjunto ha sido inevitablemente llevada de simples a complejas interpretaciones.
Además, la historia es todo para todos los ho~
bres, y la selección de pruebas de acuerdo a algunos
principios abstractos y el resumen de evidencias según un implícito principio de selección ha impuesto
diferentes pat1tas a l es hechos y lia ''probad o'' diferentes interpretaci ones de los mismosº Los historia
dores, pues 1 a causa de la complejidad de la revolu
ci6n industrial, debido a la cantidad y diversidad
de pruebas, y a causa de las diferencias en las apreciaciones personales 7 están refiriéndose más bi en
a cosas diferentes, planteando y contestando probl~
mas diferentes, no discordando en realidad ( E':Icept o
en lo que se r efiere a valores), sino Gcupándose de
argumentos s in sentido~ Por ciertc que debe tenerse
en cuenta el problema de las fuentes y de l a integridad de su uso al considerarse los historiadores
de la r evoluc ión indust rial, pues si bien hay moti·vo suficiente para desacuerdos objetivos sobre la
base de la evidencia, los historiadores han tenid c
demasiado a menudo, tanto los adeptos ael progres o
(por ej . los liberales de Manchest er) como los cri
tic os sociales (pºej. los social istas de Fabien),
una tendencia a '' abusar " de las pruebas a favor de
sus particulares creenc i as .
Esta parcialidad política en la interpretacivn
�17
ha tenido tres fases principal es ; en la f ase primera
y contemporánea la cohtroversia se daba entr e Whig Y
Tory y consistía en una reflexión sobre el cambi o en
el poder e conómico y político que estaba sucedi end c
entre 1800 y 1850, con el Whig por un l ado , enc omi a~
do el cambio económico y político , y el Tory detrac tándolo. En la segunda fase , el conflicto se producía
entre los progresistas - y por esta épo ca t anto los
Liberales como los Conservadores miraban al siglo di~
cinueve como el siglo de un progreso masivo y continuo - y los distribucionistas , especialmente los Fabianos , quienes condenaban l a organización y l a ética del capitalismo deseando cambia rlo.- En la terce ra fase moderna , el ataque Fabiano se v e r e forzAdO
por los marxj.s tas, quienes aceptan el dogma de Engels
segdn lo difundiera Marx y sost i enen que el c~ p itali~
mo tanto en su evoluctón como en su forma actual es
un mal y, por tanto, mientras la r ev olución indus trial
en Inglat erra había perjudic8rlo al traba j ndor , el cr~
cj.mi ent o econ6mico de la Unión Soviética lo había be•
n fi ciad o .
"La opinión privada y l as pas i ones priv adas " - e~
cribía Eden en 1797 a propósit o del tema "La situac i ón
de los pobres ", " interferirán demasiado frecuentemente
a despecho de todos nosotros y desviarán e influirán
las mentes más honestas e int elig ent es adn en sus juicios sobre cuest i ones de hecho".( 46) Pero pocos historiadores tuvieron en cuent8 su adv e rt enc ia. Para Mac -
aulay , por e jemplo, ho habría problema acerca de los
en4ficos e fectos del lib eralisme económico sobre el
progreso econ<Smico . "No es por la intromi s ión O.e l ídolo de Mr . Southey, el omnisciente y omnipotente E~
tado - escri bi6 aquél - '' sino por la pru<1 enc ía y la
ene rgía del pueble que Inglaterra ha avanzad c> en su
�18
civilizaci6n, _y es debido a la misma prudencia y la
misma energía que miramos hacia adelante con buen ánimo y esperanza.'1 (47) Para los Hammond, sin embargo,
el progreso econ6mico estaba viciado por una injusta
distribuci6n y consiguiente divisi6n social; la revo
luci6n industrial había producido un sistema social
que ''en su forma extr ema º ••
había convertido a la
masa del pueblo en la carne de cañón de la industria''
y cuya persistencia demostraba ''lo que la humanidad
tiene que perder si hace un dios del poder industrial". ( 48 )· Tan fuerte fue al apasionamiento de los
Hammond que, por ejemplo, usaron e l informe de Sadler
de 1832 sobre la condic ión de los niños en la fábrica como "un documento clásico ºº.ººuna de las principales fuentes de nuestro conocimi ento de las condicio
nes de la vida en la fábrica de esa época, a pesar
del hecho de que sólo se apoyaba en las pruebas de
Sadler y de que éste fue ampliamente refutado por in
formes subsiguientes de 1833 y 1834.(49) Cuando las
creencias son fuertes el historiador puede estar cie
go respecto a aquello que no cree o no quiere creer ,
y aunque resulta difícil sospechar que algún historiador pueda ignorar conscientemente o ser capaz de
suprimir pruebas, falsificarlas o inventarlas, el h~
cho es que la historia ha sido usada durante mucho
tiempo como ''arma de doble filo'' y se le ha hecho
''s ervir a cualquier teoría imaginable o peculiaridad
temperamental''º( 5) Es así que gran parte del conflicto cre ad o acerca áe la revolución industr ial nace de
la parcialidad, de opiniones apasionadamente sosteni
das sobre valores y según estén influidas por el ca~
bio so·c ial.
º.
•
-
)
Ha habido también historiad:ores que miraron so_!!!
�19
bríarnente el cambio social como un retroceso y otros
que lo estimaron como un prometedor progreso . Los ºE
timistas , con su con fianza en un continuo aunque
f].uctuante progreso , han predominado desde el 1800 ,
( 5 1 ) , ae modo especial , en historia política donde
la interpretación Whig permaneció durante mucho tie~
p o indiscutiaa . (52) Es realmente curioso observar
q.ue una inter"'pretación Tory- radical de la revolución
industrial - como aquella promovida por contemporáneos tales como Southe y y Oastler y más tarde por
los IIammond y los V/ebb- recibiera el . más amplio fa vor , al mismo tiempo que la versi6n de historia po lítica Whig era mayormente aclamada y que , recient~
mente , cuando la interpretación política Whig ha s~
frido un ataque creciente , su actitud tradici onal
respecto a la revolución industrial ha estado , en
cambio , ganando aceptaci6n .
