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http://humanidades-digitales.fhuce.edu.uy/files/original/2aba2a45eaa879bfed946cbacc299b8c.pdf
462746371912b08801c95d91bbe5705f
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R • M. HAR TV/ELL
INTERPRETACIONES
EN
INGLATERRA .
DE
UNA
LA
REV OLUCI ON
ENCUESTA
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METODOLOCI
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Interpretacione s de la revo lLJC
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• FH CE/ 112014 •
Tomado de:
Th e Journal of Economic Hist or y, XIX . New York, New York Uni v er si ·~
Press , j unio 1959 , pp . 227- 249 .
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Tradu ctor a :
Ar mi da Ri zzo .
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Tiraje reducido para uso exclusivo de los a lUE!
nos de la FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIASº~
•
�R. M. Hartwell
•
INTERPRETACIONES DE LA REVOLUCION INDUSTRIAL
EN INGLATERRA. UNA ENCUESTA NIETODOLOGICA .(+)
I
~
Ta l vez el problema metodológico más i mportante que se pr esenta al esc ribir hist ori a sea el de
descubrir porqu é dj_ferentes e scritores , sobr e l a b.§.
se de la mi sma o similar evi de nc ia, a menudo ofrecen int erpret <1 cior1es ma rc ~ damente distintas de un
determinac.lo a co11 t ec imj. ent o his t6ri co . Porque , por e
jempl o ? en un mundc en el cual exist e una cas i incuestionabl e opinión , aún de parte de hi s toria dor es
marx i stas 1 de que la industri aliza ción es el gran
r emed i o pa ra lo s ma l es económi cos y soc i a l e s de los
países po bres y s ubdesa rrollados , a lgunos histori a d ores , y especialmente los mR rxi s tas, todavía d isc~
t en ace rca de lo s beneficios o perjuicios oc asiona d os a l traba jadcr por el prime r gran experimento de
industri8lizac i6n, la revolución industrial de Inglaterra . El e spe rado dividendo económico d e la industri ali zación consiste indudablemente en un mayor
Btanda rd de vida y los opositores ocasionales de t a l
des~rrollo basan su oposición no sobre es te incontes
table progreso material sino sobre el ''riesgo moral''
implícito en '1a transformación de vida ocasionada
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por la industria~izaci6n.(1) Los historiadores, sin
embargo, aunque preocupados también por este pos ible
riesgo moral, no están todos convencidos de que la
revolución industrial de Inglaterra anterior a 1850
fue la causa de la elevaci6n del promedio de standard
de vida del trabajadorº Esta incertidumbre podría re
solver se averiguando qué es lo que realmente sucedié
p ero mientras tanto las int erpretaciones difieren, y
han diferido, sobre l a base de algunas pruebas, de mu
cha confusión y de diferentes juicios de valore La fi
nalidad espec ífica de es te artículo es la de present a r una historia de las int erp re taciones sobre la r~
voluci6n industrial y tratar de expl icarlas .
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Hoy día , no obstante una seria oposición , la t~ •
sis de '' que todc-3s las cosas se tornaron peores para
e l hombre trabajador, J1os ta ci e rta fecha ent-re el pr_Q
ycctc de la Cartd del lueblo y la Gran E'x hibici6n'' (2)
persiste muy fuerte , principalrrrente a c 2tts a de la co_!!
tinua i nfluenc ia de un di · tinguidc grupo de historia dores sociales y críticos sociales, de mo do especial
de esa talentosa pareja de esc ritores, los Webb y les
Hammond . Su interpr ~ tación ha sidc bien expr e sada pcr
Sidney ~,/ebb: ''Si los Cartistas en 1837 han apela do a
una comparación de su época con la de 1787 y h an obt~
nido una correcta inf or mac ión de la real vida so cial
del tra bojador en lo s dos períodos, es casi segur0 que
ellos deben h a ber- registrado un3 indudable declina ci6n del standard de vida de extensas c apa s de la poblaci6n" ( 3) Y su influencia se a fianzó aún más por la
continua popularidad dt aquellos ''bes t sellers'' hist..2,
ricos que r efi eren la condición de vida de l obr ero iE
glés entr e los años 176@ y 1832, de J.L. y B. Hammond,
que han dominRdo l a int erpr etac ión moderna 1 tanto po pular COMO escolar, de l a r evolución industri a lo(4)
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Los Hammond dieron la peor interpretación posi ble de los cc m~en ~Joo de la industrialización. ''La
historia de Inglaterra en este tiemp0'' - escribieron'' parece la historia de una guerra civil •• º Con toda
seguridad nunca desde los días en que l as p~rsonas
se vendían como esclavos un hado más arrollador ha b í a alcanzado a un pueblo como el que cubrió las e~
linas y los valles de Lancashire y el West Riding de
ciudades fabriles que estaban por introducir un nu~
vo tipo social del mundo por venir .'' Declinac i 6n eco
n6micn y social era la conclusión principal que de duc ían los Hammond en su es tudio sobre los trabajado
res del campo , lA ciudad y los jornale ros CApertos : (5)
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"En medio de la gr<n aflicción que sigui6 a
Waterlc o era un lugar común para estadistas
oomo Castler eagh y Oanning afirmar que Inglaterra era el únic0 país feliz del mundo •.•
Esa clase ha dejado brillantes y amplios
fastos de su vi da ••• ha dejado oscuros y ma
gros recuerdos de 10s desheredados campes inos que son la sombra de su riqueza; de los
d es terradJs tr aba jadores que s ~n la sombra
de s u s placeres; de los villorrios hundiéndose en la pobreza , el crimen y la v er güenza , que son la sombra de su poder y s u or gu
llo. ''
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En su preocupación por el ladG negativo de la
revolución industria l, s in embarg o, lls Webb y los
Ha1.l:111ond es taban só l o expéindiendo en mayor es detalles
los tradicionales puntos de vista sostenió os p ~r la
mayoT Í a de Jc s historiadAres ec onómicos ingleses ant es d~ J .H. Clapham. De modo pa rticula r, ''Las C1nfe""encias sobre la Revolución Industrial de Inglaterra''
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de Arno l d Toynbe·e , publi cadas en 1884 estimularon
e l interés por la rev oluoi6n i ndustri al y , al de~
tacar dramáticamente sus infortunadas consecuenc i as
i nfluyeron sobre todos los escritores sigui entes .
Toynbee escribió:(6)
" Estos fueron oscuros r emi erd".os en la época( de
Adam Smith) , pero ahora nos acerc3mos a un p~
ríodo más oscuro - un período desastroso y te
rrible como ningún ot ro atravesado por nación
alguna en e l pasado; desastrosc y terrible PºE
que, junto con un gr8n aumento de la riqueza
se vio un enorme au1nento de pauperismo; y la
prcducción en vesta escala ~ como· r0sultado de
la libre competencia, llevó a una rápida ali neación de clases y a la degradac ión de un
gra n sector de prcductores º "
Estas ponclusiones se vieron reforzadas por el
combinado apoyo de los distinguidos historiadores~
JºE º Thor old Rogers y Wº Cunningham . El e;tüdio de
Thcrold Rog~is f Obr e precies y salarios di o a su
argurnento una im1 rusio1J.ante auto ridad; él sostení a
que " a la largn, el trabújc. º º grac i as a las inve_g
ciones de Arki.vrigr1t, de Vlat t ;¡-r Cartv1right ganó , p~
ro el proc e s o que prec e dil a la gananc ia· fue ac~m
pañado pGr un IJro1tlndo sufrici cnto " ; y .. él deso ri bía ~ las dos primeTas décadas del siglo d i ecinue ve come "la peor €poca • • • en tocla la h i stori a del
trabaj~ inglés"º(?) El análisis de Cunningham sobre la revoluci°{)n industrial·· fue más so Pl 8tic ~ 3.o C!_l
aquellc s de Thorold Roge rs o de Toynb ce , a.-rgu~rendo
que los sufrimient "' S de ese período fu~e ron ''las in;
vitables dificulta1es de l a tra nsición", agr2vadas
por las guerras con Francia y les Estados Unidcs ,
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por las fluctuaciones del comerc i o y pcr un mal g ~
bi e rn0; y aunqu e r ec onocía '' el rápido avance de la
prospc ri rlad material'' contrapesaba ésta c on '' e l t~
rrible sufrimient o soportado durante el perí odo de
transic ión.'' ( 8)
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Con un r espaldo tan poderoso la teorí a sobre la
mi beria producid a por J.a r ~ voluci6n inaustrial fue
fj .rmement e encajada en libros de textos y en trEJba jcs d e historia general . Así, por ejemplo , el libro
VéJ I"'ias vec e s impr es o ''Industry in England '' de 11 . de
B~ Gibbins afirmaba ~ sin las calificaciones impues ~
t ~ s por Thoro~d Rogers o Cunningham, que :
rtdebc\ recordarse do continur que la condici :n do
la mé::isa del pueblo en l a pri1nerél mitad de es t e
sigl o(diec inueve) fue d e la más profunda depre sión º ~ · El h echo fue que , d espu6s d e la intro ducción del nuevo sistema industrial, la cond ic ión de las clases trabajadoras declinó r~pida
mento ; lo s sa~arios fueron más bajes y los pre cios1 por lo menos, el de l trigo , fu e ron a men~
dJ m6s altos ; h~sta que finalm ente se lleg6 al
más bajo grado de pobreza en lo s comienzos del
reinado de la Reina Vict oria.'' ( 9)
Esta cla se de argu1ncntaci6n , con v ar i ados gra des de calificación y con la particular ayuda de los
Hammond ~ quedó r e la ti vamente inc11estion8ble 11asta
que Clapham publ i c~ el pr i mer volumen de su historia
eco nómica de Gran Bretaña en 1926. Después de ell e,
la opini6n de Toynb ee - Hammond aún gozaba de amplia
aceptAc i6n, pero se hablab& mu cho más de es tabilid a d
y menos de declinación, más bi en de r azones espec i a les - y no generales - de porqué el standard de vida no se había e levado. Así, por e j emplo, en 1952,
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E.di. Hamilton escribi6 que entre 1800 y 1852 "los
salarios reales de todos los trabajadores se elevaron pero esto fue ampliamente balanceado por el
desempleo crónico y cíclico"(lO)~ y Colin Dark
afirmaba que:"la primera mitad del siglo diecinue
ve, con todas las tr emendas cargas que trajo consigo, solament e tuvo éxito en mantener constante
el ingreso real per cápita."(II) En la actualidad
es probablemente cierto que la mayoría de los his
....
