Descripción
Durante medio siglo había resistido Alfonso II el Casto las más feroces acometidas de los ejércitos musulmanes en las abruptas montañas de Asturias, Alava, Castilla y Galicia. Vencido a veces y a veces vencedor, había al cabo conseguido salvar la independencia de su reino, que se extendía a la sazón a lo largo de la costa cantábrica, apoyado en el mar y con la cordillera cántabro-pirenaica a guisa de muralla. Poco después de su muerte (842) Ramiro y Ordoño fortificaron algunas plazas al sur de los montes, para proteger los posibles caminos de acceso al embrión de España, todavía serrano. Hasta el año 883 fueron las nuevas fronteras del reino de Asturias repetidamente atacadas por las huestes sarracenas. Pero la anarquía que estalló en el Al-Andalus en los últimos decenios del siglo IX permitió a Alfonso III defender la raya del Mondego, del Duero y del Arlanza y ocupar y colonizar las tierras situadas al norte de esa línea fronteriza.