El desacuerdo originario descansa sobre actitu
des diferentes acerca del principal y obvio efecto
soc ial producido por la industrialización : la ruptu
ra de las antiguas unidades sociales y de las rela ciones sociales . Mientras que algunos argüían que
el r esuJ.tado era perjudicial, con efectos deletá reos sobre la moral , la saluti , la felic ida d y los
ingresos , otros sostenían que el industrialismo li be raba a los hombres de las antiguas servidumbres
de la tierra y del tiempo, de un sistema social cons
trictivo y les brindaba oportunidades para una exis
tencia más liberal y más ricaº De modo particular Jos pesimistas argüían que la industrialización cons
ti tuía tma amenaza para la mor al y los v alores . '' Elgran dañ o del s i stema ac t ua l'' - esc ri bi 6 N. Scatcherd
en 1830- '' es el de haber quebr ado compl etamente el
�20
vínculo.º. entre padres e hijoso•• Una vez roto el
lazo de la autoridad - el lazo del deber y el af ec
to es de poca monta. El sirviente es ahora el amoe l hijo sólo es el huésped''.(53)
Sin embargo, este proceso fue frecuentemente
visto como emancipación, esperialmente por las ..mujeres 1 pues cabe poca duda que la ~evolución jndus
•
tiial inició la re,r 8luc ión rJ<:ci a-1 en el status de
la mujer º Avanzado el siglo 9 ~fliss Fo le~.,. sostenía "
por ejemp~o, que la fábric e y el taller
•
•
" sacan a la joven fu era d el ~'hogar u, donde
está encerrada, confina da en cuanto a es pacio, luz, aire, ide a s y compañía; m0ldea
en ella hábitos de puntualidad, obediencia,
prontitud, destreza 9 '' perspicacia 11 y sos te
,,_
nida atención y esfuerzo, la estimula a tra
bajar bien, pone de manifiesto su capacidad
para la camaradería y la acción social y la
ejercita en el respeto y l a confianza en sí
misma y en el coraje ''"(54)
<¡uest., e l h ist ori ador de la industria del al-godón , sostenía en fo~ma similar, que el trabajador
de fábrica ''aguzaba su ingenio y prog1"'esaba por la
constante comunicació:.1': 9 y ''d e haber estado sélo
unos pocos grados por e . .1cima d e 2u e:anado t) n l a e:'?.
cala de la inteligencia, ll egaba a co __ i-e,_--tirse 0n
Ciudada10 PolíticJ~'(55) Pero Parc011 0·11:__ ~~ ~-·Jl"'k-
sh:L re, impugnando lo ti_Ue Cruest .1_3bJ. t.l el'"LC'C: ·. ado~ -. ...
me ri ·eaba que 1 os traba j ad o r e s fu e r, ~ n ·; má;:,) ~~ ~1 i C" t os 2 '.
0s~udi~ de la política que de la Bibliat!º(;6)
Para complicar el asunto qpareci6 ~1 ~esim~sta
argunento que la industrialización había relajadn
la moral, "Las fábricas" - declaraba Whitaker - 'son
•
�21
los focos de inmoralidad pre c oz , de casamientos pr e maturos y de una poblac i6n irregular".(57) Pe ro tales acusaciones estaban basadas sobre ''la deducción
teórica que , all í donde se '' arrojaran juntos un gran
número de personas de ambos sexos, debería darse ne cesariamente la inmoralidad "o (58) Ellas se vinculaban
a demáo~ en el período anterior a 1850 9 a lo s temores
r.1al tusianos a e s11p erp oblac i6n. En cualquie1. caso las
,ruebnn, tanto de la religj6n como de la moral, s c bre
.l.aP clBses trabEljadoras eran tan variadas com:1 para
~ er suoceptibles de interpretación alternadaº The
Pactory Commission Report de 1833 afirmaba:(59)
•
''R especte a la moral vemos qtle aunque
las declaraciones y las de osiciones
de los diferentes ·testigos que han si
-do examinados son en gran medida conflictuales, aún no hay pruebas que de
inues tren que el vicio y la i1"moralidad
prevalezcan más en el puebl , conside rad o como una clase , que en cualquier
otro sector de la comunidad de la mis
ma época y con los mismos limitados
medios de informaci n"º
1
•
-
Lo mismo que pasa co~ la moral sucede con Ja re Lig·. "~ : Cl1apman declaró en 1840 que '' la as istencia de
los 4 · r j e(l ores en determinad8 luga1. d e J. culto es muy
e11cJ 11 º J]n l. o~ a lre ded o::' es et e JJ e ed sr. • (\ la s i1umerus r:t e
ap1J 1 ao. º es t~n ,~ab:L tualmente llenas 't º ( 60) C:v_e st e'i
l"' ~ · ··_u e: p o r e i e i~ t n
que 1 os Je e j e dores " e vi d en c i a ron
~-a11vo celo y ardo1--- por la nue-·a ?ellg-:_6n como sus p1"' e
"
..
decesL es habian a11te1~iorme 1te demostrado por la Re·_orma '' c ( 61) ~ar P01 Bull y otros de la s iglesias enton
-..
ces existentes estaban tan preocupados por el tino de
i)
~
Q
_,..
�22
religi6n como por la falta de ellaº De manera semejante, algunas de las quejas sobre el carácter de
los trabajadores partían de la desaprobaci6n por el
consumo que éstos hacían de los ''artículos de luj 6 1'
- por ejemplo,comestibles importados y algodones es
tampados - y por la creciente independencia social,
con salarios y uniones más elevados, por lo menos de
los artesanos más hábiles.
-
Los pesimistas, por consiguiente, veían en aque
llo que ellos consideraban falta de disciplina, inmo
r 8lidad y radicalismo político y religioso, tendencias peligrosas que amenazaban viej os intereses y an
tiguos valores. Ellos tenían razón en su temor ,pero
el que la nueva sociedad fuera menos moral que la an
tigua es un problema que aún queda por resolver. Ello
no obstante ha persistido una convicción de decadencia
moral de suerte que todavía hoy hay muchos, como por
ej. Ortega y Gasset, que han sostenido que el efecto
más importante de la revolución industrial ha sidc el
de dejar a Euro pa sin un c ódigo moral.(62)
-
Como es obvio, hubo poca posibilidad de acuerdo sobre la revolución industrial cuando los intérpre
tes estuvi eron (y están ) separados por convicciones
tan absolutas sobre valores . Aún en el caso del probl~
ma más limitado de definir el progreso económico - l_i
mimado en relación con el probl ema más vasto de la co~
paraci6n de los modos de vida - ha habido poca ooincidencia. G.T.Jones, por ejemplo, sostenía que ''la med_i
ci6n directa df l progreso e conómico" era imposible
mientras que Colin Clark declaraba que ''las comparaci_Q
nes sobre bienestar económico ent r e una comunidad y
otra constituyen la verdadera a rmazón de la ciencia económica''. ( 63) Pero el problema de cotejar ''la satis-
�•
23
facción producida por una dieta consistente en pan , P~
pas , 1;é , a azúcar y carne con aquella producida por una
dieta constituida principalmente por harina de avena,
lechP, q.ueso y cerveza '' (problema visto segdn T. S . Ash
ton) ( 6~) no ha sido reclucj.do, y probablemente no pue d'"t serJ o , a mediciones cuan ti ta ti vas objetivas . De tal
modo, rl comparar la vida rural con la vida urbana,
J_as reApuestas obtenidas han dependido de juicios de
valor acerca de los cuales el desacuerdo ha sido segu
ro.