toriadores económicos están más bien a favor de
la tesis de Clapham que l a de Toynbee-Hammond, pero muchos libros de texto y tr Lbajos generales todavÍ8 se apoyan excesivamente sobre los Hammond(l2)
y probablemente por esta raz6n 9 no mucho tiempo ha,
un distinguido historiador económico es tim6 necesario salir en defensa de Claphamo(l3)
~
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Describir, sin embargo 9 la interpretac i6n más
optimista de la r evolución i ndustrial como original
de Clapham, es i gnorar a otros historiadores ;. economistes que sostenían la misma t esis ant e s que ~ ·
Clapham diera a ésta amplia difusi6n. Los argum~ n
tos de Clapham est aban fuertemente apoyados en las
estadísticas sobr e salarios y precios , trabajo que
~l l amenta ba hubiera sido '1 c onstantemente ignorado
por l os historiadores sociales" . ( 1 4) De modo particular él se basaba en inves tigaciones sobre salarios en el siglo diecinueve realizadas por A.L.BC~
ley y G.H.Wood, que aparecieron en una serie de a~
tícu~os publicados entre 1895 y 1909 y que constituyen aún hoy día los es tudios más completos sobre
salarios que podrían ser útiles para terminar con
el problema de descubrir lo que . suc e dió con el sta~
dard de vida entre los años 1800 y 1850(15). Tanto
Bowley como ~ood fu eron cautos en sus conclusiones
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pero ambos convinieron en que el promedio de standard
de vida había aumentado entre 1800 y 1850. Pero estas
conclusiones, aún cuando su publicaci6n pr e cedi6 a
los libros de los Hammond, hicieron poco impacte sobre la interpretaci6n de la revoluci6n industrial ya
popularizada por Toynbee.
Como era de ·esperar se , la reacción moderna a la
interpretación de Toynbee comenz6 en Mancheste r. En
1920 G. W. Daniels escribió en su '~Early English
Cotton Indus try":(1C)
''Con fr ec uencia, y muy justificadamente, se e nfoca
el períooo de transjci6n, en particular de la úl·tj_ma década del sil2:-, 'J dieciocho y las primeras d~
cadas clel siglo di0r·inueve como una época de gran
penuria y de retrae so social para una gran parte
de ~La población ~r c. )mo causa d(l ello se pone un
considerable acent r sobre el movimiPnto economíco .
!..PXiºE~ la idea ql e un movimiento económico como
el que estamos con~iderando , quP fue caracteriza·do por un lad o por un mayor púde r de producci6n y
por el otro > por una unidad económica expans iva,
podría, por sí mismo , haber sido una causa de miseria muy extendida y de ~etroceso social, es duro de aceptar . Sin embargc , cuando se tiene en
cuenta la posición previa de Lancashire y los efectos que tuvo el movimiento econ6mico sobre· e lla, parecería no haber ninguna raz6n para ser aceptada para este período.''
Y George Unwin, en su encantador estudio sobre
Samuel Oldknow publicado en 1924, añadió su gentil
pero persuasiva protesta. ''A despecho de toda la noble elocuencia y profunda profecía de Carlyle'' Unwin
escribi6, ''los que conocen algo acerca de ambos pe-
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ríodos pueden permitirse duda r si e l siglo doce fue
mucho mejor que el s i glo di ec inueve.o••• Si Carlyle
se hubiera aventurado tanto sobre l os testimonios de
Mellor (fábrica de Oldknow) cono sobr e los de la Cr2
nica de Jocelyn, podr ía haber sacado un balance más
justo entre el Pasado y el Pr esente .'' ( 17)
Después vino un autorizado respaldo desde Cambridge . En 1926 J . H. Clapham pro lo g6 e l primer vol~
men de su mas iva ''Economic History of l\1odern Bri ta in''
con un ataqug genera l a las leyendas en historia y
un particular ataque a la leyenda de qu e e~ promed io
de standard de vida fue declinando entre 1800 y 1850 .
"Para cualquier clase de obrero urbano o industrial
de la que se puede conse guir informaci6n'' - escribió
Cl apham- "exc epto - una grave excepci6n- esos moribun
dos comercios tale s como los comunes tejedor es a ma no de tejidos de algod6n , los salarios han aumentado
notoria~ente durante los sesenta años intermedios (des
de 1790). Para 18s cl3ses afortunadas , tales como las
de los ladrilleros , aquellos han aumentado más del 40
por c i ento , y para los trabajadores urbanos e indus tri ales ~ en general , t a l v ez alrededor del 40 por cieQ
to . '' ( 1 8)
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La advertencia de Clapham a los h i storia dores ~
con6micos (así como su igualmente famosa advertencia
a lo s economistas del "ári do formalismo '' de la teoría econ6mi ca contemporánea),(19) junto con la auto r i dad de s u saber señalaron un punto decisivo en la
moderna interpretaci6n de la revoluci6n industrial .
Desde entonces los ataques a la tesis de los Toynbee Hammond se hicieron frecuentes y violentos . En el m i~
mo año W. H. Hutt dirigió el ataque más perjudic i al
al uso que líammond hizo de las fuentes ~ cons id erando
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e l caso particular de su dependencia del not oria men te
ma l reputaclo Comité de SadJ.er de 1832 . Ilutt concluyó
c111e había habi clo " una ten(lencia genera l a exagerar los
'ma·1 es '' c1ue caracter·izaban el s i s t ema fabril antes de
abandon r eJ. lais se z - f a ir e ''. (2 0 ) Y en 1928 T . E . Greg_Q
r·y sos tuvo c1u e se habí a descaminaclo a toda una gener.§_
cj 611 de es·tudia11 tes de J.a historia económica inp-l c: sa ,
y c1ue el historiaclor , al convertirse en un '' fil ósofo
. ocia l '' h Et bí · 11echo de la historin econórriica " un ins t:r11men to rl e conc ena c1e ese Pa sado r espec to al cua l su
p l"'j n1e r. finaJ_j_cl ad ec- l a a
co mp r e nd erJ.o''. '' La Inglate l"'ra d e 'roynb ee y ae l os riammonc1 '' - concluía -, " no es l a
I g lat erra de Tooke y ae Ne'limarch''. (21)
En L930 Ivy P i nchbeck con la tención particularmente pt.lesta sob1~e J.as mujeres en la inclustria esc ri b ió: " S:L bien J.or:3 tr'al) jador·es :t10 part i c i paron en la
m l1ida c1ue pod í an J1abe rl o 11echo en las ventajas obte nidas del uso de l a maquinaria, a ún así, p8ra la mayo
r ía d los trabajadores la fÁbrica s i gnificó salarios
más altos , mejo r aJ. i mentac ión y v estido y un sta n dard
de vida mejor . Esto se verificó especialmente en ~l
caso de l as mu j eres ''. ( 22 ) Y e n 1931 Mrs . D. Geo r ge ~e
neralj.za a diciend : " En la mayor parte rJc;l mundo la
i11c1tls tJ"iaJ_izaci6n re1)resentó un progreso en la c i vili
zac i6n material , un aumen to e n l os standa rds de vida ,
un me j or status , un mayor pode r político para l as cla
se s más humildes; mejor6 la salud , prolongé la vida ,
dismi11tly6 l a fati ga cle l trabaje y traje consigc un ma
-
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""
y'6 r ti e rnp
de ocio ''. ( 23)
-
Si con e to se quería describir lo acaecido en
Ingla te~ra entre 1800 y 1850 , se ~odria argüi r que la
reacci6n había i io d emas iado lejos . Además , el efectc
que l)rodujo sobre e 111sto1"iaaor de la economí a en ~
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neral fue más bi en de confus i ón que de esclarecimien
-c o 9 tanto es as í que un hi· .toriador, en 1 931, después
de citar l as opi niones de Hammond y de Clapham, lle gó a la conclus i ón que el tiempo '' aún no estaba madur o para pronunc i amientos dogmáticos en la materia '' o(24)
Fue j presumiblemente 9 par2 convencer a los que estaban en la duda y en el error que T. S . Ashton redactó
sus justemente famosos artículos de 1948 y 1949 . (25)
Como consecuencia directa de los artículos de Ashton
" la cont roversia '' volvi ó a reanudarse º Pero es importante hRc0r notar que desde entonces el argumento
ha sido enfocado más bien unilateralmente, y descri bir cono cont roversia lo que ha sido en r ealidad ensayos ~ara un acuerdo, es tal vez engafioso . (26) Ado más es+e acuerdo se ha vi sto r e f orzado por una reva l uac ión del ro l de l honbre de empresa en la r evolución i ndust rial y por un ataque a la ingenua idea de
explotación . ( 27) Por ciPrto 9 se pod í a haber sostenido ~ue Ashton había zanjadG el problema una vez por
todas
sin
t
ener
en
cuenta
la
adve
rtencia
recientemen
..
te dada por E . J . Hobsbavm de que aquel aun necesita ba '' pru ebas mllcho más fu e rtes d~ la s que se habían
aducido hasta e l r.orr.ento 9' para desacrea.i tar la opinién ele Ham1.1ond . (28) º
~
-
La reciente asEvrración de l Dr º Eobsbawm de que
la controversia [~n no se ha ext inguido alentará a
aque1los que pi ensan que en histeria ll ega r a una ~OQ
clusión es difícilj si no impos ible . Pero él estácoB
pletamente e~uivocado cuando describe la controversia
como u11 · fenór~1eno soci; l de los úl tirnos tr einta años,
sostenienco quP hasta el monento en que Clapham ata cara a la " opinión clásica " (e s decir , la de r~Iarx
Toynb ee - Hammond- liobsbavvr.i) é sta fue sostenida por"inv es ti gado r es e historiartores de todas las corrientes
1
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políticas '', y que ella representaba''el consenso de
contemporáneos inteligentes y bien informados , la m~
yorfa de los cuales , como loalmite aún la crítica , ~
brazaron el enfoque sombríc ''. (29) Est o ca r ece de sen
tido . En efec to , la controversia sobre los costos s~
cjales y J_as ganancias económicas de la r ev oluc i6n
J.ndustrial PS tan antigua como la misma revolución yj
tal vez 1 paf~Ó su fase más ~spera mientras se daban loo
primeros cambios importantes en la industria , antes
el e JJ850 .