Pero no todo desacuerdo ha surgido de esta forma º
Otra uente importante de desinteligencias la ha consti tuído el particu:ar caróc·ter de los informes parlamentarj_os en J.os cuales tanto han confi~do~ por nece-sidad, los historiador es de larevolución industria]. .
Estos informes son '' una clase de prueba que se resien
-·
te del hecho que se relaciona mucho con calamidades y
desgracias ". (65) Al hacer lu crónica de los males de
la sociedad, a menudo con detalles morbosos , ellos c frecen una evidencia
sólo incid ental del progreso . De
,...
masiadc frecuentemente, pues , el historiador ha halle
do pruebRs sóJ_o ( principalm ente) de les aspectos a normales, peores y más dramáticos de la sociedad y de
la economía. Una vez más, y sin descontar el fuerte e
lement de compasión en las motivaciones de aquellcs
que subrnynbru; ~os males de la sociedad , el historiad or
ha sido atraído demasiado a menudo por el triste es pectáculo de 18 inhumanidad del hombre hacia el hombre . Ciertament e , para la mayoría de nosotros , esrn~ ,
fácil , más inte r esante y emocionalmente más satisfactorio pre ocuparse por la maldad y el sufrimient o del
hombre que contemplar sus hazañas . La miseria , el vicio y la crueldad invariablemente fascinan , mientras
que la virtud a menudo aburre . Además , una vez contem
-
�•
24
plado el sufrimiento y el mal y, en consecuencia, habiendo descargado la culpa y buscado un remedio, nues
tra conciencia se tranquiliza y se apacigua nuestra
indignación. Pero como lo destaca Butterfield, ''no es
cl8ro que la indignación moral no sea una dispersión
de las energías de uno mismo para gran confusi6n del
propio juicio".(67) Por estas diversas razones las
condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores
industriales y a domicilio más bajos se examinaron y
documentaron como las de ningún otro grupo de gente y
tanto se averiguó sobre ellos que el peso de las prue
bas constituyó y or sí mismo una parcialidad cuando se
hicieron comp a raciones con otros grupos cuyo conocimien
to era menor. Ello llevó, por ej. 9 a la generalizaci6n
que, puesto que en muchos casos las condiciones eran
muy malas, ellas no podían haber sido peores, y por ta~
to, debían haber sido mejores ant e s.
-
-
Tal vez la fuente más importante de conflicto en
la interpretacj6n ha surgido del liecho que diferentes
historiadores se han referido a diferentes personas y
distintos pe~íodos de tiempo y han estado haciendo coB
paraciones que eran inapropiadas y gener8lizaciones
que no son válidas.
Es completamente irreal 1 por ej. 9 hablar sobre
los trabajadores como si se tratara de un grupo homogéneo. Esto fu e d e stacado por Place en 1834:(68)
''Si el carácter y la conducta de la gente trabajadora debe extraerse de revistas, ma gazines, panfletos, diarios, infor.mes de las dos
C~maras del Parlamento y de los Comis~onados
de las fábricas, los hallaremos todos mezcl~
dos, como'' l a s clases más bajas'', los hombres :
\ más expertos y los más prudentes con los más
.
•
�25
ignorantes y l os más irnprudentes trabajadores
y po bres , aunque J_a diferencia sea por cierto
grnnde y admita en muchos casos escasa compa -
ración ''.
Es as í
que cuaJ.quier referencia a los tejedores
de teJares a mano despuás de 1.830 es seguro que será
dep ~imente y cualquier generalización sobr·e su sufr_!
mien·tos no podrá ser necesariamente aplicable a la t~
talidad de Ja masa trabajadora . (69) Ello no obstante ,
1'1S lleclar·acj ones acerca de J.os obreros más pobres y
sobre as peores condiciones de vida y de trabajo han
sido usad8s sjn una culificaci6n apropiad , como si
~11as f 1eran de aplicación generalº Ya ha sido citad0
el E.je111plo de l ind el)j(l O tlso cue los Hammonc1 h.icieran
cJel i11forme ele Sac1ler· c1e 1832 ; su descripción del '' Es
ta d o cJ e 1 é.1 s c i u da d e s " e n " T11 e B 1 e ak A¡.r e " pu e el e igual· me11tc se
cri ticacla por su acurnulacj_ón de casos ex ·t1~e
.....
mos y por su ignorancia de la prueba contraria que se
halla adn en las fu~ntes por ellos mismos usadas o(70)
Una vez que se admiten las difere11cias entre los grupos de trabajaclo:r·es ele be , sin ernbargo , e}:ami11arse su
sj~g11ificad
y, de modo J)a1--ticular , debe hacerse un co
tejo entre los jornales y las condiciones de trabajo
ele los tra1Jajac1ores en eJ. pasado y en las nuevas inaustrias . Mr s . Gilboy ha demostrado , por ejemplo , có
mo las diferencias de jrr nales en el norte y en el
sur y entre la ciudad y el campo , constituyó un est í
1n1 lo para la migrac i ón laboral hacia las áreas indu-Striales más desarrolladas del s i glo dieciocho ; (71)
el estudio de Redford sobre migrac i ón l aboral entre
1800 y 1850 demostró cómo las mi smas fuerzas obr aron
urante l a rev oluc i ón industri a l ( 72) . Análogamente ,
Mi ss Pinch b ec k h a sosteni do que l os ade l antos a l ean
za dos por e l obre r o fa bril en tre 1800 y 1850 s ól o
4'
�26
pueden ser estimados cuando se consideran las condiciones de otros obreros en el mismo período:(73)
.
''Entre los fabricantes de encajes, de guantes
y de nedias, los tejedores de paja y los fabri
c antes de clavos y otros t~abajadores demésti
cos, las mujeres y los niños seguían aún trabajando en viviendas insalubr e s y hacinados
durante muchas horas del día; muy pocos de ellos no obstante una fatiga inexorable apenas
podían ganar lo suficiente pa~a vivir y eran
impotentes para pagar l os gastos de acarreo~
mezquinas exacciones y tiranías tales como
solían ser impuestas por l a codicia o l a des honestidad del ag8nte de negocios'':>
-
1
Los historiadores no han s ido cuidadosos en ac l a
-·
rar del todo a qué grupos de person8s se ref 2rían o
el período de tiempo que estaba n cons~d e raDd n º Hn hab;.
do poco desacuerdo sobre el hecno de ql1_e H ::i ~ :l larga''
el standard genera l de vida ~e elevó; pocos fOdr í an
di scut ir, por ej º, que el obrero estaba en me j ores COQ
didones en 1900 que en 1800 ~ Cuando se elimin2n otras
confusiones el des c cuerdo se centra s obre la ~ e cha en
la cual comenzó a subir el standard de vida y s i la
mejora fue precedida por un p c~ íodo en que lns condiciones de trabajo y de vida estaban en realidad deterioradas. Por cierto que gran parte de l a crítica so bre el período 1 800 a 1850 está basado en s u posic i on es
ac ~ rca del siglo dieciocho y puesto que los eternos
temas de''los buenos tiempos de antes '' y de ''la edad de
or o del pasado'' - a menudo premisas no examinadas parecen ser característica de t ouas las épocas . es i~
portante saber si e l siglo dieciocho proporcionó nn
standard de vida más a lt o ~ara el trabajador inglés
�27
que el s i glo diecinueve . Esta ~nn stituye la compara ción m~s pertinen ·e; es de poca utilidad comparar e l
standard de vida de 1800 a 1850 con el de la mitad del
Piglo 1einte .
O alciuj cr· estudio sobre eJ siglo dieciocho reveJ.a
Ja cxj , tencia do muchos de los " males " que ha11 sic]o aso
ciador más o menos exclus ivamente con la revolución in
:1 u s L!;' j a J_ • S in c1 ud a , j nf' o r1n e s e t1i da a os os so ore 1 n s s a larios eJ siglo J_S hechos por F . M. Eden , e n 1797 y
por E . W. Gilboy en 1934 mu stran que los mismos habían
uumen ·do cluré1nte l siglo º Eden pensa1JP 1ue 'no sola 1ncn e ln totr1lidnd del cuer¡)O de la nacj ~ ~ d be haber
p ~ogr· e 1do en bieno.J tur e independencia' sino t amb ién
sa po1'\ ,i611 de la corr1unid~d formada por ar1ueJ.los que
son enf6tic~men~c llamados las clases t~abajnd0r~s de 1Jen hnb :ir 1 j 01'"'sid o considcrAbleme11te su condicJ rS1 en
el curso del ~º · siglo ". (74) Co1 todo e be ufirmnr· que,
lo mj_, mo ate c11 eJ_ sj glo e j_eci1111eve, el hecho que l as
condicio es 1ncjora1' nn no es incompatil)le con J.a aseve rnción g_ue las condicion s eran muy molé1s . El '' Gin La ne '' de I-Ioga - tl1, por ejem1)J 6, pin tri condiciones de vida
simil· res a l~s que aparecen descriptns en loR informes de ln Comisión de ln Salud de las CiudPdes de 1840 .
Los Webb estnban por lo menos tan impresionados por el
sigJ.o 18 como 1)01'"' el siglo 19, pues en su 'ls·tudio so bre el g obiernos local en el siglo 18 recogieron prue bas de lo que c.lesc1'"'i1)Ían como '' masa horrible de deJ.inc tel"' Cifi seni.:>u~11 y sórdida ". Este fue Ultl siglo, 0ll0s
Cl,, Ínn, de '' Vi a privada licenciosa " y de '' desÓrden y1J.
biliico ", con demqsiada bebida y juego y sensualidad enai1men·to º Las ferias ae Lon( res , escribieron , '' eran orgías de e1nbriat;ueces , de inmor8lidad y de eles orden" .
(75) Col~uhoun , al describir Londres a fines del si glo 1 8 declRró : '' La pobreza en i1ingún luga r se halla
�28
cubierta en medida tan grande con la apariencia y
los emblemas de extrema miseria y escualidez como
en Londres." (76) Puesto que observadores contemporáneos como Francis Place y escritores subsiguientes como los Webb y Mrs. George creen que las condi
.....
ciones comenzaron a mejorar después de 1800, sería
arriesgado argüir que las mismas se deterioraron
sin contaA con una investigación más detallada del
siglo xr~T'~a evidencia indica, por lo menos, que
las condiciones después fueron ciertamente malas y
muy bien podían haber sido peores que a principios
del s i glo diecinueveo(78)
III
La s diferencias de interpretación sobr e la revolución industrial pueden se r explicadas, pero pue
den ser resueltas? Porqué 9 de modo particular, los
historiadores tienden hoy a estar a favor de la interpretación de Macaulay- Clapham más bien que de la
de los Toynbee-Hammond? La aprobación moderna de la
revolución industrial nace en parte de un interés
por e l crecimiento económico, y la consiguiente com
prensión y simpat ía, por un período de crecimiento
dramático y exitoso . El mayor problema económico del
mundo moderno -as í como lo fue en el mundo de la re
volución industrial- consiste en aumentar la produ c
ción más rápidamente que la población. La industrialización de Inglaterra fue la so lución satisfactoria a este problema y, por tanto, es más admirada
que criticada.
~
~
......
Con todo, la aprobación dimana también de la
creciente convicci6n, basada tanto en el cambio de
valores como en una investigación más adecuada, de
�29
que el obrero inglés , de hecho , se ha beneficiado
con la revolución industrialº Tres ~osas en particuJ ar han conducido a esta convicción: 1) estjma ci61 ae tasas de jngresos y riquezas Tiacionales, de
n d i e .:J e pro c111 e e i ó 11 , de s e J., i e s d e s a 1 ario s y p l" e···
e· o~ ') d tendencias de consumo y de índi<:;es r:>ocia..t..C. · - -todo.. lo cuaJ in ica un al11nento .........
no-a.............