De todas las críticas contemporáneas sobre la
industrializaci~n ninguna fue m1~ sonora como la que
hicieron Jas grandes figuras litPrarias del momento 1
co11 la soJ_a e j_mportante excepción de lVIacat1lay . La
oposición l i eraria a la revolución industrial continuó , por cjerto, durante la era vjctoriana: Word~
worth, Shelley, Col.eridge , ~outhey, Peacock , IIood ,
CarJyle, Kin 6 sley, las Brontes, Mrs. Gaskell, Dic kens , Disraeli, Ar old y Ruskin 9 todos ellos fueron
severos críticos del '' sistema fabriJ_ " y , en mayor o
1nenor grado, ensalzadores del pasado. Ellos, adn más
que Cobbett 9 fueron responsBbles del contr ste entre
el pasado y el presente y de la particular ley enda de
J_a '' edad c1e oro '' del siglo dieciocho . Ellos impusie J'on el standard ideal de un imaginario pasado y vituperaron, por contraste 9 todo lo que fuera moderno .
En este sentido , por ejemplo , Carlyle impresion6 much.ísimo a Toy11bee pues él int6 '' el mqs tierno y pa tático cuadro del Pasado, la más despi adada acusa ción del P resente "~ (30) Aunque a fines del siglo di~
ciocl10 los hornos de las fábricas de los es tableci 1nient os rurales eran acogidos como ejemplo de '' lo S.!!
bJ.ime '', el siglo diecinueve trajo consigo '' una edad
de desesperaci6n". (31) Burke vio las cualidades ese~
J.
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ciales de lo subl i me en ''la vaste_dad y ~]-_poderi' y
la "o scuri dad '' de l as máquinas y las fraguas de Coal
brook Dale; '1VordsvJ01'"'th y io a la fábrica como un ·templo
'' donde se ofrece
a l a Ganancia, e l íd olo dominad or del ~eino 7
un pe1-.petuo sacrificio¡' º ( 32)
·
,
-----~
-~
Las reacciones de Wordsworth y otros escritores del día fueron en parte estéticas y románticas,
en pa rt e morales y humanjta~ias, y en parte polí ticas; ellos objetaban la f ealdad y la escualidez de
la vida. urba.no-ind1lstrial comparada con la vida ru··
ral- agrícola; censuraban tambi én su espíritu moti -·
vador y ''la )presión '' que traía cons i gc º No hay ejemplo mejor de una críticá intransigente sobre la
industrialización que la de So~they, quien declaró
que 1'el efecto inmediato ·y doméstico del sistema fa
bril ººº es el de prrducir un mal físi0c y moral, en
proporción a la riqueza que crea 1'º (33) 0 9 tomemos
por ejemplv 9 ColRricige, c1uien escribió que '' los l a bradores de la tierra reciben pobres pagas y el r e~
to de la población está mecanizado en beneficio de
las fábricas de lüs nuevos hombres ricos; - sÍ 9 la
maquinaria de la riqueza de la nación se construye
con la desdicha, la ~nfe rmedad y la depravación de
aquellos que deberían constituir la fuerza de la na
-A
ción'' ,, ( 34)
•
•
Pero esos cr í ticos escribieron con más sentimien
to c1ue ciencia ;¡ ·toda una hlleste de escri to1'"'es menos
conocidos~ tales como JoFi e lden 9 C º Wing , J º Pº Ka y~ Sº
K~rdd, To Thackral1 y Ro Qastler 9 y J_os prine''"'OS te6rl:_ f f
cos socialistas 9 J º Fº Bray~ W~ Tbompson y Fe Eng~~s
(35) hicieron un análisis socia.l m6s for:,1al y apo rt~
•
-
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ron una mayor documentación . Engels , por ejemplo , co~
binó par excellence una mirade sentimental sobre el
pasadú y una condena del presente , sosteniendo qu e an
tes de lét inc]ustrialización '' los trabajac1ores veget.§.
b'n a lo largn de una existencia pasablemente confnr
tél1)].e , llevanrlo una vj.da recta y pacífica con toda
piedad y probidaa y su posición material estaba lej os
cJe SLr mejor Clue la de sus sucesores ". (3f)
-
Pero, como acaece
por cBda contemporáneo
alabnbaº Quizás la más
lización jam1s escrita
con la moderna controversia~
que criticaba había otro que
briosa defensa de la industria
fue la de ~acaulay
en 1830~(37)
,
" I, s e].' ses trabjé1doras de esta isla aunque tie -
ne n sus motivos de queja y sus angustias , algunas de ellas provocadas por su propia imprevi ~ ión, otras por errores de sus gobernantes? es tán , en conjunto , en mejores condiciones en l o
que se refiere a comodidades físicas 9 que los
h 1bitantes de lna región i gua lmente extendida
de J. mundo antiguo . Por esta razón el sufrimie_g·
·to se siente más agudamente y se deplora más
ruidosamente aquí que en cualquier otra parte •.•
Nosot ros deb emos confesarnos incapaces d e ha l lar ningún rec uerdo satisfactorio de cualquier
gran nación del pasado o del presente , en las
Ctlales las cJ.ases trabajadores hayan estado en
si tuación más confortable que en Ingla terra du
rante los últimos treinta años $ •• El sirviente , el artesano y el ogricultor di sponen de '
una provisión más copiosa y sabrosa de comida ,
mejor vestid y me j or mob ilia ri o ••• El pa í s es
aún más pobre que en 1790? Nosot r os creem os fir
memente que , no obastan te l a ma la admi nistr a -
-
-
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ción de sus gobernantes, el país se ha enriquecido cada v ez más. De cuando en cuanto ha habido una detención, de cuando en cuando , un corto
ret roc eso , p ero sobre la tendencia _genera l no
puede haber dudaº Un solo obstáculo puede hac er
desvi ar p er o la corriente es tá evident emente a vanz and o''º
'
Si Macaul ay puede compet ir con Southey y Coleridge en el ocuenc i a y apasionami ento , GºRºPorter y
T.T ooke pueden hacer lo propi o con Enge ls y su masi va i nv estigac ión y estad í sticas . (38) Es as í que Porter llegó a la conclus ión en 184 7 que ''aunque en algunas temporadas todos aquellos que v iví an de jornales diarios deben haber sufrido privaciones , con todo y con algunas excepciones, su condic ión ha ~ejo
rado mucho en el curso de los años "º (39) Y aún algunos crí ticos contemporáneos de la industrialización
admit í an que , con la excepci ón de los tejedores ma nuales de telares , los j or11ales eran '' más que suficientes para proveer de toao lo necesnrio aún para
un sustento liberal ''" ( 40)
Fue después de 1 850 , sin emba rgo, que recibió
un respaldo creciente la o 1., inión que l a condic i ón del
trabajo había mejorado y seguí a mejor1ndo aún . Por e jemplo 9 el ensayo de \itf ºR . Greg sobr e '' England As It Is"
en The Edinburgh RevieV'1 , lamentaba la ''t endencia a d~
nigrar el presente y exaltar el pasado '' y argüí a sobr e
un innegable adelRnto de nuestra pobl ac ión" . (41) Samuel Smil es en 1861 escribió que el artesano inglés
gozaba de mejores condiciones que en cualquier épcca
ar1terior : "ha s ido un proceso de mejoramiento sólido Y e~table ººº Por·)ci erto que cuanto más cuidadosamente se inv es tigan los df~Ci). ntados "buenos t i empos
•
�15
de antes '' de las clases trabajadoras , más claramente
se ve que aquellos eran tiempos de trabajo duro y e~
casa paga , de comida cara y ropa insuficiente , de m~
dios deficientes de educación y míseras comodidades
1EtrniJiar·es '' (42) '' El progreso - es decir, el progrese
material - de las clases t1·abajadoras de es te país
clur·ante la última mitad del siglo '' declaró J . V/ard
en ·1868 , " ha sido , sin embargo, destacado . La his to:r.'j_a no o.frece otro paralelo con ninguna otra épcca o p8Ís ' '~(43) Estas declaraciones recibier on una
f'o1·rnfJ aocume11tada en 1884 -- en el mismo ano en que a
é1r·ecía ''IJa RevoJ.uci6n
industrial'•
de Toynbee - en
.
------la publj_cación que hiciera la Statistical Society
bajo Ja dirección de su presidente Robert Giff ~ n 7 ~
·
. .. :
"G o el e J. é:1 , ... a . e t r 2 be j é1 t~ ("'\ ¡_~a en 1 a ú 1 t i ma
mitad el e J. sigl c '' ( 4 1~ ) º Gj.f_t·en 9 refiriéndose a 1 os a·-..
fio~ 1840 a 1880 , llegaba a la conclusión que los
stanclarco mejores do vida se reflejaban en la mor·t El. 1, j_ da a l to b a j a 1 e 11 t1 na e d tl ca e i. 6n. me j o rl 1 d:. s mi n c1011 cJ e 1. e~ imen y del pat1perismo y mayores ahorrosº
(45) P t:~O rnj.enL~"as Giffen estaba escribiendo, loa 11.,.a.
bi n estaban preparando sus primeros ataques a lus
insti~ucion1s y a la sociedad inglesas, ataques que
infl iyer 011 Gob1... c .Jcoc1a una generric ión de hist0r.iad o .. ~
l"es y a1)acig11aro11 la vieja controversia hasta el do_g
mático ataque de Clapham en 1926 .
~-
~
.,._.
...---
-
_.....
~
II
Por cada juicio inflexibl8 sobre la revolución
indus ~1a1 ~e Inglaterra ha hFoido, pues~ un juicio
contrario igualme11 te inflexi bl_e º Pueden ser explica----~da s estao diferencias? Ellas ian surgido m3ramente
~ebido a la dificultad en p~ [e r traz ~ r un balance his
)
)
-
�16
t6rico claro de un suceso complejo, tal cual es la
revolución industrial, la cual afectó a toda una so
ciedad durante más de medio siglc? Ciertamente el
volumen y la diversidad de las pruebas han llevado
a estudios tan variados y contradictorios que cualquier consideración sobre la revolución industrial
en conjunto ha sido inevitablemente llevada de simples a complejas interpretaciones.
Además, la historia es todo para todos los ho~
bres, y la selección de pruebas de acuerdo a algunos
principios abstractos y el resumen de evidencias según un implícito principio de selección ha impuesto
diferentes pat1tas a l es hechos y lia ''probad o'' diferentes interpretaci ones de los mismosº Los historia
dores, pues 1 a causa de la complejidad de la revolu
ci6n industrial, debido a la cantidad y diversidad
de pruebas, y a causa de las diferencias en las apreciaciones personales 7 están refiriéndose más bi en
a cosas diferentes, planteando y contestando probl~
mas diferentes, no discordando en realidad ( E':Icept o
en lo que se r efiere a valores), sino Gcupándose de
argumentos s in sentido~ Por ciertc que debe tenerse
en cuenta el problema de las fuentes y de l a integridad de su uso al considerarse los historiadores
de la r evoluc ión indust rial, pues si bien hay moti·vo suficiente para desacuerdos objetivos sobre la
base de la evidencia, los historiadores han tenid c
demasiado a menudo, tanto los adeptos ael progres o
(por ej . los liberales de Manchest er) como los cri
tic os sociales (pºej. los social istas de Fabien),
una tendencia a '' abusar " de las pruebas a favor de
sus particulares creenc i as .
Esta parcialidad política en la interpretacivn
�17
ha tenido tres fases principal es ; en la f ase primera
y contemporánea la cohtroversia se daba entr e Whig Y
Tory y consistía en una reflexión sobre el cambi o en
el poder e conómico y político que estaba sucedi end c
entre 1800 y 1850, con el Whig por un l ado , enc omi a~
do el cambio económico y político , y el Tory detrac tándolo. En la segunda fase , el conflicto se producía
entre los progresistas - y por esta épo ca t anto los
Liberales como los Conservadores miraban al siglo di~
cinueve como el siglo de un progreso masivo y continuo - y los distribucionistas , especialmente los Fabianos , quienes condenaban l a organización y l a ética del capitalismo deseando cambia rlo.- En la terce ra fase moderna , el ataque Fabiano se v e r e forzAdO
por los marxj.s tas, quienes aceptan el dogma de Engels
segdn lo difundiera Marx y sost i enen que el c~ p itali~
mo tanto en su evoluctón como en su forma actual es
un mal y, por tanto, mientras la r ev olución indus trial
en Inglat erra había perjudic8rlo al traba j ndor , el cr~
cj.mi ent o econ6mico de la Unión Soviética lo había be•
n fi ciad o .
"La opinión privada y l as pas i ones priv adas " - e~
cribía Eden en 1797 a propósit o del tema "La situac i ón
de los pobres ", " interferirán demasiado frecuentemente
a despecho de todos nosotros y desviarán e influirán
las mentes más honestas e int elig ent es adn en sus juicios sobre cuest i ones de hecho".( 46) Pero pocos historiadores tuvieron en cuent8 su adv e rt enc ia. Para Mac -
aulay , por e jemplo, ho habría problema acerca de los
en4ficos e fectos del lib eralisme económico sobre el
progreso econ<Smico . "No es por la intromi s ión O.e l ídolo de Mr . Southey, el omnisciente y omnipotente E~
tado - escri bi6 aquél - '' sino por la pru<1 enc ía y la
ene rgía del pueble que Inglaterra ha avanzad c> en su
�18
civilizaci6n, _y es debido a la misma prudencia y la
misma energía que miramos hacia adelante con buen ánimo y esperanza.'1 (47) Para los Hammond, sin embargo,
el progreso econ6mico estaba viciado por una injusta
distribuci6n y consiguiente divisi6n social; la revo
luci6n industrial había producido un sistema social
que ''en su forma extr ema º ••
había convertido a la
masa del pueblo en la carne de cañón de la industria''
y cuya persistencia demostraba ''lo que la humanidad
tiene que perder si hace un dios del poder industrial". ( 48 )· Tan fuerte fue al apasionamiento de los
Hammond que, por ejemplo, usaron e l informe de Sadler
de 1832 sobre la condic ión de los niños en la fábrica como "un documento clásico ºº.ººuna de las principales fuentes de nuestro conocimi ento de las condicio
nes de la vida en la fábrica de esa época, a pesar
del hecho de que sólo se apoyaba en las pruebas de
Sadler y de que éste fue ampliamente refutado por in
formes subsiguientes de 1833 y 1834.(49) Cuando las
creencias son fuertes el historiador puede estar cie
go respecto a aquello que no cree o no quiere creer ,
y aunque resulta difícil sospechar que algún historiador pueda ignorar conscientemente o ser capaz de
suprimir pruebas, falsificarlas o inventarlas, el h~
cho es que la historia ha sido usada durante mucho
tiempo como ''arma de doble filo'' y se le ha hecho
''s ervir a cualquier teoría imaginable o peculiaridad
temperamental''º( 5) Es así que gran parte del conflicto cre ad o acerca áe la revolución industr ial nace de
la parcialidad, de opiniones apasionadamente sosteni
das sobre valores y según estén influidas por el ca~
bio so·c ial.
º.
•
-
)
Ha habido también historiad:ores que miraron so_!!!
�19
bríarnente el cambio social como un retroceso y otros
que lo estimaron como un prometedor progreso . Los ºE
timistas , con su con fianza en un continuo aunque
f].uctuante progreso , han predominado desde el 1800 ,
( 5 1 ) , ae modo especial , en historia política donde
la interpretación Whig permaneció durante mucho tie~
p o indiscutiaa . (52) Es realmente curioso observar
q.ue una inter"'pretación Tory- radical de la revolución
industrial - como aquella promovida por contemporáneos tales como Southe y y Oastler y más tarde por
los IIammond y los V/ebb- recibiera el . más amplio fa vor , al mismo tiempo que la versi6n de historia po lítica Whig era mayormente aclamada y que , recient~
mente , cuando la interpretación política Whig ha s~
frido un ataque creciente , su actitud tradici onal
respecto a la revolución industrial ha estado , en
cambio , ganando aceptaci6n .
El desacuerdo originario descansa sobre actitu
des diferentes acerca del principal y obvio efecto
soc ial producido por la industrialización : la ruptu
ra de las antiguas unidades sociales y de las rela ciones sociales . Mientras que algunos argüían que
el r esuJ.tado era perjudicial, con efectos deletá reos sobre la moral , la saluti , la felic ida d y los
ingresos , otros sostenían que el industrialismo li be raba a los hombres de las antiguas servidumbres
de la tierra y del tiempo, de un sistema social cons
trictivo y les brindaba oportunidades para una exis
tencia más liberal y más ricaº De modo particular Jos pesimistas argüían que la industrialización cons
ti tuía tma amenaza para la mor al y los v alores . '' Elgran dañ o del s i stema ac t ua l'' - esc ri bi 6 N. Scatcherd
en 1830- '' es el de haber quebr ado compl etamente el
�20
vínculo.º. entre padres e hijoso•• Una vez roto el
lazo de la autoridad - el lazo del deber y el af ec
to es de poca monta. El sirviente es ahora el amoe l hijo sólo es el huésped''.(53)
Sin embargo, este proceso fue frecuentemente
visto como emancipación, esperialmente por las ..mujeres 1 pues cabe poca duda que la ~evolución jndus
•
tiial inició la re,r 8luc ión rJ<:ci a-1 en el status de
la mujer º Avanzado el siglo 9 ~fliss Fo le~.,. sostenía "
por ejemp~o, que la fábric e y el taller
•
•
" sacan a la joven fu era d el ~'hogar u, donde
está encerrada, confina da en cuanto a es pacio, luz, aire, ide a s y compañía; m0ldea
en ella hábitos de puntualidad, obediencia,
prontitud, destreza 9 '' perspicacia 11 y sos te
,,_
nida atención y esfuerzo, la estimula a tra
bajar bien, pone de manifiesto su capacidad
para la camaradería y la acción social y la
ejercita en el respeto y l a confianza en sí
misma y en el coraje ''"(54)
<¡uest., e l h ist ori ador de la industria del al-godón , sostenía en fo~ma similar, que el trabajador
de fábrica ''aguzaba su ingenio y prog1"'esaba por la
constante comunicació:.1': 9 y ''d e haber estado sélo
unos pocos grados por e . .1cima d e 2u e:anado t) n l a e:'?.
cala de la inteligencia, ll egaba a co __ i-e,_--tirse 0n
Ciudada10 PolíticJ~'(55) Pero Parc011 0·11:__ ~~ ~-·Jl"'k-
sh:L re, impugnando lo ti_Ue Cruest .1_3bJ. t.l el'"LC'C: ·. ado~ -. ...
me ri ·eaba que 1 os traba j ad o r e s fu e r, ~ n ·; má;:,) ~~ ~1 i C" t os 2 '.
0s~udi~ de la política que de la Bibliat!º(;6)
Para complicar el asunto qpareci6 ~1 ~esim~sta
argunento que la industrialización había relajadn
la moral, "Las fábricas" - declaraba Whitaker - 'son
•
�21
los focos de inmoralidad pre c oz , de casamientos pr e maturos y de una poblac i6n irregular".(57) Pe ro tales acusaciones estaban basadas sobre ''la deducción
teórica que , all í donde se '' arrojaran juntos un gran
número de personas de ambos sexos, debería darse ne cesariamente la inmoralidad "o (58) Ellas se vinculaban
a demáo~ en el período anterior a 1850 9 a lo s temores
r.1al tusianos a e s11p erp oblac i6n. En cualquie1. caso las
,ruebnn, tanto de la religj6n como de la moral, s c bre
.l.aP clBses trabEljadoras eran tan variadas com:1 para
~ er suoceptibles de interpretación alternadaº The
Pactory Commission Report de 1833 afirmaba:(59)
•
''R especte a la moral vemos qtle aunque
las declaraciones y las de osiciones
de los diferentes ·testigos que han si
-do examinados son en gran medida conflictuales, aún no hay pruebas que de
inues tren que el vicio y la i1"moralidad
prevalezcan más en el puebl , conside rad o como una clase , que en cualquier
otro sector de la comunidad de la mis
ma época y con los mismos limitados
medios de informaci n"º
1
•
-
Lo mismo que pasa co~ la moral sucede con Ja re Lig·. "~ : Cl1apman declaró en 1840 que '' la as istencia de
los 4 · r j e(l ores en determinad8 luga1. d e J. culto es muy
e11cJ 11 º J]n l. o~ a lre ded o::' es et e JJ e ed sr. • (\ la s i1umerus r:t e
ap1J 1 ao. º es t~n ,~ab:L tualmente llenas 't º ( 60) C:v_e st e'i
l"' ~ · ··_u e: p o r e i e i~ t n
que 1 os Je e j e dores " e vi d en c i a ron
~-a11vo celo y ardo1--- por la nue-·a ?ellg-:_6n como sus p1"' e
"
..
decesL es habian a11te1~iorme 1te demostrado por la Re·_orma '' c ( 61) ~ar P01 Bull y otros de la s iglesias enton
-..
ces existentes estaban tan preocupados por el tino de
i)
~
Q
_,..