mbiguo... del
1romcd]o ele ·tanrard de vida-; 2) un ec..cepticismo
<!_] l'"'~ori oobre la lJase de la moderna teoría del derrollo económico en el sentjdo que el progre s o económico ~ º ués de mucho iempo podría hacer al rj-·
co má
"'j co, y al pobre más pobre y, 3) 11n cohoci1ni i1to ca a vez 1nayor de J.os errores, confusiones y
de~·jlu,·ionc
de los oposi ores el pr·ogreso º
l~
ta convicción ha oido reforzada por ot r os fac
-
to" • !fa l1abido 9 por ejemplo, una revalor·ación de
la in1por· ancia y cleJ. rol del empresario ju11to con u
na pérdida
neral de ínter s por la pr eocupación
Fabian- .,.,ociaJ.ista de los )roble1nas de c1istrj_b1lci6n
u i f 1sa del prole arjado industrialº Ader~ás , en
lna 'poca d cru ldades numerosas y masivas se ha
pcrdjdo la prolongada capacidad para indignar.se ant
1 .·pcctáculo de niños en las fábricas y Jnujer~
en las minasn los hechos y ficciones que desner
taran la humanitaria compasión de los Hammond tiend n a dejar impasible al moderno lector 1 bien dis cipli11aclo por· su f'a1nilia1"'idad con los campos de con
y
ccnt1"ació1
e
-
Ello no obstante, la controversia q e ha acalo
-r8dO a los historiador s durante un siglo y medio
aj fícil ~ente puede co11siderarse terminada e La nre-scnte calma co11 toda segllridad no es pe::manente
0
pues es el resultado
i10
sólo de una invesLjgaciór.
�30
mejor sino también de una unanimidad doctrinal temporaria entre los historiadores. Si Hobsbawm no vuel
ve al ataque de la ahora aceptable interpretación
whig de la revolución industrial, algunos otros his
toriadores ciertamente lo harán, sea ahora o en el
futuro. No obstante no ser ambigua la evidencia que
muestra que hubo un creciente standard de vida entre
1800 y 1850, se usarán otros criterios de progreso
para demostrar su empeoramiento. Mientras haya diver
sidad de crit erios sobre valores la controversia per
manecerá viva y, después de todo, esto es positivo.
La Historia sólo puede sobrevivir en una sociedad
donde no haya valores ''aprobados'' y donde todas la s
int erpretaciones estén somet idas a un continuo esce~
ticismo e inv e stigación.
-
-
Conclusión? Es completament e obvio que las interpretaciones de la revolución industrial de Inglat erra no se han basado del todo sobre un análi s is im
parcial de las pruebas: en gran parte e llas han sido
el resultado de actitudes particulares r especto al
cambio social , económico y político. El desacuerdo
ha surg ido tanto de diferentes opiniones como de he
chos diferentes. Toda la controversia ha sido por
cierto brillantemente satirizada por Thomas Love
Peacock en ''Headlong Hall" escrito en 1815, donde
oponía los puntos de vista de '' Mr . Foster, el "perf eccionista''; Mr . Escott, e l ''deteriorista'', (y) IVIr.
J enkinson, el ''statu-quo-ista":
'' (Mr. Foster) se expresaba con gran energ ía sobre el tema de caminos y ferrocarri
l es , canales y túneles, manufacturas y m~
quinarias: ''En una palabra'', decía él,
''cualquier cosa que observemos proclama
el progreso de la humanidad en todas las
-
•
•
�31
artes de la vida y demuestra ~u gradual avag
ce hacia un estado de per·fección ilimi taaa".
M~. Escotte•o••tomó aquí el hilo del discur
-so observando que la exposición acabada de
presentar le parecía que era perfectamente
contraria al verdacJero es ado de cosas~''pues t,
1
dijo él, "estos adelant,os, como Ud . los 11~
ma, me parecen a mí otros tantos eslabones
de la gr n cadena de corrupción que pronto
aprisionará a la raza humana en una esc lavi
tud irreparable y una incurable miseria ••• "
1
'Vu stras opiniones'' , dijo r.~r º Jenkinson ,
"par ccn diferir toto coelo . He considerado
a m nudo ol asun o en mi prnpia cabeza, pro
y contra y finalmente ll egu ~ a esta concl11si6n, - que no hay en la raza humana una teg
dencia a la perfec ibi lidad moral ni a la
dAterjoración, sino que las medidas de cada
una e ellas están an exactamente eauilibradas por sus r ec íprocos resultados que la
e pccie humana, respec o a la suma de bien
o mal, saber e ignorancia , felicidad y mise
ria, permanece exacta y perpetuamente in statu quo º ''
•
•
R. M. HARTVELL , Nuffield College , Oxford
�32
,
NOTAS
(+) Este ensayo tiene su origen en un discurso pronunciado conjuntamente por el autor y A.G.L. Shaw,
de la Universidad de Sydney, en la sesión inaugural del Grupo de Historiadores de Sydney en
1953. Le debe, por consiguiente, mucho, a ese es
tudio realizado con Shaw. Aunque se citan muchos
libros y autores, el ensayo no pretende ser bibliográficamente exhaustivo.
-
(1) Ver G. Freyre, ''Morals and Social Change'', Transactions of the Third World Congress of Sociologx (8 vol.; Londr es: -Int e rnational Sociological
Association, 1956), I, 20-33º
(2) J. H. Clapham, An Economic History of the Mode rn
Britain (3 vol.; Cambridge, Inglaterra: Cambridge University Press , 1926), I, vii.
(3) S. Webb, Labour in the Long est Reign (Fabian
Tract Nº 75, Londr es: The Fabian Society, 1897),
p. 2.
(4) The Village Laboure r, 1760-1832 (Londres: Long~
man~ Green &
1911); The Town Labourer,17601832 (Londr es : Longsman, Green & Co., 1917);The
Skilled Labour e r, 1760-1832 (Londres: Longsman,
Green & Co., 1919); The Rise of Modern Industry
(Londr es: Methuen, 1925); The Age of the Chartists (Londr es : Longsman, Green & Co.,- 1930);
The Bleak Age (Londres: Longsman, Green & Co.,
1934); y Lord Shafterbury (Londres: Constable,
1923). La popularidad de estos libros puede juz
garse por el r1úmero de e diciones; por ej.: The
ººº'
�33
Vjllage IJabourer se publicó primero en 19 11 , se
reeditó en 19 12 , 19 13 , 19 19 , 192 4, 1927 , 1932 ,
1936 y 1948 ; The Town Labourer se publjcÓ primero en 19 17 , tuvo cua ro nuevas ediciones hacia
'in es de 1920 . Pocos libro s históricos del siglo
ve in te se vena ieron
·ta~n
bien .