�22
religi6n como por la falta de ellaº De manera semejante, algunas de las quejas sobre el carácter de
los trabajadores partían de la desaprobaci6n por el
consumo que éstos hacían de los ''artículos de luj 6 1'
- por ejemplo,comestibles importados y algodones es
tampados - y por la creciente independencia social,
con salarios y uniones más elevados, por lo menos de
los artesanos más hábiles.
-
Los pesimistas, por consiguiente, veían en aque
llo que ellos consideraban falta de disciplina, inmo
r 8lidad y radicalismo político y religioso, tendencias peligrosas que amenazaban viej os intereses y an
tiguos valores. Ellos tenían razón en su temor ,pero
el que la nueva sociedad fuera menos moral que la an
tigua es un problema que aún queda por resolver. Ello
no obstante ha persistido una convicción de decadencia
moral de suerte que todavía hoy hay muchos, como por
ej. Ortega y Gasset, que han sostenido que el efecto
más importante de la revolución industrial ha sidc el
de dejar a Euro pa sin un c ódigo moral.(62)
-
Como es obvio, hubo poca posibilidad de acuerdo sobre la revolución industrial cuando los intérpre
tes estuvi eron (y están ) separados por convicciones
tan absolutas sobre valores . Aún en el caso del probl~
ma más limitado de definir el progreso económico - l_i
mimado en relación con el probl ema más vasto de la co~
paraci6n de los modos de vida - ha habido poca ooincidencia. G.T.Jones, por ejemplo, sostenía que ''la med_i
ci6n directa df l progreso e conómico" era imposible
mientras que Colin Clark declaraba que ''las comparaci_Q
nes sobre bienestar económico ent r e una comunidad y
otra constituyen la verdadera a rmazón de la ciencia económica''. ( 63) Pero el problema de cotejar ''la satis-
�•
23
facción producida por una dieta consistente en pan , P~
pas , 1;é , a azúcar y carne con aquella producida por una
dieta constituida principalmente por harina de avena,
lechP, q.ueso y cerveza '' (problema visto segdn T. S . Ash
ton) ( 6~) no ha sido reclucj.do, y probablemente no pue d'"t serJ o , a mediciones cuan ti ta ti vas objetivas . De tal
modo, rl comparar la vida rural con la vida urbana,
J_as reApuestas obtenidas han dependido de juicios de
valor acerca de los cuales el desacuerdo ha sido segu
ro.
Pero no todo desacuerdo ha surgido de esta forma º
Otra uente importante de desinteligencias la ha consti tuído el particu:ar caróc·ter de los informes parlamentarj_os en J.os cuales tanto han confi~do~ por nece-sidad, los historiador es de larevolución industria]. .
Estos informes son '' una clase de prueba que se resien
-·
te del hecho que se relaciona mucho con calamidades y
desgracias ". (65) Al hacer lu crónica de los males de
la sociedad, a menudo con detalles morbosos , ellos c frecen una evidencia
sólo incid ental del progreso . De
,...
masiadc frecuentemente, pues , el historiador ha halle
do pruebRs sóJ_o ( principalm ente) de les aspectos a normales, peores y más dramáticos de la sociedad y de
la economía. Una vez más, y sin descontar el fuerte e
lement de compasión en las motivaciones de aquellcs
que subrnynbru; ~os males de la sociedad , el historiad or
ha sido atraído demasiado a menudo por el triste es pectáculo de 18 inhumanidad del hombre hacia el hombre . Ciertament e , para la mayoría de nosotros , esrn~ ,
fácil , más inte r esante y emocionalmente más satisfactorio pre ocuparse por la maldad y el sufrimient o del
hombre que contemplar sus hazañas . La miseria , el vicio y la crueldad invariablemente fascinan , mientras
que la virtud a menudo aburre . Además , una vez contem
-
�•
24
plado el sufrimiento y el mal y, en consecuencia, habiendo descargado la culpa y buscado un remedio, nues
tra conciencia se tranquiliza y se apacigua nuestra
indignación. Pero como lo destaca Butterfield, ''no es
cl8ro que la indignación moral no sea una dispersión
de las energías de uno mismo para gran confusi6n del
propio juicio".(67) Por estas diversas razones las
condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores
industriales y a domicilio más bajos se examinaron y
documentaron como las de ningún otro grupo de gente y
tanto se averiguó sobre ellos que el peso de las prue
bas constituyó y or sí mismo una parcialidad cuando se
hicieron comp a raciones con otros grupos cuyo conocimien
to era menor. Ello llevó, por ej. 9 a la generalizaci6n
que, puesto que en muchos casos las condiciones eran
muy malas, ellas no podían haber sido peores, y por ta~
to, debían haber sido mejores ant e s.
-
-
Tal vez la fuente más importante de conflicto en
la interpretacj6n ha surgido del liecho que diferentes
historiadores se han referido a diferentes personas y
distintos pe~íodos de tiempo y han estado haciendo coB
paraciones que eran inapropiadas y gener8lizaciones
que no son válidas.
Es completamente irreal 1 por ej. 9 hablar sobre
los trabajadores como si se tratara de un grupo homogéneo. Esto fu e d e stacado por Place en 1834:(68)
''Si el carácter y la conducta de la gente trabajadora debe extraerse de revistas, ma gazines, panfletos, diarios, infor.mes de las dos
C~maras del Parlamento y de los Comis~onados
de las fábricas, los hallaremos todos mezcl~
dos, como'' l a s clases más bajas'', los hombres :
\ más expertos y los más prudentes con los más
.
•
�25
ignorantes y l os más irnprudentes trabajadores
y po bres , aunque J_a diferencia sea por cierto
grnnde y admita en muchos casos escasa compa -
ración ''.
Es as í
que cuaJ.quier referencia a los tejedores
de teJares a mano despuás de 1.830 es seguro que será
dep ~imente y cualquier generalización sobr·e su sufr_!
mien·tos no podrá ser necesariamente aplicable a la t~
talidad de Ja masa trabajadora . (69) Ello no obstante ,
1'1S lleclar·acj ones acerca de J.os obreros más pobres y
sobre as peores condiciones de vida y de trabajo han
sido usad8s sjn una culificaci6n apropiad , como si
~11as f 1eran de aplicación generalº Ya ha sido citad0
el E.je111plo de l ind el)j(l O tlso cue los Hammonc1 h.icieran
cJel i11forme ele Sac1ler· c1e 1832 ; su descripción del '' Es
ta d o cJ e 1 é.1 s c i u da d e s " e n " T11 e B 1 e ak A¡.r e " pu e el e igual· me11tc se
cri ticacla por su acurnulacj_ón de casos ex ·t1~e
.....
mos y por su ignorancia de la prueba contraria que se
halla adn en las fu~ntes por ellos mismos usadas o(70)
Una vez que se admiten las difere11cias entre los grupos de trabajaclo:r·es ele be , sin ernbargo , e}:ami11arse su
sj~g11ificad
y, de modo J)a1--ticular , debe hacerse un co
tejo entre los jornales y las condiciones de trabajo
ele los tra1Jajac1ores en eJ. pasado y en las nuevas inaustrias . Mr s . Gilboy ha demostrado , por ejemplo , có
mo las diferencias de jrr nales en el norte y en el
sur y entre la ciudad y el campo , constituyó un est í
1n1 lo para la migrac i ón laboral hacia las áreas indu-Striales más desarrolladas del s i glo dieciocho ; (71)
el estudio de Redford sobre migrac i ón l aboral entre
1800 y 1850 demostró cómo las mi smas fuerzas obr aron
urante l a rev oluc i ón industri a l ( 72) . Análogamente ,
Mi ss Pinch b ec k h a sosteni do que l os ade l antos a l ean
za dos por e l obre r o fa bril en tre 1800 y 1850 s ól o
4'
�26
pueden ser estimados cuando se consideran las condiciones de otros obreros en el mismo período:(73)
.
''Entre los fabricantes de encajes, de guantes
y de nedias, los tejedores de paja y los fabri
c antes de clavos y otros t~abajadores demésti
cos, las mujeres y los niños seguían aún trabajando en viviendas insalubr e s y hacinados
durante muchas horas del día; muy pocos de ellos no obstante una fatiga inexorable apenas
podían ganar lo suficiente pa~a vivir y eran
impotentes para pagar l os gastos de acarreo~
mezquinas exacciones y tiranías tales como
solían ser impuestas por l a codicia o l a des honestidad del ag8nte de negocios'':>
-
1
Los historiadores no han s ido cuidadosos en ac l a
-·
rar del todo a qué grupos de person8s se ref 2rían o
el período de tiempo que estaba n cons~d e raDd n º Hn hab;.
do poco desacuerdo sobre el hecno de ql1_e H ::i ~ :l larga''
el standard genera l de vida ~e elevó; pocos fOdr í an
di scut ir, por ej º, que el obrero estaba en me j ores COQ
didones en 1900 que en 1800 ~ Cuando se elimin2n otras
confusiones el des c cuerdo se centra s obre la ~ e cha en
la cual comenzó a subir el standard de vida y s i la
mejora fue precedida por un p c~ íodo en que lns condiciones de trabajo y de vida estaban en realidad deterioradas. Por cierto que gran parte de l a crítica so bre el período 1 800 a 1850 está basado en s u posic i on es
ac ~ rca del siglo dieciocho y puesto que los eternos
temas de''los buenos tiempos de antes '' y de ''la edad de
or o del pasado'' - a menudo premisas no examinadas parecen ser característica de t ouas las épocas . es i~
portante saber si e l siglo dieciocho proporcionó nn
standard de vida más a lt o ~ara el trabajador inglés
�27
que el s i glo diecinueve . Esta ~nn stituye la compara ción m~s pertinen ·e; es de poca utilidad comparar e l
standard de vida de 1800 a 1850 con el de la mitad del
Piglo 1einte .
O alciuj cr· estudio sobre eJ siglo dieciocho reveJ.a
Ja cxj , tencia do muchos de los " males " que ha11 sic]o aso
ciador más o menos exclus ivamente con la revolución in
:1 u s L!;' j a J_ • S in c1 ud a , j nf' o r1n e s e t1i da a os os so ore 1 n s s a larios eJ siglo J_S hechos por F . M. Eden , e n 1797 y
por E . W. Gilboy en 1934 mu stran que los mismos habían
uumen ·do cluré1nte l siglo º Eden pensa1JP 1ue 'no sola 1ncn e ln totr1lidnd del cuer¡)O de la nacj ~ ~ d be haber
p ~ogr· e 1do en bieno.J tur e independencia' sino t amb ién
sa po1'\ ,i611 de la corr1unid~d formada por ar1ueJ.los que
son enf6tic~men~c llamados las clases t~abajnd0r~s de 1Jen hnb :ir 1 j 01'"'sid o considcrAbleme11te su condicJ rS1 en
el curso del ~º · siglo ". (74) Co1 todo e be ufirmnr· que,
lo mj_, mo ate c11 eJ_ sj glo e j_eci1111eve, el hecho que l as
condicio es 1ncjora1' nn no es incompatil)le con J.a aseve rnción g_ue las condicion s eran muy molé1s . El '' Gin La ne '' de I-Ioga - tl1, por ejem1)J 6, pin tri condiciones de vida
simil· res a l~s que aparecen descriptns en loR informes de ln Comisión de ln Salud de las CiudPdes de 1840 .
Los Webb estnban por lo menos tan impresionados por el
sigJ.o 18 como 1)01'"' el siglo 19, pues en su 'ls·tudio so bre el g obiernos local en el siglo 18 recogieron prue bas de lo que c.lesc1'"'i1)Ían como '' masa horrible de deJ.inc tel"' Cifi seni.:>u~11 y sórdida ". Este fue Ultl siglo, 0ll0s
Cl,, Ínn, de '' Vi a privada licenciosa " y de '' desÓrden y1J.
biliico ", con demqsiada bebida y juego y sensualidad enai1men·to º Las ferias ae Lon( res , escribieron , '' eran orgías de e1nbriat;ueces , de inmor8lidad y de eles orden" .
(75) Col~uhoun , al describir Londres a fines del si glo 1 8 declRró : '' La pobreza en i1ingún luga r se halla
�28
cubierta en medida tan grande con la apariencia y
los emblemas de extrema miseria y escualidez como
en Londres." (76) Puesto que observadores contemporáneos como Francis Place y escritores subsiguientes como los Webb y Mrs. George creen que las condi
.....
ciones comenzaron a mejorar después de 1800, sería
arriesgado argüir que las mismas se deterioraron
sin contaA con una investigación más detallada del
siglo xr~T'~a evidencia indica, por lo menos, que
las condiciones después fueron ciertamente malas y
muy bien podían haber sido peores que a principios
del s i glo diecinueveo(78)
III
La s diferencias de interpretación sobr e la revolución industrial pueden se r explicadas, pero pue
den ser resueltas? Porqué 9 de modo particular, los
historiadores tienden hoy a estar a favor de la interpretación de Macaulay- Clapham más bien que de la
de los Toynbee-Hammond? La aprobación moderna de la
revolución industrial nace en parte de un interés
por e l crecimiento económico, y la consiguiente com
prensión y simpat ía, por un período de crecimiento
dramático y exitoso . El mayor problema económico del
mundo moderno -as í como lo fue en el mundo de la re
volución industrial- consiste en aumentar la produ c
ción más rápidamente que la población. La industrialización de Inglaterra fue la so lución satisfactoria a este problema y, por tanto, es más admirada
que criticada.
~
~
......
Con todo, la aprobación dimana también de la
creciente convicci6n, basada tanto en el cambio de
valores como en una investigación más adecuada, de
�29
que el obrero inglés , de hecho , se ha beneficiado
con la revolución industrialº Tres ~osas en particuJ ar han conducido a esta convicción: 1) estjma ci61 ae tasas de jngresos y riquezas Tiacionales, de
n d i e .:J e pro c111 e e i ó 11 , de s e J., i e s d e s a 1 ario s y p l" e···
e· o~ ') d tendencias de consumo y de índi<:;es r:>ocia..t..C. · - -todo.. lo cuaJ in ica un al11nento .........
no-a.............
mbiguo... del
1romcd]o ele ·tanrard de vida-; 2) un ec..cepticismo
<!_] l'"'~ori oobre la lJase de la moderna teoría del derrollo económico en el sentjdo que el progre s o económico ~ º ués de mucho iempo podría hacer al rj-·
co má
"'j co, y al pobre más pobre y, 3) 11n cohoci1ni i1to ca a vez 1nayor de J.os errores, confusiones y
de~·jlu,·ionc
de los oposi ores el pr·ogreso º
l~
ta convicción ha oido reforzada por ot r os fac
-
to" • !fa l1abido 9 por ejemplo, una revalor·ación de
la in1por· ancia y cleJ. rol del empresario ju11to con u
na pérdida
neral de ínter s por la pr eocupación
Fabian- .,.,ociaJ.ista de los )roble1nas de c1istrj_b1lci6n
u i f 1sa del prole arjado industrialº Ader~ás , en
lna 'poca d cru ldades numerosas y masivas se ha
pcrdjdo la prolongada capacidad para indignar.se ant
1 .·pcctáculo de niños en las fábricas y Jnujer~
en las minasn los hechos y ficciones que desner
taran la humanitaria compasión de los Hammond tiend n a dejar impasible al moderno lector 1 bien dis cipli11aclo por· su f'a1nilia1"'idad con los campos de con
y
ccnt1"ació1
e
-
Ello no obstante, la controversia q e ha acalo
-r8dO a los historiador s durante un siglo y medio
aj fícil ~ente puede co11siderarse terminada e La nre-scnte calma co11 toda segllridad no es pe::manente
0
pues es el resultado
i10
sólo de una invesLjgaciór.
�30
mejor sino también de una unanimidad doctrinal temporaria entre los historiadores. Si Hobsbawm no vuel
ve al ataque de la ahora aceptable interpretación
whig de la revolución industrial, algunos otros his
toriadores ciertamente lo harán, sea ahora o en el
futuro. No obstante no ser ambigua la evidencia que
muestra que hubo un creciente standard de vida entre
1800 y 1850, se usarán otros criterios de progreso
para demostrar su empeoramiento. Mientras haya diver
sidad de crit erios sobre valores la controversia per
manecerá viva y, después de todo, esto es positivo.
La Historia sólo puede sobrevivir en una sociedad
donde no haya valores ''aprobados'' y donde todas la s
int erpretaciones estén somet idas a un continuo esce~
ticismo e inv e stigación.
-
-
Conclusión? Es completament e obvio que las interpretaciones de la revolución industrial de Inglat erra no se han basado del todo sobre un análi s is im
parcial de las pruebas: en gran parte e llas han sido
el resultado de actitudes particulares r especto al
cambio social , económico y político. El desacuerdo
ha surg ido tanto de diferentes opiniones como de he
chos diferentes. Toda la controversia ha sido por
cierto brillantemente satirizada por Thomas Love
Peacock en ''Headlong Hall" escrito en 1815, donde
oponía los puntos de vista de '' Mr . Foster, el "perf eccionista''; Mr . Escott, e l ''deteriorista'', (y) IVIr.
J enkinson, el ''statu-quo-ista":
'' (Mr. Foster) se expresaba con gran energ ía sobre el tema de caminos y ferrocarri
l es , canales y túneles, manufacturas y m~
quinarias: ''En una palabra'', decía él,
''cualquier cosa que observemos proclama
el progreso de la humanidad en todas las
-
•
•
�31
artes de la vida y demuestra ~u gradual avag
ce hacia un estado de per·fección ilimi taaa".
M~. Escotte•o••tomó aquí el hilo del discur
-so observando que la exposición acabada de
presentar le parecía que era perfectamente
contraria al verdacJero es ado de cosas~''pues t,
1
dijo él, "estos adelant,os, como Ud . los 11~
ma, me parecen a mí otros tantos eslabones
de la gr n cadena de corrupción que pronto
aprisionará a la raza humana en una esc lavi
tud irreparable y una incurable miseria ••• "
1
'Vu stras opiniones'' , dijo r.~r º Jenkinson ,
"par ccn diferir toto coelo . He considerado
a m nudo ol asun o en mi prnpia cabeza, pro
y contra y finalmente ll egu ~ a esta concl11si6n, - que no hay en la raza humana una teg
dencia a la perfec ibi lidad moral ni a la
dAterjoración, sino que las medidas de cada
una e ellas están an exactamente eauilibradas por sus r ec íprocos resultados que la
e pccie humana, respec o a la suma de bien
o mal, saber e ignorancia , felicidad y mise
ria, permanece exacta y perpetuamente in statu quo º ''
•
•
R. M. HARTVELL , Nuffield College , Oxford
�32
,
NOTAS
(+) Este ensayo tiene su origen en un discurso pronunciado conjuntamente por el autor y A.G.L. Shaw,
de la Universidad de Sydney, en la sesión inaugural del Grupo de Historiadores de Sydney en
1953. Le debe, por consiguiente, mucho, a ese es
tudio realizado con Shaw. Aunque se citan muchos
libros y autores, el ensayo no pretende ser bibliográficamente exhaustivo.
-
(1) Ver G. Freyre, ''Morals and Social Change'', Transactions of the Third World Congress of Sociologx (8 vol.; Londr es: -Int e rnational Sociological
Association, 1956), I, 20-33º
(2) J. H. Clapham, An Economic History of the Mode rn
Britain (3 vol.; Cambridge, Inglaterra: Cambridge University Press , 1926), I, vii.
(3) S. Webb, Labour in the Long est Reign (Fabian
Tract Nº 75, Londr es: The Fabian Society, 1897),
p. 2.