(5) Tl1e S illed IJ~bourer , pp . 1 y 4; Jhe V.1:..~ la ge IJabourer (1948 Gujld . ed . ) , II , 136- 37 . Hay una
sjgnificativa diferencia en re los primeros en re
los primeros libros y The Blealr Ag~ ( publ.icafio en
1934), los cuales admi·ían que ''los his or :1r;r1ores
han sido capaces d pin ar la vida de este ·iempo con colores emasiado sombríos para ser ve aa
-cJeros ", que J~a explicación de descontento sistemá tj coy difunrtido • • ••• debe verse fuer8 ~A la
e~fera
de co11dicione estr ic tamente
y que "clespués del 40 hubo 11n lento
joramiento e J.as condiciones y del
1 a v j_ él a s o e i a. J.'' • ( Pe 1 i e an 1 e d º , p p •
eco1 ~n1j~cas''
:ir f"T::Jclual me
carác ier de
-
15 y 226) •
El camlJio de acti ud puede verse tambi-n en '' The
Industrial Revolu ion and Dj.scon te11t" , Tl1e Economic IIistory tleview , II (Enero , 1930), escrita en
con·testación a lo sostenido por ClarJham ae que el
standard de vida había mejorado entre 1790 y 1830 .
(6) Aº Toynbee , Lectures on the i ndustrial revolution
in England (Londres, 1884), p . 84 .
( 7) Je E º Tl1o r old Roge r s , S ix Centuries of ~iork and
Ages ( 10º Ed . ; Swan Sonnens che in , 1909) 9 pp . 485
y 492 .
(8)
w.
Cunningham , The Growth of Industrv an d C o m~e r
ce in Mode rn Times ( 6º Ed . ; 3 vol . ; C amb~id g e ,
England: Camb ridge University Press 9 1925) , III ,
�34
668 y 617.
(9) H. de B. Gibbins, Industry in England: Histórical Outlines (5° Ed., Londres: Methuen, 1907),
p. 421.
(10) E. J. Hamilton, ''Prices as a Factor in Business
Growth'', The Journal of Economic History, XII
(Fall, 1952), 344.
(11) The Review of Economic Progress, IV (July 1952),4.
(12)
v.
gr. una Economic History of Mode rn Europe, de
H. E. Friedlander y J. Oser (New York: PrenticeHall, 1953) describe las condiciones de trabajo
en Inglaterra antes de 1870 casi completamente
en términos de ''consecuencias social es'', ci tanG.o
como autoridad es en la materi& a los Hammond ,los
Webb , Coles, M. Beer, E, Lipson~ W~ Page y G~
Slater (p . 154 et se_q_º )º Ver tambié'"1 Po Gregg,,
A Social and Economic History_ of B~:!~i~, 1760195 0 (Londres: Harrap 9 1952) y Aº Bryant, The
Age of Elegan~~' 1812-1822 (Londres : Col lins,
1950)0
( 1 3) T. S º Ashton en '' The Jo~-·:·: '.l of Eco11omic Hi ~to ry ",
IX (1949),38.
(14) Clapham, Economic History of Modern Britain,I,561º
(15) Bowley publicó en Journal of the S tati ~ tic al ~o
ciety (1895,1898,1899 y 1qo 2) y en ''The Eco1'1omi~
Journal" (1895,1896); G.Hº Wood 9 sus irivestigacio
nes fueron r esumidas en dos artículos, '' The Course of Average ry!ages between 1790 and 1860'', The
Economic Journal, IX (1899) y ''Real Wages and 'Phe
Standard of Comfort since 1850'', Journal of the
Statistical Soc iety, LXXII (1909). Las inves t i7
�35
gaciones de Bowley están resumidas en Wages in
the United Kingdom in the Nineteenth Century
( C;:tmb1·idge, Inglaterra~ Cambridge Uni ver si ty
Press , 1900) y Wages and Income in thc United
Kingdom sj.nce 1860 (Cambridge , Inglaterra~ Ca!!!_
brj.dge University Press , 1937) .
(16) Go Wº Daniel s, The Early English Cotton Industry (Manchester: Manchester University Press ,
1920) , pp . 145- 46 . Daniels prosiguió
~ostenien
do que la desgracia de ese tiempo fue causada
por J.as guerras napoleónicas , l.q~ cuales ''dis·torsionaron" el desarrollo econ61nico y "frus taron '1 el desarrollo social .
( 17) G<~orge Unwin y otros, Samuel Oldknow and the
Arkwr ig·ths (Manches·ter: Manchester -universi ty
Pre s s , 1 9 2 4 ) , p p • 2 4 1 - 4.2 •
(18) Ibid , p . 561 .
( ·19) "Of Empty Economic Boxes" , The Economic Jour-
nal, XXXII (1922) .
(20) Vi/ . :tl . H11tt, ''The Factory System of the Early
Nineteenth Century'' 9 Economica , VI (1926) , 93 .
Comparar con Apéndice VIII al Vol . VI de T.
Tool{e y W. ~Jewmarch , A History of Prices •• e.
1792-1856 (6 vol . ; Londres , 1838- 57) , que mues
tra los benéficos efectos de las "Factory Actsl' ·
(2 1 ) T. E. Gregory, An Introdution to Tooke and New-
march'' s "A History of Prices and of the state
of the circulation from 1792 to 1856 (Londres:
King , 1928) , pp . 119-2C.
(22) Ivy Pinchbeck, Women workers and the industrial
revolution (Londres: Routledge, 1930) , p. 311.
�36
(23) D. George, England in transition (Londres:
Róutledge, 1931; y ed. Pelican, 1953), p. 144.
(24) A. Reford, The Economic History of England,
1760-1860 (Londres: Longsman, Green
1 931 ) ' p. 65.
& Co.,
(25) T. s. Ashton, ''The standard of lj_fe of the V'Tor
kers in England", 1790-1830, The Journal of Eco
nomic History, IX (Fall, 1949); ''Sorne Statis t ics
of the Industrial revolution in Bri tain'', Manchester Statistical Society (Enº 14, 1948).
(26) Véase Fo A. Hayek, 9aEitalism and the Historians
(Londre s: Routledge 1 1954), y Wº H. Chaloner,
The Hungry Forties ( '' ~'\ ids far teachers seri es''
Nº I, publicado por The Historical Assoc ia tion;
Londres, 1957).
(27) Véase ''The Moral History of Uª So B11s ines s'' , y
''What historians teach about business", Portune 9
Dieº 1949 y abril 1952; también W~ Wooddruff ,
''History and Businessman'' , The Business History Review, XXX (1956)~
(28) E. H. Hobsbawm, ''The British standard of living 9
1790-1 850 '', The Economic History Review , X (agoº
1957) , 61.
(29) Ibid., p. 46.