(4) The Village Laboure r, 1760-1832 (Londres: Long~
man~ Green &
1911); The Town Labourer,17601832 (Londr es : Longsman, Green & Co., 1917);The
Skilled Labour e r, 1760-1832 (Londres: Longsman,
Green & Co., 1919); The Rise of Modern Industry
(Londr es: Methuen, 1925); The Age of the Chartists (Londr es : Longsman, Green & Co.,- 1930);
The Bleak Age (Londres: Longsman, Green & Co.,
1934); y Lord Shafterbury (Londres: Constable,
1923). La popularidad de estos libros puede juz
garse por el r1úmero de e diciones; por ej.: The
ººº'
�33
Vjllage IJabourer se publicó primero en 19 11 , se
reeditó en 19 12 , 19 13 , 19 19 , 192 4, 1927 , 1932 ,
1936 y 1948 ; The Town Labourer se publjcÓ primero en 19 17 , tuvo cua ro nuevas ediciones hacia
'in es de 1920 . Pocos libro s históricos del siglo
ve in te se vena ieron
·ta~n
bien .
(5) Tl1e S illed IJ~bourer , pp . 1 y 4; Jhe V.1:..~ la ge IJabourer (1948 Gujld . ed . ) , II , 136- 37 . Hay una
sjgnificativa diferencia en re los primeros en re
los primeros libros y The Blealr Ag~ ( publ.icafio en
1934), los cuales admi·ían que ''los his or :1r;r1ores
han sido capaces d pin ar la vida de este ·iempo con colores emasiado sombríos para ser ve aa
-cJeros ", que J~a explicación de descontento sistemá tj coy difunrtido • • ••• debe verse fuer8 ~A la
e~fera
de co11dicione estr ic tamente
y que "clespués del 40 hubo 11n lento
joramiento e J.as condiciones y del
1 a v j_ él a s o e i a. J.'' • ( Pe 1 i e an 1 e d º , p p •
eco1 ~n1j~cas''
:ir f"T::Jclual me
carác ier de
-
15 y 226) •
El camlJio de acti ud puede verse tambi-n en '' The
Industrial Revolu ion and Dj.scon te11t" , Tl1e Economic IIistory tleview , II (Enero , 1930), escrita en
con·testación a lo sostenido por ClarJham ae que el
standard de vida había mejorado entre 1790 y 1830 .
(6) Aº Toynbee , Lectures on the i ndustrial revolution
in England (Londres, 1884), p . 84 .
( 7) Je E º Tl1o r old Roge r s , S ix Centuries of ~iork and
Ages ( 10º Ed . ; Swan Sonnens che in , 1909) 9 pp . 485
y 492 .
(8)
w.
Cunningham , The Growth of Industrv an d C o m~e r
ce in Mode rn Times ( 6º Ed . ; 3 vol . ; C amb~id g e ,
England: Camb ridge University Press 9 1925) , III ,
�34
668 y 617.
(9) H. de B. Gibbins, Industry in England: Histórical Outlines (5° Ed., Londres: Methuen, 1907),
p. 421.
(10) E. J. Hamilton, ''Prices as a Factor in Business
Growth'', The Journal of Economic History, XII
(Fall, 1952), 344.
(11) The Review of Economic Progress, IV (July 1952),4.
(12)
v.
gr. una Economic History of Mode rn Europe, de
H. E. Friedlander y J. Oser (New York: PrenticeHall, 1953) describe las condiciones de trabajo
en Inglaterra antes de 1870 casi completamente
en términos de ''consecuencias social es'', ci tanG.o
como autoridad es en la materi& a los Hammond ,los
Webb , Coles, M. Beer, E, Lipson~ W~ Page y G~
Slater (p . 154 et se_q_º )º Ver tambié'"1 Po Gregg,,
A Social and Economic History_ of B~:!~i~, 1760195 0 (Londres: Harrap 9 1952) y Aº Bryant, The
Age of Elegan~~' 1812-1822 (Londres : Col lins,
1950)0
( 1 3) T. S º Ashton en '' The Jo~-·:·: '.l of Eco11omic Hi ~to ry ",
IX (1949),38.
(14) Clapham, Economic History of Modern Britain,I,561º
(15) Bowley publicó en Journal of the S tati ~ tic al ~o
ciety (1895,1898,1899 y 1qo 2) y en ''The Eco1'1omi~
Journal" (1895,1896); G.Hº Wood 9 sus irivestigacio
nes fueron r esumidas en dos artículos, '' The Course of Average ry!ages between 1790 and 1860'', The
Economic Journal, IX (1899) y ''Real Wages and 'Phe
Standard of Comfort since 1850'', Journal of the
Statistical Soc iety, LXXII (1909). Las inves t i7
�35
gaciones de Bowley están resumidas en Wages in
the United Kingdom in the Nineteenth Century
( C;:tmb1·idge, Inglaterra~ Cambridge Uni ver si ty
Press , 1900) y Wages and Income in thc United
Kingdom sj.nce 1860 (Cambridge , Inglaterra~ Ca!!!_
brj.dge University Press , 1937) .
(16) Go Wº Daniel s, The Early English Cotton Industry (Manchester: Manchester University Press ,
1920) , pp . 145- 46 . Daniels prosiguió
~ostenien
do que la desgracia de ese tiempo fue causada
por J.as guerras napoleónicas , l.q~ cuales ''dis·torsionaron" el desarrollo econ61nico y "frus taron '1 el desarrollo social .
( 17) G<~orge Unwin y otros, Samuel Oldknow and the
Arkwr ig·ths (Manches·ter: Manchester -universi ty
Pre s s , 1 9 2 4 ) , p p • 2 4 1 - 4.2 •
(18) Ibid , p . 561 .
( ·19) "Of Empty Economic Boxes" , The Economic Jour-
nal, XXXII (1922) .
(20) Vi/ . :tl . H11tt, ''The Factory System of the Early
Nineteenth Century'' 9 Economica , VI (1926) , 93 .
Comparar con Apéndice VIII al Vol . VI de T.
Tool{e y W. ~Jewmarch , A History of Prices •• e.
1792-1856 (6 vol . ; Londres , 1838- 57) , que mues
tra los benéficos efectos de las "Factory Actsl' ·
(2 1 ) T. E. Gregory, An Introdution to Tooke and New-
march'' s "A History of Prices and of the state
of the circulation from 1792 to 1856 (Londres:
King , 1928) , pp . 119-2C.
(22) Ivy Pinchbeck, Women workers and the industrial
revolution (Londres: Routledge, 1930) , p. 311.
�36
(23) D. George, England in transition (Londres:
Róutledge, 1931; y ed. Pelican, 1953), p. 144.
(24) A. Reford, The Economic History of England,
1760-1860 (Londres: Longsman, Green
1 931 ) ' p. 65.
& Co.,
(25) T. s. Ashton, ''The standard of lj_fe of the V'Tor
kers in England", 1790-1830, The Journal of Eco
nomic History, IX (Fall, 1949); ''Sorne Statis t ics
of the Industrial revolution in Bri tain'', Manchester Statistical Society (Enº 14, 1948).
(26) Véase Fo A. Hayek, 9aEitalism and the Historians
(Londre s: Routledge 1 1954), y Wº H. Chaloner,
The Hungry Forties ( '' ~'\ ids far teachers seri es''
Nº I, publicado por The Historical Assoc ia tion;
Londres, 1957).
(27) Véase ''The Moral History of Uª So B11s ines s'' , y
''What historians teach about business", Portune 9
Dieº 1949 y abril 1952; también W~ Wooddruff ,
''History and Businessman'' , The Business History Review, XXX (1956)~
(28) E. H. Hobsbawm, ''The British standard of living 9
1790-1 850 '', The Economic History Review , X (agoº
1957) , 61.
(29) Ibid., p. 46.
(30) Toynbee 9 The industrial r evo l ut ion, p. 193.
. .
(31) F. D. Klingender, Art and the industrial revolu-
tion (Londres: Royle, 1947), pº 71 et seq.
(32) Ibid., p. 74; y The Excursion, Libros VIII
·(3?) T. Southey , _Sir Thomas
Mo re ~
y
or Colloquies on
..
IX.
�37
the progress and prospects of civilization (2
voJ. • ; IJ'o ndres , 1829) , I , 197 .
(34)
s.
~.
Coleridge , The Constitution of church
and state (Londr es , 1829) , pp. 66 - 67 .
(35) J . Fjelden , The Curse of the factory systPm
(Londres, 1836); C. Wing , The Evil s of ·he Facory system demonstrated by parliamen ·ary evid ence (Londres , 1837); J . P . Kay , The mora] and
physical concl j_·tion s of bhe '11orking cla.sses employec in the cotton manufacture in Manchester
(Londres, 1832); S . Kydd , The His· ory of the
factory mov ement (Lanares , 1857); C. T,. Thacl\:rah,
The effects of arts, trades and JrofP~ 8 ions •••
011 l1°alth and longevj_ty (Londres , 18)1); por· R .
Oas ler·, ver C . Driver , Tory ra )ica .~ 2 the life
of Richard Oastler (New York: Oxford Univers ity
PresP, 194 6); J . F ~ Bray , Labour's wrongs and
J_abot1r ' s remedy (Leeds 9 1839); ¡r . 'Ihompson , An
e11quiry j_nto tl1e principles of -11e c1istrirJu tion
of v1 eal tl1 most consider·ate ·to human hn-ppin~ ss
(Londres, 1850); y F . Engels, The condition of
the v1orkj_ng clas s in England in 1844· ( l1ondre s ,
11
·184 5 ) o
(36) Engels , The condition of the orking class (Ed .
1950) , p . 2 . El libro de Engels ha tenido más
influencia sobre las in~erpretaciones inglesas
de la revolución industrjal que el libro de
Marx "El Capital", pero nunca ha ha1Jido un his
toriador marxista inglés influyente de la revo
lución in~ustrial. Los tradic i onal es denigrad;
re a in gleses han sido los radicales To ry o los
socialistas Fabianos , los prime ro s estimula dos
�38
por oposición al proceso Whig, los segundos por
observación directa de las condiciones industria
les inglesas más bien que por teorizaciones del
continente. Ello no obstante, el libro de Engel~
que se convirtió en un clásico del socialismo,
fue leído por Toynb ee, los Webb y lo s Hammond
quienes, consecuentemente, lo sobre~aloraron co
mo obra histórica; pero véase la introducción a
- la nueva edición realizada por W.