(30) Toynbee 9 The industrial r evo l ut ion, p. 193.
. .
(31) F. D. Klingender, Art and the industrial revolu-
tion (Londres: Royle, 1947), pº 71 et seq.
(32) Ibid., p. 74; y The Excursion, Libros VIII
·(3?) T. Southey , _Sir Thomas
Mo re ~
y
or Colloquies on
..
IX.
�37
the progress and prospects of civilization (2
voJ. • ; IJ'o ndres , 1829) , I , 197 .
(34)
s.
~.
Coleridge , The Constitution of church
and state (Londr es , 1829) , pp. 66 - 67 .
(35) J . Fjelden , The Curse of the factory systPm
(Londres, 1836); C. Wing , The Evil s of ·he Facory system demonstrated by parliamen ·ary evid ence (Londres , 1837); J . P . Kay , The mora] and
physical concl j_·tion s of bhe '11orking cla.sses employec in the cotton manufacture in Manchester
(Londres, 1832); S . Kydd , The His· ory of the
factory mov ement (Lanares , 1857); C. T,. Thacl\:rah,
The effects of arts, trades and JrofP~ 8 ions •••
011 l1°alth and longevj_ty (Londres , 18)1); por· R .
Oas ler·, ver C . Driver , Tory ra )ica .~ 2 the life
of Richard Oastler (New York: Oxford Univers ity
PresP, 194 6); J . F ~ Bray , Labour's wrongs and
J_abot1r ' s remedy (Leeds 9 1839); ¡r . 'Ihompson , An
e11quiry j_nto tl1e principles of -11e c1istrirJu tion
of v1 eal tl1 most consider·ate ·to human hn-ppin~ ss
(Londres, 1850); y F . Engels, The condition of
the v1orkj_ng clas s in England in 1844· ( l1ondre s ,
11
·184 5 ) o
(36) Engels , The condition of the orking class (Ed .
1950) , p . 2 . El libro de Engels ha tenido más
influencia sobre las in~erpretaciones inglesas
de la revolución industrjal que el libro de
Marx "El Capital", pero nunca ha ha1Jido un his
toriador marxista inglés influyente de la revo
lución in~ustrial. Los tradic i onal es denigrad;
re a in gleses han sido los radicales To ry o los
socialistas Fabianos , los prime ro s estimula dos
�38
por oposición al proceso Whig, los segundos por
observación directa de las condiciones industria
les inglesas más bien que por teorizaciones del
continente. Ello no obstante, el libro de Engel~
que se convirtió en un clásico del socialismo,
fue leído por Toynb ee, los Webb y lo s Hammond
quienes, consecuentemente, lo sobre~aloraron co
mo obra histórica; pero véase la introducción a
- la nueva edición realizada por W.
Henderson
-. . · y W. Ho Chaloner (Oxford: Blackwell, 1958), qui~
· nes han hecho una revaluación r ealista y nada li
· ·· sonj era de E11gel s como historiador.
-
ºº
-
(37) To Bo Macaulay, '' Southey 's colloquies'', Edin- burgh Review (en. 1930); reimpresa en todas las
.. .
ediciones standard de los ensayos de Macaulay,
v. grº, Longsman Popular edition (Londres, 1902),
pp. 119-21.
. . .. .
(38) G. R. Porter, The progress of a nation (Londres,
1847) y Tcoke y Newmarch, A History of Prices.
(39) Porter, ibid., p. 459; cf. Tooke y Newmarch , A
History of Pric es , II, 70-71. Porter exceptuaba
a lo s ''tejedores de telares a mano y otros empleos análogos realizados en las casas de los
trabajadores".
(40) PQ Gaskell, The manufacturing pqpulation of England (Londres, 1833), p. 161; véase también
Kay, The Moral and physical conditions of the
working classes, PPe 26-27. Tanto Ga skell como
Kay hablaban de "declinación moral".
.
•
(41) W. R. Greg, Essays on political and social sc1en-
ce (2 vol.: Londres, 1853) I, 321-~43.
�39
(42) S . Smiles, Workmen ' s earnings , st rik es and sa,, in g s " ( Lo n d re s , 1 8 6 1 ) , p p .. 1 2 , 1 3 , 1 7 º
(4 3 ) Jº w~rd, Workmen and wages at home and abroa~
(Londres, 1868 ), p . 224 . Véase tambi/n G. Nichols , A Histor~ of the English Poor Law (nueva
eclic:Lón por H. G. Willink; 3 vol ., Londres : King ,
1 90iJ.) , II, 46; J . M. J,ucllow y Lº Jones , ProgresP
of tl1 wo1·kj.ng class , 1832- 1867 (Londres , 1 R67) ,
p . 297; T. Brassey , On work and wages (Londres,
1873 ), p º 126; L. Levj., Wages a nd earnings of
the working classes (Londres , 1867), p ~ 128; J~
S.. J eans , E11gJ.é:111a ' s suprema e y ( IJoncJres, 1885) ,
Célp o
Ie
(44) PulJlic[:1clo como panfl e to en 18 84; má~; tarde in cluido en Economic Enquiries and studies (2 vol . ;
Londr es~ Be J.l, 1 904) , I , 382 - 423 .
( 4 5 ) I b j_d º
,
p • 28 .
(46) F º M. Eden, Th state of the poo r (3 vol ., Lon• •
ar·e s , 1 7 9 7 ) 7 I , l l .
(47) MacauJ.ay, "S outl1ey ' s co ll oqui es ", p . 122 .
(4 8) J. L. y Bº Hammona , The Town Labourer, pº
(49)
Iiutt , The Facto ry s ystem , pp .
•
Vl .
78 - 93 ~
( §0) P . Geyl, Use and abu se of history (N ev HavPn:
Yale Universj_ty Press , 1955) , pp . 10 y 75.
(51) Véas e Ginsburg , The idea of progress (Londres~
Th1ethuen, 195 3) .
1
(
12 ) Véase H. Butterfield , The Whig interprctation
of history (Londres: Bell, 1931) , especialmente
pp . 45 -4 6.
�40
(53) N.Scatcherd, The History
pp. 88-89
'
ei
Morley (Leeds,1830),
(54) The Economic Journal, IV (1894), 187, haciendo
la crítica de "Royal Commission on Labour. The
employment of women'' (Londres, 1893); citado por
Pinchbeck, Women workers and the industrial
revolution, p. 308.
(55) R. Guest, A Compendious history of the cotton
manufacture (Manche.Jt e r, 1823), p. 37 • ..
(56) Parliamentary Papers, 1840, , XXIII, 568; cf. Parliamentary Papers, ·1834, X, 419, con J. Mankin
afirmando que ''los escritos de Carlyle · y de Taylor y otros infieles son más leídos que la Biblia, o cualquier otro libro"º
.~
(57) Scatcherd, The history of Morley, p. 88.
(58) W. Smith, The History and antiquities of
(Londres, 1876) pp • .212.-13.
. ...
(59) Parliamentary Papers, 1833, XX,
r~1 orley
32~
(60) Parliamentary Papers, 1840, XXIII,
543~
(61) Guest, A Compendidus History, p. 43 •
.
(62) Cf. H. Belloc, The se rvile state (Londres: Foulis, 1912)..
....
(63) G. T. Janes, Increasing return (Cambridge, In gl~
terra : Cambridge Un iver s ity Press, 1933) , p. I;
c. Clark, The conditions of e~onomic progre s s
(2° ed ., Londres: Macmillan,
1951),
p.
16
•
.
.
..
(64) T. S. Ashton, The standard of life of the workers
in England, 1790-1 830 , "The Journal of Economic
History, IX (1949), 33.
�(65) D. George, London Life in the Eighteenth Q_
"f]J_
•
(Londres: Kegan Paul, 1925), p. viii •
(66) Así, por ej. Lionel Trilling dice de Zola ~
él proporciona al lector ''el extraño plac er.
habitualmente obtenemos al acusar al génerc
mano''· Observer, Ago. 18, 1957.
(67) Butterfield, The Whig interpretation, p. I ~
(68) Citado por D. Goorge , England in transitio1
210 . Comparar con la afirmación de W. T. Tl
ton en Over-Population and its r emedy (Lon rl
1846), p . 10: ''La gente trabajadora ••• se r1a.
blado de ella como si estuvie ra formada po r
clase solamente, siendo que en r ealidad ep ~·
vidida en varias clases, entre las cual es ~
remuneraciones están lejos de ser uniforme e
de manera que, para presentar con perfecta
lidad el estado de la población trabajadora
ría necesario describir cada clase por sepe..! · ·
do'' ..
( 69) Los escri tares que opinaron que las clases ·'
bajadoras estaban "progre san do'' entre 1800
1850 , exceptuaban , ello no obstante, a lo s
jedares de telares a mano; por ej. Porter,
McCulloch y Ure.
(70) !he Bleak Age, e.V.
(71) J,,, W. Gilboy, Wages in Eighteenth Century
L
(Cambridge, Mass . : Harvard University Pres s .
'• 9 34)
(72)
o
Redford~ _Labou_;~l{!.:iEiation in England, ·1 f'
~O (Manch esJer: Manchcst~ r University Pres E
1
:1
·. 926)0
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42
.
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'
(73) Pinchbeck, Women workers and the industrial re-
volution, p. 308.
· (74) Eden, The state of the poor, I, 404 •
•
( 75) Ruth Atkins, ''Repor on the Webb Local Govern-
ment Collection in the London s chool of economics and political science'' (no publicado, en
poder de Miss Atkins, Universidad d e Tecnología,
Syd~ey) •
,A
•
.
(76) P. Colquhoun·, A Treatise on the police of the
metropolis (Londr e s, , 1796)t p. 33.
·------(77)
V~ase
en particular D. Ge orge, London Life in
the eighte enth century para num erosa s r eferencias s obre Place; también ~ ''Re port'' de Atkins.
Pare c e ría que lo s We bb s fu e ran algo contradictorios sobre es t e punto.
(78) Es to denotaría, tal v e z, una controve rsia lat en
te que es timularía futuros Hammond y Claphamº
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Title
A name given to the resource
Biblioteca Virtual de Humanidades en el Uruguay
Subject
The topic of the resource
Repositorio de ensayos en las Humanidades publicados originalmente en el Uruguay
Description
An account of the resource
<p><span>La Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación se ha propuesto contribuir a rescatar y poner a disposición de los lectores la escritura ensayística del Uruguay a lo largo de su historia. Esta Biblioteca Virtual de Humanidades en el Uruguay pretende reunir en un solo lugar más de dos siglos de textos de reflexión y pensamiento, dentro del amplio campo de las humanidades, producidos en conexión con la universidad. La mayor parte de esos textos han sido originalmente publicados en revistas universitarias o periódicos hoy difícilmente accesibles. A menudo nunca recogidos luego en libro—o recogidos con sustanciales modificaciones—, son textos que pueden contribuir a recuperar y mostrar las dinámicas de pensamiento y representación en el país, tal como se realizaron en tiempos de centralidad de la escritura.<br /><br /></span>La a veces fina y sinuosa línea entre Humanidades y Ciencias Sociales hace que textos de historia económica, de estudios sociales, de ciencia aplicada a la antropología, puedan tener cabida en esta colección, aunque el foco está en el núcleo tradicional de las humanidades. El Derecho (con la excepción de Filosofía del Derecho) queda, por su especificidad técnica y profesional, por el momento fuera de este grupo. </p>
<p>La colección será un trabajo acumulativo, con entregas bimensuales. En el tiempo, los textos se irán organizando de acuerdo a posibles lecturas de la historia de las ideas en la región y el continente. <br /><br />Aldo Mazzucchelli</p>
<p><span>15 de octubre de 2017</span></p>
Contributor
An entity responsible for making contributions to the resource
Pablo Darriulat
Gonzalo Marín
Rights
Information about rights held in and over the resource
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Dublin Core
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Title
A name given to the resource
Interpretaciones de la revolución industrial en Inglaterra - Una encuesta metodológica
Subject
The topic of the resource
Historia
Creator
An entity primarily responsible for making the resource
HARTWELL, R. M.
Source
A related resource from which the described resource is derived
Hartwell, R. M
Interpretaciones de la revolución en Inglaterra : una encuesta metodológica / R.M.Hartwell; tr. Armida Rizzo.
Montevideo : FHC, 1963.; 42 p.
Publisher
An entity responsible for making the resource available
Facultad de Humanidades y Ciencias
Date
A point or period of time associated with an event in the lifecycle of the resource
1963
Contributor
An entity responsible for making contributions to the resource
Bach. Gonzalo Marín
Rights
Information about rights held in and over the resource
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Format
The file format, physical medium, or dimensions of the resource
Libro
Language
A language of the resource
Español
Historia
INDUSTRIA
INDUSTRIALIZACIÓN
INGLATERRA
MOVIMIENTOS SOCIALES
SIGLO XIX