Henderson
-. . · y W. Ho Chaloner (Oxford: Blackwell, 1958), qui~
· nes han hecho una revaluación r ealista y nada li
· ·· sonj era de E11gel s como historiador.
-
ºº
-
(37) To Bo Macaulay, '' Southey 's colloquies'', Edin- burgh Review (en. 1930); reimpresa en todas las
.. .
ediciones standard de los ensayos de Macaulay,
v. grº, Longsman Popular edition (Londres, 1902),
pp. 119-21.
. . .. .
(38) G. R. Porter, The progress of a nation (Londres,
1847) y Tcoke y Newmarch, A History of Prices.
(39) Porter, ibid., p. 459; cf. Tooke y Newmarch , A
History of Pric es , II, 70-71. Porter exceptuaba
a lo s ''tejedores de telares a mano y otros empleos análogos realizados en las casas de los
trabajadores".
(40) PQ Gaskell, The manufacturing pqpulation of England (Londres, 1833), p. 161; véase también
Kay, The Moral and physical conditions of the
working classes, PPe 26-27. Tanto Ga skell como
Kay hablaban de "declinación moral".
.
•
(41) W. R. Greg, Essays on political and social sc1en-
ce (2 vol.: Londres, 1853) I, 321-~43.
�39
(42) S . Smiles, Workmen ' s earnings , st rik es and sa,, in g s " ( Lo n d re s , 1 8 6 1 ) , p p .. 1 2 , 1 3 , 1 7 º
(4 3 ) Jº w~rd, Workmen and wages at home and abroa~
(Londres, 1868 ), p . 224 . Véase tambi/n G. Nichols , A Histor~ of the English Poor Law (nueva
eclic:Lón por H. G. Willink; 3 vol ., Londres : King ,
1 90iJ.) , II, 46; J . M. J,ucllow y Lº Jones , ProgresP
of tl1 wo1·kj.ng class , 1832- 1867 (Londres , 1 R67) ,
p . 297; T. Brassey , On work and wages (Londres,
1873 ), p º 126; L. Levj., Wages a nd earnings of
the working classes (Londres , 1867), p ~ 128; J~
S.. J eans , E11gJ.é:111a ' s suprema e y ( IJoncJres, 1885) ,
Célp o
Ie
(44) PulJlic[:1clo como panfl e to en 18 84; má~; tarde in cluido en Economic Enquiries and studies (2 vol . ;
Londr es~ Be J.l, 1 904) , I , 382 - 423 .
( 4 5 ) I b j_d º
,
p • 28 .
(46) F º M. Eden, Th state of the poo r (3 vol ., Lon• •
ar·e s , 1 7 9 7 ) 7 I , l l .
(47) MacauJ.ay, "S outl1ey ' s co ll oqui es ", p . 122 .
(4 8) J. L. y Bº Hammona , The Town Labourer, pº
(49)
Iiutt , The Facto ry s ystem , pp .
•
Vl .
78 - 93 ~
( §0) P . Geyl, Use and abu se of history (N ev HavPn:
Yale Universj_ty Press , 1955) , pp . 10 y 75.
(51) Véas e Ginsburg , The idea of progress (Londres~
Th1ethuen, 195 3) .
1
(
12 ) Véase H. Butterfield , The Whig interprctation
of history (Londres: Bell, 1931) , especialmente
pp . 45 -4 6.
�40
(53) N.Scatcherd, The History
pp. 88-89
'
ei
Morley (Leeds,1830),
(54) The Economic Journal, IV (1894), 187, haciendo
la crítica de "Royal Commission on Labour. The
employment of women'' (Londres, 1893); citado por
Pinchbeck, Women workers and the industrial
revolution, p. 308.
(55) R. Guest, A Compendious history of the cotton
manufacture (Manche.Jt e r, 1823), p. 37 • ..
(56) Parliamentary Papers, 1840, , XXIII, 568; cf. Parliamentary Papers, ·1834, X, 419, con J. Mankin
afirmando que ''los escritos de Carlyle · y de Taylor y otros infieles son más leídos que la Biblia, o cualquier otro libro"º
.~
(57) Scatcherd, The history of Morley, p. 88.
(58) W. Smith, The History and antiquities of
(Londres, 1876) pp • .212.-13.
. ...
(59) Parliamentary Papers, 1833, XX,
r~1 orley
32~
(60) Parliamentary Papers, 1840, XXIII,
543~
(61) Guest, A Compendidus History, p. 43 •
.
(62) Cf. H. Belloc, The se rvile state (Londres: Foulis, 1912)..
....
(63) G. T. Janes, Increasing return (Cambridge, In gl~
terra : Cambridge Un iver s ity Press, 1933) , p. I;
c. Clark, The conditions of e~onomic progre s s
(2° ed ., Londres: Macmillan,
1951),
p.
16
•
.
.
..
(64) T. S. Ashton, The standard of life of the workers
in England, 1790-1 830 , "The Journal of Economic
History, IX (1949), 33.
�(65) D. George, London Life in the Eighteenth Q_
"f]J_
•
(Londres: Kegan Paul, 1925), p. viii •
(66) Así, por ej. Lionel Trilling dice de Zola ~
él proporciona al lector ''el extraño plac er.
habitualmente obtenemos al acusar al génerc
mano''· Observer, Ago. 18, 1957.
(67) Butterfield, The Whig interpretation, p. I ~
(68) Citado por D. Goorge , England in transitio1
210 . Comparar con la afirmación de W. T. Tl
ton en Over-Population and its r emedy (Lon rl
1846), p . 10: ''La gente trabajadora ••• se r1a.
blado de ella como si estuvie ra formada po r
clase solamente, siendo que en r ealidad ep ~·
vidida en varias clases, entre las cual es ~
remuneraciones están lejos de ser uniforme e
de manera que, para presentar con perfecta
lidad el estado de la población trabajadora
ría necesario describir cada clase por sepe..! · ·
do'' ..
( 69) Los escri tares que opinaron que las clases ·'
bajadoras estaban "progre san do'' entre 1800
1850 , exceptuaban , ello no obstante, a lo s
jedares de telares a mano; por ej. Porter,
McCulloch y Ure.
(70) !he Bleak Age, e.V.
(71) J,,, W. Gilboy, Wages in Eighteenth Century
L
(Cambridge, Mass . : Harvard University Pres s .
'• 9 34)
(72)
o
Redford~ _Labou_;~l{!.:iEiation in England, ·1 f'
~O (Manch esJer: Manchcst~ r University Pres E
1
:1
·. 926)0
�•
42
.
.
'
(73) Pinchbeck, Women workers and the industrial re-
volution, p. 308.
· (74) Eden, The state of the poor, I, 404 •
•
( 75) Ruth Atkins, ''Repor on the Webb Local Govern-
ment Collection in the London s chool of economics and political science'' (no publicado, en
poder de Miss Atkins, Universidad d e Tecnología,
Syd~ey) •
,A
•
.
(76) P. Colquhoun·, A Treatise on the police of the
metropolis (Londr e s, , 1796)t p. 33.
·------(77)
V~ase
en particular D. Ge orge, London Life in
the eighte enth century para num erosa s r eferencias s obre Place; también ~ ''Re port'' de Atkins.
Pare c e ría que lo s We bb s fu e ran algo contradictorios sobre es t e punto.
(78) Es to denotaría, tal v e z, una controve rsia lat en
te que es timularía futuros Hammond y Claphamº
•
•
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Dublin Core
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Title
A name given to the resource
Biblioteca Virtual de Humanidades en el Uruguay
Subject
The topic of the resource
Repositorio de ensayos en las Humanidades publicados originalmente en el Uruguay
Description
An account of the resource
<p><span>La Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación se ha propuesto contribuir a rescatar y poner a disposición de los lectores la escritura ensayística del Uruguay a lo largo de su historia. Esta Biblioteca Virtual de Humanidades en el Uruguay pretende reunir en un solo lugar más de dos siglos de textos de reflexión y pensamiento, dentro del amplio campo de las humanidades, producidos en conexión con la universidad. La mayor parte de esos textos han sido originalmente publicados en revistas universitarias o periódicos hoy difícilmente accesibles. A menudo nunca recogidos luego en libro—o recogidos con sustanciales modificaciones—, son textos que pueden contribuir a recuperar y mostrar las dinámicas de pensamiento y representación en el país, tal como se realizaron en tiempos de centralidad de la escritura.<br /><br /></span>La a veces fina y sinuosa línea entre Humanidades y Ciencias Sociales hace que textos de historia económica, de estudios sociales, de ciencia aplicada a la antropología, puedan tener cabida en esta colección, aunque el foco está en el núcleo tradicional de las humanidades. El Derecho (con la excepción de Filosofía del Derecho) queda, por su especificidad técnica y profesional, por el momento fuera de este grupo. </p>
<p>La colección será un trabajo acumulativo, con entregas bimensuales. En el tiempo, los textos se irán organizando de acuerdo a posibles lecturas de la historia de las ideas en la región y el continente. <br /><br />Aldo Mazzucchelli</p>
<p><span>15 de octubre de 2017</span></p>
Contributor
An entity responsible for making contributions to the resource
Pablo Darriulat
Gonzalo Marín
Rights
Information about rights held in and over the resource
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Dublin Core
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Title
A name given to the resource
Interpretaciones de la revolución industrial en Inglaterra - Una encuesta metodológica
Subject
The topic of the resource
Historia
Creator
An entity primarily responsible for making the resource
HARTWELL, R. M.
Source
A related resource from which the described resource is derived
Hartwell, R. M
Interpretaciones de la revolución en Inglaterra : una encuesta metodológica / R.M.Hartwell; tr. Armida Rizzo.
Montevideo : FHC, 1963.; 42 p.
Publisher
An entity responsible for making the resource available
Facultad de Humanidades y Ciencias
Date
A point or period of time associated with an event in the lifecycle of the resource
1963
Contributor
An entity responsible for making contributions to the resource
Bach. Gonzalo Marín
Rights
Information about rights held in and over the resource
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Format
The file format, physical medium, or dimensions of the resource
Libro
Language
A language of the resource
Español
Historia
INDUSTRIA
INDUSTRIALIZACIÓN
INGLATERRA
MOVIMIENTOS SOCIALES
SIGLO XIX